Abres la puerta y te sumerges en el mundo maravilloso de los libros. La experiencia se irá multiplicando si lees varios. Un objeto que ya desde la pasta y su diseño dice algo, un llamado al escenario todavía incierto.
Llegaste o alguien te trajo, el caso es que estás aquí y puedes empezar por leer el copyright que refiere la originalidad de la obra, saber quién es el autor, si te suena o te es desconocido y el título que entre más exacto dará sin trucos publicitarios una probadita de la suculenta golosina.
Un libro debe difrutarse o dejarlo a un lado. No hay tiempo para leer todos los libros que podrían gustar. Una gran cantidad de libros son leídos inutilmente hasta encontrar los preferidos, pero era necesario.
El viaje es algo rápido y lleno de interés que absorbe nuestros sentidos, en realidad suele llevarse años. El cuerpo deja de ser prioritario para hacer la mente y la memoria un espacio más amplio.
Los lectores son seres comunes y corrientes, los encuentras en cualquier tienda, a bordo del transporte urbano, sentados en la banqueta a las afueras de una escuela. Llevan una historia que en el hilo narrativo se asemeja bastante a la de ellos, a la propia y a la de todos nosotros.
Cada quien es un libro bajo el brazo, un punto donde la coincidencia nos hace felices y creer que realmente no estamos solos. Somos el libro y nosotros frente a frente. Entonces uno de los dos dice la primera palabra.
Entonces hay libros caminando, caminos que fueron libros, personajes descansando bajo un árbol, Dostoyevski jugando la última carta, Kafka llegando a la puerta arrastras, Heminway conociendo el pez más grande del mar.
Hay libros escritos bajo una mesa, a escondidas, libros que nunca fueron publicados, escritores metafóricos, escritores directos, callados y públicos, cínicos y modestos.
Quedan miles de libros por escribirse, miles de libros cuyas pastas jamás veremos antes de ser destruidos por el olvido, razones no dichas, reflexiones no instaladas en pastas sino en meme de las redes sociales.
Los libro dicen la verdad diciendo lo contrario, es necesario que el lector se oponga con todas sus fuerzas. Hay libros que no tienen un final pero fueron escritos tan lindamente que tienen que leerlos, sobre todo los contemporáneos.
Adentro de un libro hay recados, boletos antiguos, mensajes cortos con recordatorios olvidados, hay otros libros sin memoria, sólo retazos de memoria sin pueblo.
Atrás de un libro esta un escritor o escritora que nos quiere decir algo, pero no siempre lo logra. Hay autores que nos convencen desde el primer párrafo. Libros escritos con amor, con devoción, con coraje, con emoción y por compromiso. Siempre hay autores lejanos y otros muy cercanos a nosotros.
A los mejores escritores se les otorga el Premio Nobel, uno entiende después cómo esto ocurre. Suele ser no muy buen escritor, pero dar en el clavo. Es un autor original que tiene una manera distinta de expresar lo mismo. Es un hombre o mujer que escriben bonito, con magia y encantamiento que te llevan al viaje en el tren sin trasbordar, sin dormir, hasta se ha llegado al destino. Uno baja del libro y descubre una ciudad distinta.
Luego del libro, si es un clásico, uno desea escribir, agarra papel o tinta o frente a ordenador escribe tres líneas que llevan a la gloria, el chiste es seguir leyendo en cada tramo de esta película hasta darnos cuenta que lo nuestro es la lectura.
Bajas del libro y comienzas a leer la vida, los personajes en fila, todos con su drama, el perfil colorido de la calle en una ciudad como la nuestra o como aquella.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA