A diferencia de lo que ocurrió en la Legislatura 65, en la actual el bloque legislativo de la 4T luce mucho más sólido.
Obviamente pesa la superioridad numérica, pues ahora son 26 diputados en total si se cuentan a los grupos parlamentarios de Morena Partido del Trabajo y el Partido Verde.
Pero además, la conformación política de las bancadas es muy distinta.
El origen de los diputados, su identidad pues, blinda a Morena contra las prácticas que diezmaron su capacidad de maniobra en el pasado.
Basta recordar que el grupo parlamentario de Morena, aunque mayoritario, estaba coptado por los intereses de algunos alcaldes que se sentían virreyes de sus territorios.
Había diputados que respondían a Mario López, otros a Maki Ortiz y algunos más a Adrián Oseguera, quienes cuidaban celosamente sus parcelas de poder y jugaban a las vencidas en cada iniciativa relevante para la 4T.
Algunos de esos legisladores fueron reelectos, pero ahora bajo una dinámica distinta. Comprendieron -o al menos eso parece por el momento- que su permanencia en el cargo ya no es un favor de quienes alguna vez los incluyeron en las listas de candidaturas.
Hay, desde luego, diversidad al interior del grupo parlamentario oficialista, con algunos legisladores más capaces que otros, y con sus propias filias y fobias, pero en contraste con lo que ocurría todavía hace unos cuantos meses, parece lejana la posibilidad de que alguno sea desleal al proyecto político del gobernador, convertido ya en líder indiscutible de la 4T tamaulipeca.
Lo hemos dicho ya en el pasado. Después del 2 de junio, cambiaron las dinámicas políticas del estado, y por eso veremos una y otra vez cómo el brazo legislativo de Morena actúa en sintonía con los intereses del Ejecutivo.
En contraparte, presenciamos el debilitamiento cada vez más grave de la oposición partidista.
La situación de la bancada panista en el Congreso es un claro ejemplo de ello.
Aunque Ismael García Cabeza de Vaca y los cercanos a ese grupo consideren que su toma de protesta como diputado local es un triunfo político, en realidad es una demostración más de su debacle.
Un espectáculo bochornoso pocas veces visto en esta entidad acostumbrada a los desfiguros: un ex senador que se aferra al fuero, integrándose a una mini bancada, para lo cual tuvo que recurrir a toda clase de chicanas legales -y hasta médicas-.
La situación del panismo tamaulipeco no hará sino empeorar, porque aunque parezca mentira, a cuatro meses de la paliza electoral, todavía no detectan las razones de su derrota.
Como dice el clásico: no entienden que no entienden.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES