Los románticos más estoicos aún cantan bajo la lluvia. Normalmente corremos a salvarnos, ponernos bajo un techo a salvo de lo terrible que debe ser el agua para algunos vista de esa manera. Como si la lluvia quemara, trajera tijeras, o nos disolviera en la nada.
La lluvia trasciende los tiempos y siempre recordamos que estaba lloviendo: En «Cantando bajo la lluvia» Gene Kelly y Stanley Donen consiguen el que sin duda es el musical más famoso de la historia del cine. El film es una muestra del impacto que supuso en la industria cinematográfica el tránsito del cine mudo al cine sonoro. No obstante el título: es el baile de Gene Kelly y la lluvia lo que trasciende. La película apenas sí consiguió dos nominaciones al Óscar.
Llueve y «es una bendición» escuché decir a una señora bajo resguardo; si y no, le contesté en voz baja, que no escuchara. Cuando llueve mucho, el agua se mete hasta la cocina y hace un pequeño lago, los objetos y muebles sucumben al naufragio y no vuelven. El agua escurre por un agujero negro. Exagerando he visto colchones pasar por las calles, vehículos flotantes, roperos, estufas, comedores de ocho plazas.
Llueve y se antoja un café con pan. Negro y sin luces, por favor. La cafetería mezcla el suave olor del café con la humedad que se filtra de afuera y el humo del cigarro de quienes salen a fumar. Todavía no se siente el frío como para cerrar la escotilla, dejemos que entre el aire y un poco de brisa.
Si llueve por mucho tiempo, queremos que se quite y se ponga el sol. Y hay regiones tropicales como el Amazonas donde todos los días llueve. Si no llueve, ahí tenemos el desierto bajo el cielo raso y el sol intenso. No son complacencias, en realidad llueve cuando quiere llover. Llueve en otras partes, en la esquina de la casa hubo sequía. Llueve en las regaderas del vecindario.
El cielo está llorando, por las mejillas secas escapan lágrimas de alegría. Llueve en la milpa donde han sembrado esperanza. Gota por gota el cielo cae a pedazos y sacas el paraguas negro, el pantalón de retazos, las botas de hule, el impermeable amarillo. Y llueve en casas sin impermeabilizante, en los patios baja el agua del techo. Ojalá que llueva café en la República Dominicana.
Cuando la lluvia se cansa de ser nube para tornarse precipitación, cuando su tamaño es el adecuado, la gravedad actúa sobre ellas haciéndolas caer hacia la superficie terrestre a una velocidad de entre 8 y 32 km/h, para luego ser absorbidas por la tierra o permanecer en otras superficies hasta evaporarse.
Desde que es nube la lluvia es vigilada por la Comisión nacional del agua que profética anuncia su próxima llegada. Una vez en tierra la lluvia abastece a los lagos, a los manantiales, a los pozos y presas que dan de beber a los animales y al ser humano. Sin duda la lluvia es un espectáculo por donde la veamos, a veces damos gracias por ella.
Desde la ventana se ve el agua caer y se escucha el aguacero. Y eso es bonito. Se ha llenado en un 70 por ciento la presa Vicente Guerrero, quiere decir que habrá agua para el próximo año.
Qué suerte, aquí donde llueve nos tocó vivir diría cristina Pacheco. Por lo demás la lluvia sirve para disimular las lágrimas. Pasa un coche y encima te moja. Se despega la suela y andarías descalzo. La gente diría que estás loco, mas la gente dice esto y lo otro cuando está fuera de contexto: «¡¡¡me hubieras dicho, loco!!! «. Diría un argentino.
«Parece que va a llover, el cielo se está nublado, parece que va a llover ¡Ay mamá me estoy mojando». Sí. La canción entonada por Luis Aguilar y Pedro Infante evocan de nuevo a la lluvia. Una canción ranchera que narra la experiencia de un hombre que sale a la ciudad con su paraguas y lo olvida en la guagua. Se moja en la lluvia, por las calles de la Habana.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA