Román llegó muy temprano al rancho, así se lo había pedido Nabor, su patrón “llegas temprano quiero que el encargo que te voy a hacer lo termines mañana mismo” y las ordenes de su patrón no se discuten, se obedecen, decía el. Sabía que no cumplir lo que pedía costaba muy caro, a él le costó la vida de su hijo, por no cumplirle a Nabor, aunque lleno de rabia, se contuvo y sólo murmuró “…ya me tocará mi turno”.
La mañana era fría por lo que llegó a la cocina buscando un café, apenas acababa de llegar una de las cocineras y le dijo “en 10 minutos le tengo su café señor Román”, era la mano derecha de Nabor y el brazo con el que llevaba a cabo sus fechorías. Nabor se había hecho rico despojando de sus tierras a la gente humilde, robándoles su ganado, comprándoles sus cosechas a precios ridículos cuando éstas tenían buenos precios en el mercado, lo había logrado a base de intimidar con violencia, y no pocos asesinatos, para esto estaba Román, un día le habían preguntado que cuantos muertos llevaba “Uno, una vez que te echas al primero los demás ya ni los cuentas”.
Le dieron su jarro con café de la olla que era el que tomaba Nabor y se fue rápidamente a su despacho. Tocó la puerta y avisó “Soy yo patrón, Román”, del otro lado Nabor contestó “Si, pásale”.
Una vez dentro Román preguntó; -¿Para que soy bueno?
-Necesito que me hagas un trabajito de esos que requieren de mucho cuidado. Quiero que me traigas hoy a Lupita la hija de Pablo el zapatero. Esa chamaquita ha crecido muy bonita y me trae de un ala, así que decidí pasarme unas vacacioncitas con ella. Ya trae varios moscones rondándola y no quiero que me la ganen…tu comprendes. Explicó Nabor.
– Oiga patrón, pero ella ya trae novio y creo que ya están planeando casarse. Dijo Román quien conocía a Lupita desde niña y sentía cierto afecto por ella.
– Pues mira, después de mis vacacioncitas de pueden casar cuando quieran. Es más, hasta les doy un regalo de bodas. Por lo pronto me la traes hoy, y para que veas, trayéndomela te doy 5 mil pesos, pero tiene que ser hoy. Así que apúrate.
Román sabía que sería inútil discutir con su patrón, así que se retiró y en el camino le dijo a uno de los pistoleros que comandaba que lo acompañara:
– A ver Luis -le dijo- traite uno de los carros y te vienes conmigo, vamos a hacer un trabajito -se refería a carros robados que guardaban y que utilizaban cuando cometían fechorías. Una vez que el pistolero fue por el carro, se dirigieron al pueblo.
La casa de Pablo el zapatero estaba frente a la plaza principal, esto fue especialmente útil para que ellos se estacionaran al lado contrario de la casa y no fueran detectados fácilmente. No pasaron muchos minutos cuando vieron salir a Lupita de su casa e iba cruzando el parque, se acercaron lentamente en el coche y Román salió del mismo rápidamente y agarró a Lupita, ella se sorprendió y empezó a gritar, pero Román era muy fuerte y la obligó a entrar en el carro, en esos momentos, Pablo el padre de Lupita salió de su casa con una cuchilla de zapatero en la mano gritando:
-¡Párense desgraciados!, ¡suéltenla!, ¡déjenla! . Y corría hacia donde se encontraba Román con su hija. Pero éste, sacó su pistola disparándole y pegándole un tiro en el pecho.
Lupita dentro del carro lloraba y le gritaba a su padre ¡papá!, ¡papá! Román le dio un puñetazo en la cara y ella perdió el conocimiento, lo que aprovecho Román para amarrarle las manos y amordazarla con su paliacate.
Salieron rápidamente del pueblo asegurándose que nadie los siguiera y se dirigieron al rancho. Hubo personas que vieron lo sucedido, pero no iban a interferir con los pistoleros de Nabor.
Llegaron al rancho, Román cargó a la muchacha y le dijo a Luis:
-Dame las llaves del carro y vete con los demás, allí te voy a llevar lo tuyo. ¡Ah y ni tu ni yo hemos salido del rancho!, para que les digas a los otros.
– Si jefe -respondió Luis.
Él se llevó a Lupita al despacho de Nabor, tocó la puerta y avisó “Ya vine patrón” . Nabor abrió la puerta con una cara de sorpresa, pero sonriente.
-Me sorprende tu rapidez Román, pásale rápido -dijo conminándolo a entrar a la oficina, acostando a Lupita en un sofá que Nabor tenía en el lugar.
-Pues “uste” sabe patrón, yo siempre cumplo. Nada más que hay un detalle -dijo Román- que don Pablo se me atravesó en el mandado y me lo tuve que echar.
-¡Nombre, de eso ni te preocupes! Yo lo arreglo. Ten tu dinero y déjame que ya me quiero entender con ella.
.Román tomó el dinero y se dirigió a la puerta. Súbitamente se dio la media vuelta y le dio un tiro en la cabeza a Nabor, quien ya estaba muerto al caer al suelo.
-A ver patrón, yo le cumplí, le traje a la muchacha, pero eso de arruinarle la vida no está bien, ya ve que ya no tiene ni papacito pa que la cuide. No somos desalmados -le dijo a Nabor. En ese momento Lupita despertaba.
Y tú muchacha, vente conmigo, te llevo a tu casa.
Por. Francisco de Asís