Que no son 86, sino 85 los senadores que el bloque oficialista necesita para aprobar la reforma constitucional del infalible e impoluto compañero Andrés Manuel. Que no les vengan con que la ley es la ley, parecen decir.
Que de acuerdo con la interpretación de dos próceres del obradorato, la aritmética no es precisa (eso quieren decir) y que la reforma avalada por los diputados de Morena, el Verde y el PT (Sí, incluyendo los tamaulipecos), ya tienen todo listo para que se concrete antes de terminar la semana en curso.
Por lo pronto, la noche del domingo se aprobó en lo general la iniciativa de Andrés Manuel en votaciones de las Comisiones de Puntos Constitucionales y de Estudios Legislativos del Senado. Los integrantes de ambos grupos de trabajo hicieron 70 reservas al proyecto del Presidente.
Esta es parte de la ruta legislativa que va a seguir la petición de Andrés Manuel a los diputados y senadores de su partido como regalo casi final de su sexenio.
Y digo casi final porque está heredando a uno de sus hijos una posición clave en la próxima dirigencia nacional de Morena, pero de eso hablamos luego.
La aprobación del proyecto en las Comisiones del Senado no es cosa menor: Se trata de la reforma judicial propuesta en sus días finales por el compañero Andrés Manuel y que según se percibe, ha pedido de distintas maneras que se apruebe por que sí, porque es lo que necesita el país para transitar a un mundo en el que el “humanismo mexicano” marque la diferencia en un entorno en el que las cosas ya cambiaron.
Ese es el mensaje central que han estado difundiendo diferentes personajes del oficialismo para anticipar que, aunque les falte un voto, no lo necesitan porque sus cuentas dicen que con esa cantidad de senadores en la bolsa es suficiente para validar la reforma de López Obrador.
Uno de los más recientes y al mismo tiempo llamativos exponentes de esa narrativa es el estridente Gerardo Fernández Noroña, convertido por obra y gracia de la ley electoral en senador plurinominal y por instrucciones de Andrés Manuel, en presidente de la Mesa Directiva del Sensdo.
Fernández Noroña repite la misma narrativa que hace días expresó el también senador y exsecretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, quien afirma que la mayoría calificada para Morena en el Senado no son 86 senadores, sino 85.
Al margen de si tienen o no la razón, en función de las fórmulas tan conocidas que tienen las autoridades federales para asignar las posiciones legislativas o la interpretación de la ley que hagan los especialistas, lo que queda clarísimo es que si lo vemos así, el oficialismo tiene una urgencia mal disimulada por aprobar la pretendida reforma del compañero Andrés Manuel antes de que se vaya a su rancho a echarse a la hamaca.
Ganar a como dé lugar, arrebatar si es necesario es algo que han hecho oficialista y opositores cuando han estado de un lado y de otro de la competencia, antes y ahora.
Pero quedarse con todo y en este caso, aprobar la reforma a la Constitución para incidir en la formación del Poder Judicial como lo quiere López Obrador, es algo que raya en la obsesión y la terquedad.
En lo particular, me parece que el compañero Andrés Manuel invade la esfera de influencia política de la Presidenta electa Sheinbaum con su empecinamiento en querer que los diputados afines aprueben su reforma.
Con esto, lo que hace es atarle las manos a Claudia, imponerle una agenda política con la que debe tener diferencias y además, le siembra al inicio del camino conflictos que trascienden el ámbito nacional.
Aprobar las reformas constitucionales para que el mecanismo de selección de los miembros del Poder Judicial se defina por popularidad, se ha convertido en una obsesión para Andrés Manuel. Es una especie de revancha contra ese Poder al que no pudo someter en su sexenio.
En ese afán por no contrariarlo en sus últimas semanas, los diputados y diputadas federales de Morena, Verde y el PT -Prácticamente todos los tamaulipecos-, votaron por su iniciativa sin haber sopesado la gravedad de las cosas, teniendo en mente solo mantener el visto bueno del agónico gobierno.
Haberlo hecho en las semanas finales del gobierno de López Obrador y dejarle el problema a Sheinbaum con los gobiernos de Estados Unidos y Canadá mientras él se va a su rancho a querer jugar como el poder tras la silla presidencial, solamente va a complicar las cosas para Claudia.
Mientras tanto, el empeño por querer que el Senado utilice argumentos legaloides para no batallar en conseguir los 86 senadores que necesita para aprobarle su reforma a Andrés Manuel, denota la pobreza de valores y el cinismo con el que algunos miembros de la privilegiada élite morenista llegó al Senado y a la Cámara de Diputados con el favor presidencial.
Ganar a como dé lugar, aprobar la reforma como sea, aunque falten votos, es lo único que importa. Y todavía hay quienes se regodean diciendo que el viejo PRI está muerto.
ESCOTILLA
¿Cuál es la cereza del pastel que quiere colocar Andrés Manuel antes de irse de la escena pública? Dejar en una posición de poder, visible, relevante e influyente a su hijo Andrés, a quien le dicen “Andy”.
Primero fue mencionado como casi seguro secretario general de Morena a partir de la última semana de septiembre y después, la cargada partidista como cuando el viejo PRI dominaba en el escenario político, ya se manifestó en favor del junior presidencial.
El que levantó la mano para aprobar la sugerencia salida desde Tabasco fue el senador Félix Salgado Macedonio dijo que Andrés junior “es un muchacho chambeador, muy conocedor y muy inteligente” y que puede ser el candidato de Morena a la Presidencia en 2030.
Me parece que Félix repite la misma estrategia de Andrés Manuel: Decir sandeces como si fueran algo serio, para distraer con la reacción iracunda a los adversarios. Ni más ni menos.
Por. Tomás Briones
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