El Caminante dio un salto desde la cama al escuchar la campana del camión de la basura.
Corrió al patio trasero de su casa y tomó un par de bolsas con desechos y una caja de pizza.
De cinco tremendos
chanclazos llegó hasta el punto de recolección y se topó con un par de vecinos que discutían acaloradamente a esa temprana hora de la mañana.
Uno de ellos, se quejaba de que el otro sacaba la basura desde la noche anterior (el camión pasa entre 6:45 y 7:15 de la mañana) y que debido a eso los perros que deambulan por la colonia habían roto las bolsas de plástico y dispersado los desechos.
El otro le respondía que sacaba la basura desde una noche antes, porque muchas veces el camión no hacía sonar la campana y el reglamento dice que es al oír sonar el ruidoso tintineo cuando los colonos deben sacar la basura, pero agregó, que nada de esto habría ocurrido si el primer
quejoso se dedicara a mantener sus perros dentro de su solar, pues fueron sus propios canes los que hicieron la travesura de ‘regar la basura’.
Otra vecina se acercó y apoyó la segunda queja, al asegurar que eran sus propios peluditos los que hacen ese desorden.
– ¡Pero mis perros
no muerden a nadie, yo por eso los dejo andar en la calle, libres, como Dios manda – gritaba el hombre.
– Aún asi vecino, los perros no deben estar en la calle, …¿son sus perros? manténgalos dentro de su casa y verá cómo la basura sigue en su lugar, ¿a poco no vecino? – preguntó al Caminante la última vecina en integrarse a la alegata.
El dueño de los perros basureros y mal portados ya no tuvo argumentos para defenderse y se retiró del lugar.
A los victorenses les gusta criar perros. De raza, criollos, exóticos, comprados o adoptados, es muy común ver uno, dos y hasta media docena de perros ladrando desde el interior de un terreno o sobre una azotea.
Sin embargo, criar a una mascota canina no es ningún chiste, es un acto de amor y a la vez una gran responsabilidad.
Desde el momento en que nace, o en el que se recibe a un perro en casa, se contrae un compromiso con el peludito… un compromiso que también genera gastos y tiempo invertido.
Desde que nace, un perrito tiene importantes necesidades que deben ser resueltas, la principal, además de comida y refugio, es su esquema de vacunación. Anteriormente se le aplicaba una serie de vacunas para cada posible enfermedad (moquillo, parvovirus, etc.) pero actualmente se manejan dosis sintetizadas polivalentes, es decir, una especie de coctel de inoculaciones en un solo piquete, con un par de refuerzos. Las vacunas, dependiendo del establecimiento, tienen un rango de precios que van desde los 250 a 1500 pesos por aplicación.
Simultáneamente se desparasita a la mascota dependiendo de su edad y peso, lo cual deberá repetirse en varias ocasiones al año, durante toda la vida del animal.
Aparte de eso está el tema del alimento, suplementos, artículos de limpieza (jabones, champús, talcos, etc) pero todavía más importante está el tiempo de calidad con la mascota, pues ellos, al igual que un humano pequeño, necesitan pasar tiempo con su dueño, jugar, correr y aprender conductas correctas para hacer sus necesidades y de respeto hacia los demás.
Otro asunto digno de mencionar es la sobrepoblación.
Si la mascota es hembra, y no se tiene la intención de generar más crías, se recomienda esterilizarla, y evitar la sobrepoblación de animalitos. Esto tiene un costo y se debe pasar un tiempo monitoreando la salud de la mascota tras la cirugía.
Es muy común ver mascotas que a pesar de tener dueño se la viven en las calles en cualquier sector de la ciudad. Quienes deciden tener a sus mascotas en la vía pública arriesgan a sus animalitos a una probable muerte por atropellamiento, o ser masacrados por perros mas grandes
y feroces o que el. Pero además de esto ponen en riesgo a los transeúntes pues los exponen a ataques y mordidas que tristemente estigmatizan aún más a los perros de ciertas razas.
En su diario andar por la ciudad, el Caminante ha sido testigo de la espantosa crueldad que muchas personas profesan a las mascotas, en especial a los perros, desde golpes, encierros en espacios reducidos y dejándolos sin comer o expuestos al sol o bajo la lluvia, atados a un poste y sin una gota de agua, además de muchos otros maltratos.
Adoptar a una mascota conlleva una enorme responsabilidad, la cual se toma en nombre del animalito que no sabe hablar, o valerse por sí mismo. Ojalá que todo aquel que tiene una mascota se dé cuenta del enorme compromiso que ha contraído con ella. Demasiada pata de perro por esta semana.
JORGE ZAMORA
EXPRESO – LA RAZÓN