Según el Instituto Nacional Electoral, hay seis millones 444 mil 985 mexicanos que son militantes de partidos políticos, es decir, sólo el 6.62% de los integrantes de la Lista Nominal de Electores forman parte de un partido político.
Las cifras demuestran un verdadero desinterés de los mexicanos por los partidos políticos. El INE certificó que, al 11 de junio de 2019, el PRI tenía una militancia de seis millones 764 mil 615 personas; es decir, había 319 mil 630 priistas más del total de militantes de los siete partidos nacionales que existen en este 2024 y que fueron a elección el pasado 2 de junio. Un solo partido político tenía más militantes que todos los partidos políticos juntos hoy.
Son muchos los factores que influyen en el alejamiento real de los ciudadanos por la principal institución de acceso al poder político: los partidos.
Por supuesto que los liderazgos que tienen son un factor fundamental.
El PRI está dirigido por Alejandro Moreno Cárdenas, quien es un político de Campeche que tiene antecedentes de porrismo y de traiciones a quienes le ayudaron a llegar a la cumbre, y a quien, con frecuencia, se le involucra en investigaciones ministeriales y periodísticas de enriquecimiento inexplicable, ante las cuales él siempre sale a decir que son falsas y que son producto de persecuciones políticas en su contra.
El PAN está encabezado por el mismo grupo político desde hace 10 años, que de pronto se pelean y luego vuelven a coordinarse. Hoy está en la posición Marko Cortés y todo indica que el heredero de esa posición será Jorge Romero, que tendrá el reto de evitar que el partido pierda el registro, porque desde hace cuatro años no logra que sus militantes rebasen el 0.28% del padrón electoral; es decir, tiene cuatro años al filo de perder el registro, porque el inciso C del artículo 25 de la Ley General de Partidos Políticos advierte que ningún partido puede tener menos del 26% del patrón electoral.
El Partido del Trabajo tiene el mismo líder nacional desde hace 33 años, cuando se fundó, Alberto Anaya, quien jamás ha ganado una elección y siempre llega como plurinominal al Congreso de la Unión. El PT ya perdió en una ocasión el registro; en 2015 estuvo a punto de volver a perderlo; fue un satélite del PRD y ahora lo es de Morena.
El Partido Verde es una agrupación opaca que comenzó a ganar elecciones de la mano del PRI y ahora lo hace apegado a la marca Morena; su verdadero dirigente es Jorge Emilio González, a pesar de que formalmente tiene otros dirigentes.
Y Morena es hoy, como lo fue el PRI en su momento y después el PAN, el principal puente que permite a los políticos ganar elecciones, porque no votan por ellos, sino por el partido que los respalda.
Desde que nació como Convergencia, Movimiento Ciudadano tiene el mismo dirigente, Dante Delgado. Logró crecer en posiciones políticas, al grado de gobernar dos estados y convertirse en segunda fuerza política en Campeche, pero sus posiciones en el Congreso de la Unión disminuyeron considerablemente, a pesar de que la votación general que obtuvo el pasado 2 de junio fue superior a la obtenida en elecciones pasadas.
Además, todos los partidos tienen en sus filas personas de extrema derecha y de extrema izquierda. El hecho de que en los últimos seis años 37 senadores hayan saltado de una bancada, en extremos que van del PAN a Morena o del PAN a MC, o de MC al PRI, o del PRI a Morena, demuestra que los políticos profesionales ya no son de convicciones ideológicas.
Y los informes que los propios partidos políticos entregan al INE sobre las cuotas que reciben de sus militantes demuestran que ya ni siquiera tienen compromiso con el sustento de sus instituciones.
Ni Morena, que tiene en sus estatutos que se trata de un partido que es sostenido por sus militantes y que las cuotas van desde un peso, tiene la solidaridad de sus afiliados; en los últimos cuatro años sólo cuatro militantes pagan cuotas.
Frente a esta realidad, ¿qué incentivos hay para que un partido político entusiasme?
POR LETICIA ROBLES DE LA ROSA