Entre un objeto y otro hay un objetivo que, visto por una multitud, son muchos. El espacio siembra los hechos y los abate una vez usados para permitir que pase el pueblo, el viento y el jueves si usted así lo prefiere.
La luz intermitente, la misma que hace parpadear los ojos vuelve creíble la realidad inmediata que al paso del tiempo, luego de ser digerida, es aconsejada por los famas de Cortazar, por las ficciones de Borges, por los imaginistas del orden y los alucines de unos cuantos.
Dicen que en el espacio transparente hay fotones que llevan una vida común y corriente. En su propia realidad promueven la nuestra adentro de los muebles, y el espacio sobrante es como el tiempo que les queda libre para una tarde.
No sé lo que ocurra en medio de la noche, en el espacio profundo ahora oscuro. Para ello se inventaron los fantasmas que todos vieron, no era nada, sino una ilusión óptica, una brevedad derramada encima de otra.
Entonces en el espacio libre se anuncia la próxima función antes de que en el semáforo se oculte el rojo y avancen los carros por la calle 8. En los dominios del tiempo vive el toma y daca, el corre ve y dile, el mensajero del silencio atroz previo a un insulto, a una pelea de sujetos clandestina.
Hará mucho frío en invierno y la soledad hará trizas el minuto cercano a la nada de un metro cuadrado y vacío en el silencio. Las estaciones hacen inmediata la necesidad de una charla que aminore la distancia y produzca fuego de la voz de dos que se hablan pegaditos.
Y tuvo que pasar de nuevo el tiempo para que llegara el verano y las poblaciones se llenaran de neonatos. Y chiquillos corriendo sin compasión por el patio, ese limitado espacio entre dos manos, hicieron una cancha de fútbol.
Ahí mismo si nos fijamos bien hay tallones, borrones de cuaderno, huellas de aquellos que no han vuelto, el espacio corregido es un verde y cierto día fue amarillo cadmio.
Aquí está lo ambiguo y lo contradictorio que hay en una moneda en el aire, el norte es sur al mismo tiempo, aquí en ese espacio están quienes llegaron y aquellos que en otra parte llaman los que se fueron. El tiempo es lenguaje, la realidad es si se escribe, si se borra y se libera de una botella.
El espacio mucho antes que nosotros fue jardín de dinosaurios miniatura, volaban por ahí pterodáctylus amigables, distintos a las fantásticas películas de Hollywood. El gigantesco espacio habitado por estrellas era imaginado como un espejo del mar y sus estrellas marinas.
En el espacio sobrante se repite la teoría de los acantilados, chicos y grandes. Hay de aquellos que vuelan en parapente, o caen en paracaídas que no abren, por decir algo imprudente, al fin que podríamos corregir mientras vaya en el aire.
En otro tiempo el espacio fue minimalista, Feng Shiu, rococó, barroco, modernista, y lleno de plantas sembradas en la vanguardia frustrada, copiada de un tutelar en un video del you tube, una fotografía vintage donde por años hubo quien pudo opinar que no quitaran la foto en daguerrotipo, que cubre un agujero del tiempo, cuando había bastante terreno.
El espacio cubre lágrimas secas que recuerda el espejo, la historia a gusto no la escribió el poeta que vio solo abejas sino los arrieros que cruzaron los caminos huyendo con sus reses de las carnes asadas.
De nuevo, al mover los muebles, se mueve la realidad y surge un espacio invicto. Después habrá pasto a cielo abierto y alguien, nunca se sabe quien, pintó unos pájaros que con el paso de los años no se supo si fueron ciertos o imaginarios.
Es más tiempo que espacio, todo ocurre en un momento y nada queda luego de un vistazo de los supervisores, de los cantantes y de los actores de reparto. Nada fue cierto, pero aquí seguimos creyéndonos un chingo.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA