El proceso interno que comenzó el PAN para renovar su dirigencia nacional, plantea la posibilidad de que la reconstrucción del partido sea viable en el mediano plazo, siempre y cuando se tenga a la autocrítica como la base para proponer una nueva visión.
Hasta ahora, se sabe que aspiran a suceder a Marko Cortez la senadora Adriana Dávila Fernández, el coordinador de la bancada en la Cámara de Diputados Jorge Romero Herrera, el senador Damián Zepeda, la senadora Kenia López Rabadán y Eduardo Rivera, excandidato a la gubernatura de Puebla.
Aunque los más experimentados son Romero, Zepeda y Kenia, los otros dos aspirantes son también parte de una nueva generación de políticos panistas que quieren impulsar un cambio interno profundo, aunque su alcance entre la militancia es menor que el de los primeros tres.
Particularmente, Damián Zepeda -sonorense, exsecretario general del PAN-, es quien ha asumido una postura autocrítica, firme y sensata en cuanto a la viabilidad de mantener una alianza con el PRI, pues conociendo los resultados de los últimos procesos electorales al argumento principal es que más que un aliado, es un lastre para el blanquiazul.
Zepeda ha dicho que el nuevo dirigente del partido debe estar respaldado por el apoyo de la militancia y que sepa conectar con la gente, más que representar los intereses de grupos que quieren conservar el poder partidista o de facciones añejas en el partido.
El senador sonorense es uno de los favoritos para encabezar el proceso de renovación que requiere urgentemente el PAN, para evitar un colapso en los siguientes procesos electorales.
Después de los sucedido en los comicios federales del mes pasado, en los cuales perdió posiciones y quedó lastimado en su relación con diversos sectores de la sociedad, queda claro que no pueden perder más el tiempo.
Quizá la pelea sea con más fuerza entre Zepeda, Kenia y Romero -cercano a Cortés y quien controla el panismo en la capital del país-, pues debe incluirse el aspecto de la equidad en la participación por la dirigencia nacional del partido.
Sin embargo, quienes conocen las trayectorias de los aspirantes coinciden en que el perfil más adecuado para poder generar una narrativa creíble de renovación, es el de Damián.
Como sea que vaya a resolverse el proceso interno para elegir a un nuevo presidente nacional del PAN, quien asuma el cargo deberá contar con el liderazgo adecuado para encabezar una transformación que haga del blanquiazul una opción nuevamente atractiva para la población y no solamente para los grupos sociales que tradicionalmente se identifican con él.
También, deberá contar con capacidad de negociación y fuerza para ser un interlocutor con el gobierno federal, fortalecido tras el triunfo de Claudia Sheinbaum, soportado e impulsado por el compañero Andrés Manuel al viejo estilo del PRIato.
Sin la presencia de partidos fuertes que sean de oposición real, el sistema democrático mexicano no puede considerarse como tal.
Es la oportunidad que tiene el PAN de emerger nuevamente en el escenario, aunque deberá ser autocrítico y entender que el proceso le llevará al menos tres años y tendrán que ser las elecciones intermedias del próximo sexenio las que pongan a prueba su capacidad de reinventarse.
La reconstrucción del PAN no solo es algo urgente para sus simpatizantes y los ciudadanos que coinciden en lo general con sus planteamientos de gobierno, sino que es un asunto de importancia para el sistema de partidos, porque sin oposición organizada, sin contrapesos y sin interlocutores fuertes no puede hablarse de una competencia democrática real.
En una etapa en la que se recrean muchos de los viejos vicios del PRI, en el que numerosos políticos del tricolor han migrado sin pudor hacia Morena, es deseable que el PAN se renueve y se vuelva verdaderamente representante de las inquietudes e intereses de los ciudadanos.
Ahí es en donde entra la necesidad del blanquiazul de avanzar en su transformación.
Los partidos como los conocemos -incluyendo a Morena-, ya no pueden tener mucho tiempo por delante para garantizar que serán el instrumento que la sociedad necesita para impulsar una conducción del gobierno verdaderamente responsable, con visión de largo plazo y desprovista de sesgos ideológicos que alientan la polarización.
Esos institutos políticos han agotado su modelo y desde Morena -movimiento centrado en la personalidad del compañero Andrés Manuel- hasta sus satélites -el Verde y el PT- o sus aliados disfrazados como Movimiento Ciudadano, requieren de una reinvención si quieren continuar en el escenario.
La situación más dramática es la que enfrentan el PAN y el PRI porque en la última elección perdieron mucho más que votos: Credibilidad, posiciones y fuerza.
En síntesis, para que el PAN pueda aspirar a sobrevivir tiene que recurrir a la autocrítica, al cambio de fondo, a volver a sus orígenes y a escuchar a los ciudadanos.
No puede pensar en seguir existiendo si continúa alejado de lo que la gente realmente quiere.
Por. Tomás Briones
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