CIUDAD VICTORIA, TAM.- En las humildes calles de la colonia ampliación Tomás Yarrington, 25 familias enfrentan a diario las duras realidades de la pobreza extrema.
Sus hogares, construidos con láminas desgastadas y frágiles, son un reflejo de la precariedad en la que viven. En cada esquina de este sector, el eco de la necesidad resuena fuerte, y las historias de lucha por la supervivencia abundan. La mayoría de estas familias tienen entre tres y cinco hijos pequeños, creciendo en un entorno donde lo esencial para una vida digna es escaso o inexistente. «Necesitamos láminas, aunque sean usadas, para tapar las paredes y protegernos del frío», explica Doña Reina, quien desde hace décadas ha sido gestora social en el sector.
Las bajas temperaturas no perdonan, y las cobijas son un recurso limitado que muchas veces no alcanza para todos. La carencia no se detiene ahí. Ropa, alimentos y artículos básicos son difíciles de conseguir para estas familias.
«A veces no hay dinero ni para el transporte escolar, y los niños deben quedarse en casa», comenta otra vecina, mientras señala el jardín de niños del barrio, que lleva más de cinco años cerrado. Este espacio, crucial para la educación de los pequeños, se deterioró durante la pandemia y desde entonces no ha vuelto a abrir sus puertas.
«El Kinder es fundamental, hay demasiados niños en la colonia que necesitan un lugar seguro para aprender», añade. Las calles de la colonia están en condiciones deplorables. El alumbrado público es deficiente, lo que contribuye a un ambiente de inseguridad que las familias han enfrentado durante mucho tiempo. Aunque la comunidad ha logrado reducir los asaltos organizándose entre ellos, aún queda mucho por hacer. A pesar de estas adversidades, el espíritu de la comunidad se mantiene fuerte. Los vecinos se apoyan mutuamente y han hecho un llamado a la solidaridad de aquellos que puedan contribuir a mejorar sus condiciones de vida. «Lo más urgente son las láminas para reparar los hogares, cobijas para abrigar a los niños y ropa adecuada para el invierno», explican, subrayando que cualquier ayuda, por mínima que sea, será recibida con gratitud.
El panorama es sombrío, pero la esperanza no se apaga en la colonia Tomás Yarrington. Cada contribución es un rayo de luz en medio de la oscuridad, una oportunidad para cambiar la vida de estas familias que luchan por salir adelante.
BRENDA, UNA MADRE LUCHA POR SUS HIJOS
Brenda Yáñez, una madre de 27 años, enfrenta el crudo invierno en condiciones de extrema pobreza junto a su esposo y sus tres hijos en un humilde hogar de lámina y tablas. Desde que se mudaron al sector hace tres semanas, la familia ha vivido días difíciles, soportando el frío con cobijas insuficientes y lidiando con la humedad que se filtra por los agujeros de su vivienda cada vez que llueve. La situación de Brenda es angustiante. Su hogar no ofrece protección adecuada contra las bajas temperaturas, y el pronóstico de temperaturas cercanas a cero agrava su preocupación.
«Creo que nos iremos con mi cuñado; su casa es más segura», comenta Brenda con resignación. Los tres hijos de Brenda enfrentan dificultades que van más allá del frío. Dylan, el mayor, de apenas 10 años, ya asume responsabilidades de adulto. Acompaña a su padre a la sierra para recolectar abono, que luego venden en la ciudad como medio de sustento. Este trabajo, aunque necesario, lo expone al frío y a condiciones duras, sin la protección adecuada.
Odette y la pequeña Isabela de 5 años también sufren las carencias. No cuentan con ropa suficiente para el frío ni con el calzado necesario. Brenda explica que sus hijos necesitan urgentemente suéteres, pantalones y zapatos. «Los niños crecen rápido, y ahora mismo sus ropas están gastadas o les quedan pequeñas», detalla. Además de ropa, la familia necesita alimentos.
«Una despensa sería de gran ayuda, sobre todo para que mis hijos puedan alimentarse mejor», añade Brenda. La alimentación insuficiente es otro obstáculo en el desarrollo saludable de los pequeños. La precariedad se extiende a todas las áreas de su vida. La familia depende de un vecino para el suministro de electricidad y agua, y la casa carece de aislamiento adecuado. «Cuando llueve, todo se moja adentro, y el frío se siente incluso más que afuera», relata Brenda.
