En el artículo de la semana pasada escribí que Trump apoyaba la continuación del exterminio o expulsión de los palestinos de la franja de Gaza. Me equivoqué. Para esa fecha no se sabía que Trump ya había decidido ponerle fin a la carnicería y destrucción israelita sobre Gaza. Trump no está dominado por una ideología rígida y más que pacifista es esencialmente pragmático; calcula donde puede ganar, cuál es su propia fuerza y donde un triunfo ajeno le resultaría muy costoso en lo político y económico.
En noviembre de 2024 Trump había nombrado al mil millonario Charles Witkoff como su enviado personal para el medio oriente. Este empresario maneja cientos de millones de dólares de fondos soberanos de Catar y Emiratos Árabes Unidos. Es judío, con una estrecha relación financiera con las elites árabes y tiene fama de ser un muy duro negociador. Fuentes israelíes señalan que no es un diplomático y no emplea un lenguaje diplomático, es decir que no tiene pelos en la lengua.
El 7 de enero Trump le puso fecha al fin del conflicto y declaró que si no eran liberados los rehenes en Gaza antes de tomar posesión de la presidencia el 20 de enero se desataría el infierno para Hamas, y “francamente para todos”.
Dos días más tarde Trump compartió con 8 y medio millones de sus seguidores un video con explosivas declaraciones del profesor Jefrey Sachs, un muy distinguido economista. Ahí Sachs afirma que Netanyahu, el primer ministro de Israel, maniobró para que Estados Unidos se involucrara en guerras que debió evitar, en particular contra Irak y Siria y que ahora intenta provocar una guerra entre Estados Unidos e Irán. Sachs concluye que Netanyahu es un “profundo y oscuro hijo de …”
Ahora podemos interpretar que con el mensaje “para todos” del 7 de enero y la difusión del video de Sachs, Trump estaba presionando en favor de un cese al fuego en Gaza. En esos días Witkoff le avisó al equipo de Netanyahu que volaría de Catar a Israel para entrevistarse con el primer ministro; le respondieron que por motivos religiosos no era posible recibirlo el 11 de enero por ser sábado y Witkoff, con palabras que aquí no se pueden reproducir dijo que el sábado le importaba un carajo. Netanyahu lo tuvo que recibir.
Las negociaciones en Catar continuaron apresuradamente y para el martes 14 Catar declaró que ya se contaba con un documento final sobre el acuerdo. Hamas lo aceptó y el gabinete israelita lo discutiría el jueves 16.
El miércoles 15 el presidente Biden intentó colgarse la medalla del acuerdo de cese al fuego señalando que era exactamente el mismo acuerdo que el propuso en mayo de 2024. Analistas y medios revirtieron esa presunción señalando que tal acuerdo había sido aceptado por Hamas y que si no le puso fin a la guerra hace ocho meses es porque faltó algo esencial: la presión del gobierno norteamericano sobre el gobierno israelita.
Durante esos ocho meses la administración Biden simuló interés en terminar el conflicto al mismo tiempo que mantenía el intenso apoyo militar y financiero que le permitía a Israel continuar con la destrucción de los medios de vida más elementales de la población de Gaza. Apoyo que permaneció incluso después de que la Corte Internacional de Justicia declaró que la ocupación israelita de Palestina era ilegal y que la Corte Criminal de Justicia emitió una orden de arresto contra Netanyahu por acusación de genocidio. La administración Biden bloqueó múltiples resoluciones y llamados al fin de la guerra en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Internamente combatió los movimientos sociales, muchos de ellos liderados por judíos, que pedían el cese al fuego.
Tras un intento fallido de Netanyahu de acusar a Hamas de crear una crisis de último minuto el gabinete de seguridad de Israel firmó el acuerdo el viernes y se espera que el alto al fuego entre en vigor el domingo 19. Entretanto Israel ha intensificado al máximo sus ataques a la población de Gaza con más de 50 bombardeos tan solo el jueves 16. La prensa israelita señala que el acuerdo fue forzado por Trump y a duras penas aceptado por el gobierno israelita.
El acuerdo contempla tres etapas. La primera fase se desarrollará de manera paulatina a lo largo de 42 días en los que Hamas liberará 33 rehenes, en particular mujeres, niños y enfermos. Por su parte Israel replegará sus tropas fuera de las áreas habitadas; liberará centenares de prisioneros palestinos, permitirá el paso de 600 camiones con ayuda humanitaria al día y de un total de 200 mil casas de campaña y 60 mil viviendas temporales. Una vez liberadas las mujeres rehenes permitirá el paso hacia hospitales de Egipto de heridos. A partir del séptimo día los desplazados del norte de Gaza podrán empezar regresar a sus hogares.
Si durante la primera fase se llega a un acuerdo, habrá una segunda fase de seis semanas en las que se liberará a los rehenes hombres en manos palestinas; Israel liberará más prisioneros y su ejército saldrá de Gaza, incluyendo dejar libre la frontera entre Gaza y Egipto. Si se llega a un acuerdo en la tercera fase se abordará la definición del futuro gobierno y la reconstrucción de Gaza con apoyos internacionales.
El acuerdo es recibido con gran jubilo por la población palestina, pero en Israel enfrenta una importante oposición política que desde ahora anuncia que solo acepta la primera fase y espera retornar a la guerra después de las primeras seis semanas. La esperanza de que se avance a una segunda fase y a la consolidación de la paz es todavía muy endeble. El cese al fuego implica que Israel no consiguió sus principales objetivos. No destruyó a Hamas con el que ahora tiene que negociar y aceptar que será el encargado del cumplimiento de los acuerdos, incluyendo la administración de la ayuda humanitaria. Blinken, el secretario de estado norteamericano recién declaró que Hamas se ha fortalecido con nuevos integrantes voluntarios. También se aleja la posibilidad de que Israel expulse a la población original y colonice por lo menos su zona norte.
La mejor posibilidad de avanzar a una paz duradera se encuentra en una pinza de dos tenazas. La primera es que la entrada de medios informativos occidentales a Gaza genere información sobre la situación de la población, el número de fallecimientos, el grado de destrucción de la zona y múltiples detalles de una historia de horror y sufrimiento. Algo que posiblemente incrementará el aborrecimiento a Israel y la simpatía por la población palestina en occidente.
La segunda tenaza es el narcisismo de Trump; si recibe un alto nivel de aplausos y elogios como pacificador eficaz es más probable que decida mantener una presión duradera sobre Netanyahu y su gobierno para culminar la primera fase y avanzar hacia un acuerdo de paz permanente. Hay quienes ya ven a Trump como candidato al premio Nobel de la Paz si termina con las guerras en Ucrania y Gaza; pocas cosas gratificarían más su ego. Sería un triunfador en vez del administrador de dos fracasos.