Soy el hombre que camina de la mano, un par de pies y de ojos que se vuelven simultáneos. Entonces apareces a mitad de mis párpados, ¿alguien más habrá escuchado? Sobre el papel se escuchan las palabras, he puesto las probabilidades de un paraíso, inclusive la cita a donde me dirijo.
Así como te lo cuento hubo lapsos en los que pensé que te perdía. Siempre recuperándote. De un solo tirón te he querido. A veces el idilio es como un primer golpe que con el tiempo va quedando. Hoy es la mano suave apoyada, apoyando, son los pasos que escucho lejanos, los míos confundidos en los míos.
Aquí, por si no escucho mis pasos, estoy escuchando los tuyos. Hay un definitivo lapso de sensualidad saber que vienes y que hablas sonriente, con un fragmento de llama, con tu actividad intelectual, con el interesante diálogo de la vida y todas lo que surge cada que uno piensa.
Con esa fuerza que busca caminar hacia delante y encontrarte, el aire mueve las llamas verdes de los árboles. De pronto te acercas a mis brazos, te veo venir. La ciudad es la diversidad que sale lentamente de ti y nos deja solos en un juego de manos haciendo sombras en una sala cinematográfica.
Yo te iré mostrando la ciudad, sin darme cuenta, de una manera ambigua si tú quieres, donde se perfile el futuro. Puedo no solamente ver la tarde cayendo en tus pestañas y decirte todo lo que pienso, puedo quedarme callado como quien escucha hablar su propia obra. Hacerte el mundo en este instante en que es fácil mirarte.
Puedo empezar a hablar de la ciudad ahora que estoy frente a ti y quiero mirarte para responder mis propias preguntas. La memoria es un profeta que escribe esto antes, mientras aún no llego con mis pasos cancinos. En pocas sílabas llevo tus libros en la mano. Inventé mi existencia cuando no estabas. Pude irme en la diferencia que hay entre uno que escribe y otro que lee hasta encontrarnos. Tal vez no ocurra, no se si llorando, junto a una orquesta de pájaros.
En la crónica inconfundible, el viento me trae tus pasos en el silencio de fantasmas. La soledad arranca siendo un pensamiento hecho de palabras. La calle adquiere rostro de tus canciones, de tus juegos y sueños de sitios remotos.
En el escenario futurista acecha una mesita con dos manos, dos cafés escritos y una pluma tirando tinta de antemano ¿Qué clase de poesía es esa?, en que un desfile de fantasmas pasó lista de mi ausencia. En sentido más claro es una tesis, una especie de esperanza, una estrella, la más pequeña de todas.
En los sueños hay llaves para abrir todas las puertas que en la realidad se abren solas. Aunque sea por insistencia, por existencia, por el insomnio de la tierra, por los dientes y las uñas ardiendo en casa y los detalles que no faltan, un jarrón para las plumas, la abeja en Ia ventana, en la cornisa que hace de aeropuerto de una mosca.
Como comienza un día, la noche dejó su sombra debajo de la respiración de alguien, no te muevas, deja palparte con mis ojos. Si estás aquí, desde ayer estás, y desde luego que uno empieza a vivir y es hoy y mañana sin dejar de pensar. El hombre que te ama es este que te escucha.
Sin tener el texto ante los ojos te leo, te fundo, te creo de nuevo adentro de mis oídos, de un modo silencioso, en voz alta. Te estoy leyendo cuando todo es verdad y la voz es agua clara .
Así como te lo cuento fueron los días sin tu voz. Les debo algo a todos. A mis pies, a los brazos, al eslabón que es la poesía. Al trago, a las nuevas tecnologías, a la ceremonia de reírse con los poemas.
En tus ojos que me miran está la prosa, el sueño que me anima. En tus laderas, el poema visual va más allá de la poesía.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA