El tema que más les preocupa a los candidatos presidenciales de la Unión Americana –Donald John Trump y Kamala Devi Harris–, es el migratorio, y su arremetida contra los latinos podría desencadenar una crisis electoral de pronóstico reservado, si tomamos en consideración que en los Estados Unidos existen actualmente cerca de 55.5 millones de hispanos, de los cuales vitan (+/-) 36 millones.
El flujo migratorio, sin embargo, no ha podido frenarlo el muro de la muerte que hace años se levantó en la frontera sur de Estados Unidos, pues los latinos son gente osada que se van de sus países de origen sin que les importe arriesgar la vida en su búsqueda de trabajo.
De ahí que un plano estrictamente personal insista, otra vez –como siempre lo he manifestado cuando de abordar el tema se trata–, que es imposible que construyendo más muros a lo largo de su frontera con México la Unión Americana pueda evitarse el cruce ilegal de migrantes.
Aun así, Trump ha insistido en amurallar los 3 mil 200 kilómetros de la frontera; y Harris propone otras alternativas para aminorar los ‘cruces’.
Esta posición xenofóbica, sin embargo, ha generado cualquier cantidad de manifestaciones en contra, tanto allende el río Bravo como acá de este lado, sin que la señora presidente sepa cómo responder.
En cambio, Trump y Harris, hoy que se realiza la elección presidencial, siguen abriendo fuego contra los hispanos…
Teóricamente están empatados, pero ninguno es garantía de nada en las relaciones bilaterales con México, pues ambos han ensanchado la brecha para llegar a un buen entendimiento, bajo la acusación de que en México no se hace nada para frenar a los migrantes y narcotraficantes, por lo que consideran que aquí nacen los males de su viciosa población.
En fin, hay que estar a la expectativa porque de la elección también, en gran medida, dependerá la relación bilateral con nuestro país.
El embrujo del poder
Refiere una sentencia política que: “no hay nada más embriagador que el poder, pero tampoco nada más peligroso”.
Esta es una gran verdad, porque el ejercicio del poder puede llevar a extralimitarse a quien lo alcanza. Y obnubilar su capacidad de raciocinio, que es el instrumento por excelencia con el que se mueven las piezas del ajedrez.
De ahí la importancia que tiene abrevar en los estudiosos de los fenómenos políticos, quienes recomiendan actuar con prudencia para aprender a dominar las emociones y no por el contrario, ser presa fácil de la irreflexión al momento de tomar decisiones.
Sin lugar a dudas, cada situación es diferente y en función de ello la toma de conciencia resulta fundamental en el desarrollo de un proyecto.
Lo comento porque en México el futuro político implica nuevas y distintas empresas, que es menester abordar con los enfoques y la dinámica que el momento y la circunstancia demandan, si acaso el propósito es seguir caminando hacia delante.
Esto quiere decir que los hombres del poder deben saber dónde hay que detenerse, qué cambios graduales impulsar, con qué amigos o enemigos jugar y cuándo consolidar lo alcanzado.
Comúnmente, la euforia de sentirse influyentes coloca a ciertos funcionarios públicos en un estado de vulnerabilidad, y los vuelve hostiles cuando alguien pone en duda su fortaleza o comete la osadía de desafiarlos.
Por tanto, en el ejercicio del poder hay que confiar más en la sagacidad y estrategia de la gente, considerar tanto a la suerte como a las circunstancias como elementos cambiantes, y procurar rodearse de figuras talentosas.
También resulta pertinente reconocer que el poder tiene sus ritmos y pautas, y, a partir de esta base, colocar a cada funcionario en su justa y real dimensión, a efecto de estar en capacidad de utilizarlos a favor de la misma causa.
Quien en verdad ejerce el poder no debe perder de vista que la esencia de la estrategia consiste en controlar los pasos subsecuentes, ya que la euforia podría alterar su facultad de interpretar y dirigir hacia buen puerto los acontecimientos que se avecinan.
Lo más común entre los subordinados es que el influyentismo se les trepe a la cabeza y actúen más emocionalmente que con razón, al tiempo que muestra proclividad de quedarse en lo establecido y, en el peor de los escenarios, vivir de la fama ajena.
Este tipo de actitudes relajan la capacidad de análisis objetivo y llevan al conformismo, al considerar en forma errónea que todo se encuentra bajo control, pues entonces se estarían restando méritos a quienes en verdad son profesionales de la política o el servicio público, cuando menos.
De lo anterior se desprende una lección, que no por sencilla carece de importancia.
Los hombres y mujeres que conocen y manejan con efectividad el poder, varían sus ritmos y pautas, cambian, se adaptan a las circunstancias y responden, en lo inmediato, a las contingencias.
Es decir, jamás pierden la dimensión del lugar que ocupan y menos se marean.
El símil del manejo del poder, bien podríamos encontrarlo en una de las primeras recomendaciones que hacen los instructores de equitación a sus discípulos:
‘Antes de domar el caballo, hay que domarse uno mismo’.
POR JUAN SÁNCHEZ MENDOZA
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