Durante más de siete décadas el PRI, desde Pascual Ortiz Rubio pasando por Carlos Salinas hasta Peña Nieto, se mantuvo en el poder, algunas veces a base de represiones sangrientas, en otras de fraudes electorales.
El 1929 desconoció el triunfo del candidato de la oposición, José Vasconcelos Calderón. En 1940 Lázaro Cárdenas impuso en la presidencia a Manuel Ávila Camacho, a pesar de que el triunfador de los comicios había sido el abanderado de la oposición Juan Andreu Almazán.
Doce años después, en 1952, Miguel Alemán impondría a su sucesor Adolfo Ruiz Cortines, a sabiendas de que el General Miguel Henríquez Guzmán había ganado la elección, historia que se repetiría con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en 1988.
En los comicios del 2000 se habría hecho lo mismo con Francisco Labastida Ochoa, pero desde Washington le ordenaron al presidente Ernesto Zedillo que apoyara al panista Vicente Fox, porque, además del repudio social, el PRI había dejado de ser garantía de estabilidad política y económica que resultaba riesgoso para los intereses estadounidenses.
Todavía en el 2012 los jerarcas priistas convencieron a los gringos de que, asimilada la lección, con Enrique Peña Nieto y el cuento del “nuevo PRI”, las cosas cambiarían, pero el regreso resultó otro rotundo fracaso.
El Revolucionario Institucional no estaba preparado para conservar el poder con las nuevas reglas electorales y el otrora partido hegemónico termino convirtiéndose en el más repudiado de los votantes.
Bajo esas circunstancias, se alió al PAN para sobrevivir y lo consiguió, pero a costa de hundir a Acción Nacional y aniquilar lo que quedaba del PRD.
Sin el respaldo popular ni el de los Estados Unidos no le quedó de otra al ex invencible que dedicarse a vender su experiencia política al PAN y a Morena.
Como a nivel nacional, en Tamaulipas los expertos electorales del priismo pusieron todas sus mañas al servicio del gobernador panista de Francisco García Cabeza de Vaca y cuando este perdió la gubernatura, las pusieron a disposición de la 4T, a cambio, en ambos casos, de migajas.
Ese ha sido el triste final del autodenominado heredero histórico de las luchas políticas y sociales de la Revolución.
A diferencia del tricolor, el PAN tiene posibilidades de superar el descalabro de 2024, entre otras razones porque aún cuenta con el respaldo de los norteamericanos, aunque en el momento de que deje de serles útil recurrirán a otra opción, como las del Frente Cívico Nacional y la Marea Rosa.
El riesgo de Morena, en cambio, es que, como es una agrupación política incómoda para los designios de los Estados Unidos, cuando AMLO concluya su gestión, van a presionar por todos los medios a Claudia Sheinbaum a efecto de obligarla a alinearse a las directrices del coloso del norte, sobre todo si el supremacista blanco, Donald Trump, vuelve a la presidencia.
Las advertencias que el republicano lanzó en los últimos días contra México con el pretexto del narcotráfico y la aplicación de aranceles al ensamblaje de autos de China tienen ese propósito.
POR JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ CHÁVEZ
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