El hogar de Brenda refleja las necesidades urgentes de una familia que, pese a su situación, mantiene la esperanza de un futuro mejor. «Si alguien pudiera ayudarnos, lo que más necesitamos es ropa de invierno para mis hijos y una despensa básica», solicita Brenda, dejando entrever la desesperación de una madre que solo desea proteger y alimentar a sus pequeños.
LA VIDA DE ANDREA RODRÍGUEZ En un rincón de la colonia ampliación Tomás Yarrington, Andrea Rodríguez Reina, de 55 años, sobrevive en condiciones desgarradoras. Su hogar, un cuarto improvisado con madera y techo de láminas, no ofrece resguardo adecuado ante las gélidas
Andrea vive con su hijo de 20 años, quien enfrenta empleos eventuales y a menudo se queda sin trabajo. La familia subsiste gracias a la mujer pepena en estacionamientos y colonias cercanas. Con lo poco que consigue, logra apenas cubrir lo indispensable para su subsistencia diaria.
«A veces no trabajo porque el frío no nos deja. No hay cómo salir con este clima,» confiesa Andrea, mientras muestra su pequeño espacio de cocina al aire libre, cubierto por una lámina que a menudo vuela con el viento. «Me abrigo con cobijas, pero el frío entra igual. No tengo luz ni recursos para mejorar mi situación» añade con una mezcla de resignación y esperanza. Las noches heladas se sienten más crueles en su débil refugio. «Me enfermé por el frío, y aunque fui al hospital, el costo de las medicinas es un lujo que no siempre puedo permitirme,» comenta Andrea, quien además sufre de presión alta. Su cuerpo resiente los estragos de la vida en estas condiciones precarias. La escasez es una constante en su vida. La cena de Navidad fue un esfuerzo conjunto con sus hijos, quienes prepararon tamales y frijoles a la charra para intentar pasar un momento cálido en medio de tantas penurias. «Apenas logramos una cena modesta, pero estuvimos juntos,» rememora Andrea con un brillo fugaz en los ojos.
Andrea no pide mucho, solo un poco de ayuda para reforzar su techo y protegerse del implacable invierno. «Necesito láminas, varillas para hacer un techito decente. Con eso podríamos vivir un poco mejor,» expresa con humildad. Su historia es un llamado urgente a la empatía y solidaridad en esta temporada invernal. Andrea Rodríguez Reina es solo una de las muchas personas que enfrentan la miseria en silencio, esperando que alguien extienda una mano amiga para mejorar su realidad.
LA PEQUEÑA ZAMIRA
PIDE APOYO Zamira, una niña de 13 años, ha vivido junto a su familia en una humilde casa de lamina y madera durante los últimos seis años. La vivienda, ubicada en una de las zonas más vulnerables de la ciudad, enfrenta dificultades constantes debido a las condiciones climáticas extremas que azotan la región. Durante una entrevista reciente, Zamira compartió cómo ella y su familia sobreviven a las altas temperaturas que pueden superar los 40 grados y al frío intenso del invierno. «Cuando hace mucho calor, el techo de lámina hace que adentro se sienta más fuerte,» explicó. «En invierno, nos abrigamos con los cobertores que tenemos.»
La familia de Zamira está compuesta por su madre y sus tres hermanas. Su padre no vive con ellas, y su madre trabaja como cocinera en un negocio de comidas para mantener a la familia. A pesar de los esfuerzos de su madre, las necesidades básicas a menudo no son cubiertas completamente. «Nosotros tenemos algunas cobijas, pero no contamos con anafres o alguna otra forma de calentarnos adecuadamente» comentó Zamira.
En días de lluvia y frío, la familia se refugia junta en un solo cuarto para mantenerse calientes. «La semana pasada, cuando llovió mucho, nos juntamos todos en un cuarto porque el otro tiene goteras,» añadió. Zamira expresó su esperanza de recibir donaciones de láminas para reparar el techo y evitar las filtraciones de agua, así como cobijas adicionales para abrigarse en los días más fríos. Además, mencionó la necesidad de alimentos básicos como aceite y frijoles.
La historia de Zamira es un recordatorio de las condiciones en las que muchas familias luchan diariamente por sobrevivir. Su llamado a la solidaridad busca mejorar la calidad de vida de su familia y de otras que se encuentran en situaciones similares. Quienes deseen ayudar pueden ponerse en contacto con las organizaciones locales de apoyo comunitario. «Nos vendría muy bien la ayuda con láminas para el techo y algunas cobijas más,» dijo Zamira con esperanza en su voz. «Cualquier apoyo que nos puedan dar sería de mucha ayuda.
Por Raúl López García