Hoy, en su despedida como presidente Constitucional de México, Andrés Manuel López Obrador seguramente dirá que deja un país transformado y estable económicamente; unido, en paz y con plena libertad de expresión.
Pero también con algunos pendientes por saber que parte de nuestro pueblo sigue lastimado y una parte de la administración pública no ha podido erradicar la corrupción.
Con un mensaje en la ´mañanera’, o quizá a través de un video más tarde, el hasta hoy presidente trataría de justificar su reforma judicial, con que según él se saneará ese poder.
Con él se va toda una caterva de funcionarios abusivos, codiciosos, avaros, políticos perversos y hasta plumas glúteo expedito que le festejaban cuanta ocurrencia le brotaba.
Hay quien sostiene que, durante su mandato, el índice inflacionario en promedio alcanzó el 3.88 por ciento anual; creció drásticamente la cifra de víctimas a causa de la inseguridad –se habla de casi 300 mil asesinados y más de 50 mil desaparecidos y cerca de 500 mil deslazados–, casi medio centenar de periodistas fueron ultimados y el poder adquisitivo del peso, aunque durante años fue al alza, en los últimos meses prácticamente se pulverizó, dada su paridad frente al dólar.
Con el tabasqueño al frente del Poder Ejecutivo, también firmaron acta de defunción (y hasta eso para bien) los partidos Acción Nacional (PAN), el Revolucionario Institucional (PRI) y el de la Revolución Democrática (PRD), para cederle un espacio privilegiado al Movimiento Regeneración Nacional (morena).
Es, al menos, parte de la herencia que deja López Obrador,
Pero él dibuja otro panorama.
Impacto estatal
Hace días en la mesa de diálogo que atinadamente dirige Clemente Castro González –donde coincido con los periodistas María Guadalupe Jaramillo Alanís y Azahel Jaramillo Hernández–, se abordó el tema de qué nos queda a deber Andrés Manuel López Obrador a los tamaulipecos.
En lo personal comenté la segunda línea del acueducto ‘Guadalupe Victoria’, el apoyo a los sorgueros que cada año suelen bloquear la carretera Victoria-Matamoros, a la altura de San Fernando, y dos o tres proyectos más, como el acueducto Pánuco-Presa Marte R. Gómez.
De manera frecuenta en el segundo tercio de su mandato pisó las tierras de nuestra entidad y siempre trajo apoyos.
Ahí están los más de 2 mil millones de pesos que entregó para que se invirtieran en obras en Nuevo Laredo, Reynosxa y Matamoros, fuera del complejo de Aduanas que aún se construye en el municipio neolaredense.
Obviamente no cumplió, al cien, en materia de seguridad pública, pues aun cuando la Guardia Nacional patrulla los caminos estatales bajo ‘la coordinación’ de la secretaria de Seguridad Pública, las situaciones de riesgo se presentan cotidianamente en carreteras, brechas, ejidos y hasta en cabeceras municipales.
Y eso que Tamaulipas desde hace tiempo dejó de ocupa el primer lugar en ejecuciones, levantones, secuestros, extorsión, ‘cobro de piso’ y otros ilícitos.
Tiempos de cambio
Andrés Manuel, en su inicio político-partidista militó en el tricolor, del cual fue dirigente estatal en el llamado edén del sureste; y fue adoctrinado por uno de los últimos ideólogos del tricolor, Enrique González Pedrero, aunque antes se sumó al proyecto del poeta Carlos Pellicer Cámara, abrevando en ambos su identidad progresista.
Otra de sus inspiradores fue la escritora Julieta Campos de la Torre.
Con los tres signó acuerdos para rescatar, primero, la zona chontalpa (ubicada en su natal Tabasco), y desde ahí extender su influencia a toda la comarca olmeca. Pero en su entonces partido le jugaron ‘las contras’, por lo que en 1977 se sumó a la Corriente Crítica priista encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien fuera el primer Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal.
Y fue, precisamente, el punto de partida para apoderarse del Partido de la Revolución Democrática (PRD), pero una asonada interna acabó con su influencia tras dejar la dirigencia. De ahí empezó a gestar el nacimiento de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que como marca política ha resultado todo un fenómeno.
A lo largo de tres décadas, Andrés Manuel López Obrador acarició el sueño de convertirse en un líder nacional para establecer la cuarta transformación del país.
Y en 2018 logró su propósito al ser investido como jefe del Poder Ejecutivo Federal.
Obviamente, tuvo que sortear obstáculos, como fueron investigaciones estrictas acerca del origen de su patrimonio y acciones de corrupción, pero, al final de cuentas, no hubo quien pudiera probarle estar inmerso en juegos ilegales.
Ciertamente su acceso al poder presidencial incomodó a los grupos de interés contrarios –quienes todavía lo consideran ‘un peligro para México’–, pero conforme avanzó su administración se ganó el apoyo irrestricto de millones de compatriotas, gracias a su política social y a la recuperación económica que ha tenido México.
POR JUAN SÁNCHEZ MENDOZA
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