Veo un cuadro, un abismo, un fondo de nada, un lenguaje vacío, un azar de ausencias. El sol persigue a la luna disuelta en café con leche. Una lechuga desvelada produce la película de quienes no soñaron.
La experiencia fundamental de la poesía es la otra poesía, la que se queda en las rosas, la pasión que no pudo ser arrancada con los dedos. ¿A qué horas ocurre esto que se lleva los nombres?
En la tinta de las formas, en la naturaleza queda, en el índice de fuego, siempre señalada como rota, queda. La poesía no hecha poema todavía. Llegada y salida, entrada siempre, principal estancia del mundo.
Ahí habitamos, en el amor, en la obra no dicha, en lo que realmente transforma las cosas y los objetos editoriales.
Es Dios en sí mismo, cordial bienvenida sin esfuerzo, sin libo y sin poeta que escriba, sólo que huela, que sienta la pertinente distancia, los colores, y bañar su mirada y enrojecer el alma.
El arte es el intento, la vocación que busca, no siempre encuentra, no siempre busca, a veces nada más encuentra, a veces no encuentra. Es una visión acerca de una piedra, estoy trepado en ella y trato de encender el foco para iluminar el cuarto, para explicar, abriendo las manos, que aquí no hay nada.
El arte es una línea recta frente a un cuadro, un ejercicio de profeta oblicuo, secreta mirada con otro que ve lo mismo pero en zigzag, pensando lo mismo pero de otra forma, con una palidez distinta.
Habitamos un poema, ¿y cómo salirnos?, cuando sales llegas. Es un poema, es un poema no decir, no escuchar no entender, ser nada más, como quiso el poeta, ser en la vida romero.
Bajo los párpados digitales, otro mundo nos observa. En mi noche expongo los argumentos del día siguiente y resurge el clima contrario del viento de un martes muy temprano.
Vivimos el poema poseído por la sensualidad de quien acaba de gozar. ¡¡¡Qué río más tranquilo, qué soledad tan a gusto!!! Tomamos un poema de los árboles, en la raíz equivocada evocamos un jardín, créanme ahora escuchando cosas que nadie dice.
Un solo aguijón cruza el incandescente tiempo intocable, más exacto, el cual está ahí para mencionarlo, darle una fecha, otorgarle un despliegue de sensaciones y formas, un espacio tibio, rozando el cielo, el suelo, el repliegue de la fascinación que nos embarga.
El poema es la revelación de un secreto, es la traducción de un objeto escurridizo, lejano, o tan cercano que es invisible, tan razonable, tan tanto, tan mucho, tan poco. Tan irracional todo el tiempo, perdido juicio, inmerecido significado de las flores.
¿De dónde parte el ojo para ver, de dónde el oído y los sentidos todos engañados? En las sombra lo nunca dicho es, se hace presente, una sola palabra reemplaza el silencio que se ha ido, es entonces el texto, amaestrado para llevar un resistente y frágil voz que se va quebrando con el tiempo.
El poema es un aliado, un intermediario de la naturaleza y las obras, las grandes obras inconclusas, las obras ignoradas, las obras de otros, la de todos juntos en la superficie de la tierra plana.
Poco a poco camino entre la industria del fuego, el humo es la disipación del goce, el espectador saliendo del teatro creyéndose otro.
En los carbones en llamas, en los estamentos de tierra, la frágil figura del ser es un cristo desmayado, un atronador ejemplo de soledad, de mezcla infinita y terca, de arte holgado, en las paredes deshabitadas, en los grafitis soterrados a la ignominia del arte que habló y dijo todo. Pocos escucharon lo contrario.
HASTA LA PRÓXIMA.
Por. Rigoberto Hernández Guevara