CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- En una de las noches más sombrías del otoño, un joven estudiante del CBTis 236 caminaba solo por las calles de su barrio, rumbo a casa. Eran casi las nueve de la noche, y su trayecto cotidiano, por la usualmente transitada Calle 6ta, se tornó en una pesadilla en silencio.
A medida que avanzaba, el bullicio típico de la ciudad se desvaneció, y la noche lo envolvió con un manto de oscuridad y desolación.
A mitad de la calle, el joven sintió una presencia antes de verla.
A unos metros de ella, una figura femenina salía de entre sombras, inmóvil.
Era una mujer increíblemente alta, aún más que su propia estatura de 1.80 metros.
No se distinguían sus rasgos; parecía más una mancha borrosa entre las penumbras que un ser humano.
Su cabello oscuro y suelto caía en cascada, ocultando un rostro que no dejaba ver ni ojos, ni nariz, ni boca… nada.
Cada paso hacia ella le producía una mezcla de nervios y parálisis.
La calle, extrañamente silenciosa y vacía, parecía desierta, como si la presencia de esa mujer.
Cuando la tuvo cerca, el joven se dio cuenta de algo escalofriante: la figura no era normal.
No solo se mantenía inexpresiva y rígida, sino que su cuerpo parecía estar envuelta entre sombras que la hacían difusa, como si flotara en la oscuridad misma.
Entonces, la mujer giró su cabeza lentamente y lo que parecían ser sus ojos, se clavaron en él como dagas heladas.
La sensación fue tan intensa que el joven sintió un frío que atravesó su piel hasta lo más profundo de sus huesos. Intentó apartar la vista, pero la mirada de esa cosa, más allá de la muerte, lo sostuvo.
Cada paso que daba sentía su aliento y el peso de sus ojos se le clavaron sin descanso, sin parpadear, sin piedad.
Decidido a escapar, el joven evitó el oscuro callejón que usualmente tomaba para atajar, y caminó recto, tratando de convencerse que todo había sido una alucinación.
Unos metros adelante, se armó de valor y volteó la cabeza para ver si seguía ahí. Y ahí, en la calle vacía… ya no había nada.
Los habitantes de Ciudad Victoria conocen la historia, pero pocos se atreven a recordarla: la leyenda del Fantasma de Las Flores.
Dicen que esa mujer es el espíritu de alguien que murió con un odio profundo y que su alma sigue atrapada entre este mundo y el siguiente, por lo que ronda las noches más oscuras de octubre.
Aquellos que la ven nunca olvidan sus ojos.
Por Raúl Lopez Garcia
EXPRESO-LA RAZON