Es curioso el periodo que vive Tamaulipas: por primera vez en mucho tiempo, el estado vivirá dos años sin elecciones políticas de por medio.
(Cierto, habrá una inédita elección judicial, pero en la que en teoría no participan los partidos).
El estado llega a esta circunstancia en su calendario electoral después de algunas adecuaciones, por ejemplo, la de haber aprobado acortar un año las administraciones municipales de los alcaldes que ganaron en el 2016, para que concluyeran su periodo del 2018, tras solo dos años de gobierno.
Luego hubo una muy particular elección legislativa local en el 2019, donde los ciudadanos solo votaron por sus diputados locales, quienes cumplieron también un periodo reducido para que en el 2021 se empataran los comicios estatales con los federales.
Así, Tamaulipas logró la concurrencia de sus procesos electorales, a excepción del de la gubernatura que por lo pronto, sigue llevándose a cabo un año después de la federal legislativa inmediata, y dos años antes de la Presidencial.
Sigue pendiente una reforma para que también esa se empate, pero la maniobra todavía se antoja compleja porque para ello se necesitaría forzosamente acortar -como lo hicieron en el caso de alcaldes y diputados- un periodo de gobierno.
Las matemáticas indican que las opciones serían recortar el próximo sexenio a dos años o a cinco, y ninguna de las dos alternativas se antoja viable al menos en el futuro cercano.
Más allá de eso, por lo pronto Tamaulipas vivirá en 2025 y 2026 un periodo inédito de dos años sin procesos electorales.
El escenario parece inmejorable para el gobernador.
Aunque es verdad que en el 2027 enfrentará una elección trascendental para el futuro político del estado, también es cierto que Américo Villarreal Anaya gozará de un lapso con el que no contaron sus antecesores para afianzar su control electoral.
Sobre todo, después de haber obtenido en el 2024 -en unos comicios también muy relevantes- un triunfo abrumador en las urnas.
Vale la pena recordar el hito que significó el año pasado para la 4T tamaulipeca: aportaron una cantidad récord de votos a la victoria de Claudia, ganaron una cómoda mayoría calificada en el Congreso, y le arrebataron a la oposición los últimos municipios importantes que gobernaba. Resultados insuperables.
Con ese capital político en las manos y un horizonte despejado de distracciones electorales, el gobernador tiene el tiempo suficiente y la posibilidad en sus manos de amarrar un proyecto sucesorio sólido, y en sintonía con sus filias y sus formas.
Apalancado también en la buena relación que mantiene con la presidenta Claudia Sheinbaum, Américo Villarreal puede maniobrar cuanto haga falta para que en el 2027 no sufran sobresaltos, y en el 2028 vuelva a ganar en las urnas.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES