En la elección más discutida del presente siglo en el 2006, Felipe Calderón, candidato del PAN, llegó a la Presidencia de la República en medio de acusaciones directas de fraude electoral y con la presentación de evidencias de tener relaciones de complicidad en lo oscurito, él y su partido, con autoridades electorales, con medios de comunicación y grupos económicamente poderosos que se sumaron abiertamente a su candidatura. Felipe Calderón ingresó por la puerta de atrás y a empujones a la Cámara de Diputados y protestó cumplir la Constitución en medio de una rechifla a un lado de la tribuna tomada por los opositores.
Ese mismo día 1 de diciembre de 2006 en el Auditorio Nacional, el Presidente Felipe Calderón anunció al país que daría inicio una guerra interna y para que no quedara duda que era una confrontación armada advirtió que habría muertos y costaría mucho dinero, “restablecer la seguridad no será fácil ni rápido… tomará tiempo… costará mucho dinero, e incluso y por desgracia, vidas humanas. Pero ténganlo por seguro, ésta es una batalla en la que yo estaré al frente, es una batalla que tenemos que librar y que unidos los mexicanos vamos a ganar a la delincuencia”.
Nombró como Secretario de Seguridad Pública a Genaro García Luna quien al frente de la estrategia de la guerra al narco encabezó a las autoridades que iniciaron el exterminio de grupos de delincuencia organizada a los que mataron sin juicio, ni defensa, ni sentencia. En esas acciones murieron muchos inocentes a los que el gobierno consideró daños colaterales. El país se llenó de muerte, de sangre, de odio, de asesinatos y de miedo.
Hoy se sabe que Genaro García Luna, el funcionario que tenía la máxima responsabilidad de garantizar y proteger la seguridad de los mexicanos, era informante y socio narcotraficante de los delincuentes, tal como quedó probado ante una Corte de los Estados Unidos que lo declaró culpable y lo ha sentenciado a pasar casi 39 años de su vida en una prisión de alta seguridad de aquel país por los crímenes que él y sus socios cometieron.
Felipe Calderón tiene la responsabilidad y la presencia en la historia de México como el Presidente panista que traicionó la confianza de los ciudadanos y hundió al país en uno de los episodios más tristes y siniestros de su historia, que tal como afirmó, ha costado muchas vidas y mucho dinero y cuyas consecuencias todavía se sienten cuando está a punto de cumplirse la cuarta parte del siglo veintiuno.
El Partido Acción Nacional, el PAN, es el partido político que permitió la llegada al poder de Felipe Calderón y del narcotraficante Genaro García Luna y le queda la mancha imborrable de haber engañado y traicionado al pueblo de México. La memoria de los cientos de miles de muertos y desaparecidos provocados por la guerra del narco perseguirá al PAN para siempre.
El rechazo político de los padres, los hermanos, las viudas, los huérfanos, los amigos de los miles de hombres y mujeres asesinados en la guerra del narco perseguirá al PAN en cada elección.
El repudio de los millones de hombres y mujeres de bien que perdieron su modo de vida, la paz social y la de sus familias condenará al PAN al fracaso permanente.
Los mexicanos, mujeres y hombres, jóvenes, maduros y mayores, podrán decidir con certeza que el PAN nunca más, porque llevó a los narcotraficantes al gobierno, declararon una guerra interna contra sus enemigos en el narco, enlutaron a decenas de miles de hogares y le arrebataron la paz a México. Con el PAN nunca más. En cada boleta electoral tendrán el refrendo de esa sentencia política. Para el PAN ni perdón ni olvido solo repudio a cadena perpetua.
POR JESÚS COLLADO MARTÍNEZ