En dos meses y por decisión propia, todo lo relacionado con política terminará para AMLO. El resto de su existencia se propone investigar y escribir alejado del mundanal ruido. Concluye una lucha de casi cuarenta años donde sueños e ideales fueron prioridades puestas en práctica desde la responsabilidad más importante. México pierde al líder que sacudió la conciencia pública quizá a la altura de Francisco I. Madero quien con su llamado revolucionario derribó la estructura porfirista, con la diferencia de que ahora no hay derramamiento de sangre.
Andrés Manuel deja “la vara muy alta” a doña Claudia comprometida para construir el segundo piso de la transformación. Hay problemas por enfrentar, entre otros, lograr que más población salga de la pobreza lo cual implica democrática repartición de la riqueza, es decir, que los mismos no se lleven la mejor parte como sucedió durante 36 años de saqueo y corrupción. El primer paso está dado al obligar que empresarios poderosos paguen al fisco lo correspondiente y aunque algunos se resisten, lo más probable es que al final de cuentas se imponga el interés de la nación.
Los últimos seis años el país avanzó en base a la justicia social. Y es que el empoderamiento de la mayoría impone condiciones y éstas tienen sentido humanista. Nada que ver con la concepción clasista, discriminadora y elitista del pasado que convirtió a la minoría rapaz en dueña absoluta de la república.
Los tiempos que vienen serán diferentes en cuanto al estilo de gobernar con una valiente mujer dispuesta a cumplir el papel que el destino le marcó. Menos tolerante, pero con la misma decisión, fortaleza y perseverancia de AMLO. En este caso La Jefa está ante la oportunidad de mostrar ahora más que nunca, la congruencia de la vocación surgida en la juventud y madurada al paso de los años, en un escenario donde la realidad no acepta hipocresía ni demagogia. Lo hizo desde el gobierno de la CDMX en un ambiente a veces copado por la oposición y con tanto éxito, que mereció heredar el proyecto más ambicioso de la post Revolución.
Los adversarios deberán tener cuidado porque no habrá concesiones de ninguna especie y aunque es de esperar se refugien en el poder judicial, no será por mucho tiempo siempre y cuando las reformas respectivas surtan los efectos esperados para terminar con privilegios que fueron causa de la polarización económica creando mexicanos de primera y segunda clase. Hay que entender que está en construcción un nuevo país con objetivos solidarios muy claros.
De manera que en dos meses AMLO desaparecerá del mapa político. Con ello los medios de comunicación golpistas y “analistas” de la ultraderecha perderán el tema que durante seis años les dio material para criticar, atacar y ofender a un régimen que a pesar de todo cuenta con apoyo popular jamás registrado, así, el 2 de junio la última palada cayó sobre el ataúd de la oposición. Y ni modo que sea invento.
Y hasta la próxima.
POR MAX ÁVILA