El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación TRIFE, por unanimidad confirmó el resultado de la elección presidencial del 2 de junio. Previamente resolvió que las peticiones de nulidad de la elección fueron infundadas porque las pruebas que se presentaron y fueron estudiadas no demostraron que alguna de las irregularidades denunciadas hubiera generado un resultado distinto al que se obtuvo con la votación del 2 de junio. El 8 de agosto pasado el mismo TRIFE desechó por improcedentes más de 240 impugnaciones en igual número de distritos electorales presentadas por el PRD.
Con la emisión de esas resoluciones la más alta autoridad electoral ha confirmado legal y legítimamente, más allá de cualquier duda, que Claudia Sheinbaum Pardo es Presidenta Electa de México.
Pero es importante recordar que para llegar ahí Claudia Sheinbaum participó con seriedad, sobriedad y elegancia en varios procesos previos: en un proceso interno de selección de la coordinación de los comités de defensa de la cuarta transformación de su partido Morena y resistió sin perder la calma las impugnaciones temerarias de uno de los aspirantes y las actitudes condescendientes de los otros cuatro. Ha mantenido hacia el interior de su partido una actitud moderada y conciliadora.
Con esa misma actitud en la Precampaña y la Campaña Claudia Sheinbaum confrontó los ataques y descalificaciones de su adversaria y del coro de comentaristas, analistas, intelectuales y politólogos que anunciaban en los medios y las redes sociales, un maximato político y la prolongación del mandato de AMLO a través de ella, negándole toda presencia y valor político propios. Fue acusada en diversos momentos desde no tener ideas propias, hasta ser fría, autoritaria, e indiferente, para culminar con una acusación calumniosa de ser una narcocandidata producto de un narcogobierno.
Con suavidad pero con firmeza rechazó todos los infundios y mantuvo la distancia, la sobriedad y el respeto a la imagen de quien aspira seriamente a ser la primera mujer Presidenta, Jefa de Estado y Comandanta Suprema de la Fuerzas Armadas. No ha sido difícil para quienes siguieron sus actividades del proceso interno de Morena, la Precampaña, la Campaña y los debates electorales imaginar a Claudia Sheinbaum como Presidenta de la República.
Su presencia, su imagen, el tono de sus intervenciones, la fortaleza de sus argumentos y sus convicciones, incluso su arreglo personal, corresponden a quién quiere dirigir a un país de la importancia de México, con una población de 130 millones de habitantes, 3 mil kilómetros de frontera con la economía más grande del mundo, primer socio comercial de los Estados Unidos, décima segunda economía mundial, y encabeza un proyecto de nación que proclama, por una parte la importancia de la economía de libre comercio y por la otra la obligación del gobierno de generar un estado de bienestar para los pobres.
La ahora Presidenta electa atraviesa mesuradamente el periodo de transición con el gobierno actual acompañando al presidente de la república a inaugurar las obras terminadas o a evaluar el avance en las que están en proceso y al mismo está preparando su propia llegada. Ha anunciado públicamente a los integrantes de su gabinete legal, también a quienes formarán parte de la oficina de la presidencia, y ha empezado a dar a conocer a quiénes estarán integrados en el gabinete ampliado. No hay rupturas ni disidencias escandalosas hacia el interior del movimiento que la ha llevado hasta aquí.
Atrás quedaron la expresiones de la Marea Rosa y los partidos de la Coalición Fuerza por México y su estridente candidata, las grandes marchas que terminaron el 11 de agosto en una pequeña marcha marchita. Atrás quedó el recuento de los resultados voto por voto y casilla por casilla. Atrás quedaron las acusaciones, las impugnaciones y las solicitudes de nulidad de la elección desechadas por insustanciales, infundadas e improcedentes. Atrás quedaron los pronósticos de ruina y destrucción.
La entrega de la constancia de mayoría a Claudia Sheinbaum como Presidenta Electa le da la certeza a los mexicanos de que la democracia es un proceso vivo que transcurre, como las elecciones, en forma ordenada y pacifica.
POR JESÚS COLLADO MARTÍNEZ