MANTE, TAMAULIPAS.- Por las calles de El Mante, el inconfundible y agudo sonido de una armónica alerta a las amas de casa, sastres y tablajeros, de la llegada de Don Rodolfo Hernández, el ilustre doctor del cuchillo y las tijeras.
Don Rodolfo Hernández, es parte del México folclórico y que retrata a uno de los tantos oficios que han logrado sobrevivir al paso de los años, como el del popular “afilador”, el cual afirma, tiene el orgullo de ejercer desde hace más de 40 años para revivir a la herramienta de pico y filo.
El afilador, recordó que, desde hace más de cuatro décadas ejerce el noble oficio, visitando domicilios particulares, recorriendo sastrerías y ofreciendo servicios en carnicerías y alguna que otra clienta que aun confecciona ropa para dama, pues haciendo uso de un sencillo esmeril, logra regresar la línea brillante y plata de los utensilios de trabajo-
Con un recorrido de hasta 15 kilómetros diarios y cargando su antiguo esmeril como principal herramienta de trabajo, Don Rodolfo no solamente ha logrado que este pintoresco oficio permanezca activo en pleno siglo XXI, sino también que forme parte de esa larga lista de oficios que nutren y fortalecen las costumbres más arraigadas a la cultura popular mexicana.
“Solo quedamos dos afiladores en Mante, yo y el güero, para muchos niños y jóvenes se les hace curioso ver a mi esmeril porque está fabricado con un cuadro de bicicleta, pocos saben que les doy vida a cuchillos y tijeras porque, con todo respeto, ellos vienen de la generación de los utensilios de desechable, mira, las tijeras estas han de tener cuarenta años y les sigo dando vida porque fueron hechas calidad para durar”.
Agregó que la mercadotecnia representa la principal amenaza para que el oficio de afilador desaparezca, pues en el caso de herramientas como tijeras y cuchillos que se fabrican actualmente, estos son se mala calidad y al poco tiempo de uso deben ser reemplazados porque no tienen manera de ser reparados, “qué tiempos aquellos cuando las peluquerías, barberías, estéticas, carnicerías, sastres o amas de casa nos esperaban con ansias para darle filo a sus tijeras y cuchillos, ahora son pocos y subsistimos por ellos ya que nos siguen dando la confianza de darle vida a su herramienta y utensilios”.
POR. RAMIRO ORTEGA VALDEZ
EXPRESO-LA RAZÓN