El CES (Consumer Electronics Show) es mucho más que una feria tecnológica: es el escenario donde las grandes empresas y las startups más audaces se reúnen para mostrarnos lo que, según ellas, será el futuro. Desde Las Vegas, cada enero, desfilan inventos que prometen revolucionar nuestra vida cotidiana, aunque muchas veces lo hacen con más espectáculo que sustancia. Sin embargo, este evento también tiene momentos brillantes, en los que el ingenio humano sorprende al encontrar soluciones innovadoras a problemas reales.
Este año, el CES 2025 destacó por un enfoque dividido entre lo práctico y lo extravagante. Entre los inventos más comentados estuvo la cuchara de Kirin Holdings, que simula el sabor salado sin necesidad de usar sal. Una idea diseñada para combatir problemas de salud como la hipertensión, pero que plantea un debate interesante: ¿estamos llegando al punto de depender de la tecnología incluso para saborear un plato? También vimos el Land Aircraft Carrier, un vehículo masivo que incluye un coche volador en su interior. Sí, suena impresionante, pero, ¿es realmente útil en ciudades donde aún lidiamos con semáforos que no funcionan? Lo mismo ocurre con las gafas inteligentes de Halliday, capaces de traducir idiomas, proyectar datos y reproducir música directamente en tu campo de visión. Una herramienta que puede cambiar la forma en que viajamos, pero que también invita a cuestionar el precio de nuestra privacidad y atención.
Si miramos al pasado reciente, el CES 2024 ya nos había dado pistas de hacia dónde se dirige la industria. Los televisores transparentes de LG y Samsung se robaron los titulares, prometiendo una experiencia visual única que casi desaparece en tu sala cuando no está en uso. Sin embargo, con precios que los hacen inaccesibles para la mayoría, uno se pregunta si no son más una declaración de lujo que una verdadera innovación. Ese mismo año, la bicicleta eléctrica con inteligencia artificial de Urtopia intentó dar un paso adelante al integrar funciones de asistencia personal. Aunque interesante, su recepción dejó claro que no todos están listos para que su bicicleta les hable en medio de un paseo.
Retrocediendo un poco más, el CES 2023 presentó el Aska, un coche volador cuyo precio de casi 800,000 dólares lo posicionó más como un capricho de millonarios que como una solución de movilidad. También vimos el U-Scan de Withings, un dispositivo para analizar tu orina directamente desde el inodoro, con la promesa de darte datos detallados sobre tu salud. Aunque útil en teoría, generó dudas sobre privacidad y la utilidad de tener tanta información en tiempo real.
Es evidente que el CES se ha convertido en un espacio donde el espectáculo y la utilidad se mezclan de formas impredecibles. Por un lado, nos emocionamos con el ingenio humano; por otro, nos preguntamos si estamos olvidando que la verdadera innovación debe resolver problemas reales, no solo impresionar en una vitrina.
¿Qué falta por inventar? Si algo nos enseñan estos eventos es que la tecnología aún tiene un gran potencial para transformar vidas. Más allá de coches voladores y televisores transparentes, ¿qué tal si imaginamos un CES donde el enfoque esté en las necesidades más urgentes de la humanidad? Por ejemplo, dispositivos portátiles que monitoreen nuestra salud de manera asequible, sistemas de purificación de agua que puedan usarse en cualquier parte del mundo, o soluciones energéticas para comunidades sin acceso a la electricidad. La tecnología no solo debe aspirar a asombrarnos, sino a hacernos mejores como sociedad.
El CES es, al final, un espejo de nuestras prioridades. Este año y los anteriores han mostrado avances que son tan impresionantes como cuestionables. Pero, si algo es seguro, es que aún queda mucho camino por recorrer para que las verdaderas innovaciones brillen tanto como los focos de Las Vegas. La pregunta es: ¿estamos listos para exigir que ese futuro llegue antes de que los coches voladores despeguen? Oraleee!!!
Hasta la vista baby.
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Por. David Vallejo