En su primer día en esa calidad, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, abrazó su nueva personalidad reivindicando la ‘hazaña’ obradorista, prometiendo una continuidad que incluye respeto a las libertades, y trazos de su propia manera de ejercer el poder.
La conclusión formal de los comicios, sellada con la entrega ayer de la constancia de mayoría a Sheinbaum, tuvo dos sedes con situaciones tan distintas como complementarias, una llena de solemnidad, otra de fervor; una en el Tribunal Electoral, una en el Metropólitan.
Del trámite de la constancia de mayoría no se debe pasar por alto el esfuerzo político (para no llamarlo de otra manera) del oficialismo para lograr que la elección de Sheinbaum se decretara sin mácula. La científica certificada con excelencia. Forma muy de fondo.
Hay en el obradorismo un gran apego a los rituales. Ahí queda el denuedo para que no sancionaran el intervencionismo de Palacio Nacional, para que se limpiara todo atisbo de indebida y obvia ventaja, de adelanto de tiempos y exceso de recursos. Todo borrado. Palomita.
Planchada la investidura, en la sede del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ratificó su promesa de construir y respetar libertades. Se trata de una clave que será esencial para evaluar el estilo presidencial de Sheinbaum. Así prometió que será su sexenio:
“Un gobierno que no reprime y que respeta la libertad de expresión, de reunión, de prensa, de movilización. Ahora, contrario a quienes piensan que la libertad sólo está en el mercado, pienso que la libertad por la que votaron la mayoría de las y los mexicanos es la que puede ejercerse a plenitud en un régimen democrático y basada en los derechos de las personas”.
“No hay libertad plena cuando no hay bienestar y derechos. Es decir, es falsa la libertad del que debe cruzar kilómetros para migrar por pobreza. También es falsa la libertad del poder de compra con un salario de hambre o la libertad de acabar con el planeta. Esa es una falsa libertad. La libertad puede ejercerse a plenitud en un régimen democrático y donde las y los mexicanos puedan vivir con bienestar, con derechos”.
El comedido tono elegido por Sheinbaum para exponer su discurso luego de recibir su constancia era apropiado para seguir el embarnecimiento de su perfil como autoridad presidencial.
Quizá cuidó de más ese tono, o quizá le ganaba la emoción y prefirió pasarse de mesura que desbordarse en tan solemne ocasión. O, simplemente, no estaba en su ambiente: en la sala estaban ministros de la Suprema Corte y otros personajes a los que es poco afecta.
Todo lo contrario se vivió en el Metropólitan. Al filo de las dos de la tarde llegó al histórico teatro del centro de la Ciudad de México. Y luego de diez minutos de abrazos, donde destacó la frialdad de su saludo al verde Manuel Velasco, vivió un mitin de plena comunión morenista. Ni el cierre de campaña en el Zócalo atestiguó tanta emoción compartida.
Hora y cuarto en la que afloró la sincronía total del obradorismo. Liturgia guinda donde la presidenta electa lo mismo activó la completa adhesión al líder del movimiento, y donde la emoción iba sin distingos de las butacas hacia ella y viceversa. El honor de estar con Obrador. Amén.
Y momento de claves para el futuro cercano. Que el partido, sugirió, defina en septiembre lo que le toca al gobierno y lo que deberá corresponder estrictamente a Morena, pues ella se asume desde ayer, debidamente, como representante de todas y todos.
Clave de la agenda legislativa. La reforma judicial es mandato, va y de la iniciativa, aunque se tomen propuestas de los foros, no se quitará la elección de ministros, magistrados y jueces. Pero, prometió, con respeto a los trabajadores del Poder Judicial.
Clave para el capital. La reforma judicial va porque la presidenta electa asume que le “toca separar la justicia del poder económico”.
Clave de independencia. Todas las vivas y los gritos de apoyo a AMLO fueron pocos. Y la promesa de Sheinbaum de que no habrá ruptura, repetida. Pero también pronuncia una frase que es elogio y despedida: pronto cierra su ciclo, y eso lo engrandece, dice la presidenta electa.
Y finalmente, pero para nada menos importante, clave que reescribe la historia: una parte emocionante, y revolucionaria por lo que vendrá, fue la reivindicación –que no es retórica– de que no llega sola, llegan las mujeres. Potente, sin carecer de emotividad, momento del discurso.
La primera jornada de un México con presidenta electa reavivó a la clase política obradorista, y permitió atisbar que Claudia Sheinbaum trae guion y decisión. Y el febril apoyo de su movimiento.
Por. Salvador Camarena