El Presidente Felipe Calderón nos heredó la guerra del narcotráfico y también el discurso maniqueo y polarizador de los buenos y los malos a la manera de los catequistas españoles de la colonia que convirtieron falsamente a Quetzacoatl en el representante del verdadero dios y a su hermano Tezcatlipoca en la representación del demonio.
En ese contexto de buenos y malos se inscriben las airadas críticas a la película Emilia Pérez del cineasta francés Jaques Audiard premiada en el festival de Cannes, en los premios Golden Globe de los cuales ganó cuatro, ha sido nominada a los premios Bafta de Inglaterra y en el reciente anuncio de los candidatos al Óscar fue la película qué más nominaciones recibió.
Emilia Pérez activó el chovinismo negativo de los mexicanos ante la crítica externa. Como pasó ante la película Los Olvidados de Luis Buñuel en la que “El Jaibo” y su pandilla de niños y adolescentes pobres es capaz de apedrear inmisericordemente a un ciego o de matar a un niño cuyo cadáver aparece en los basureros de la ciudad.
Es la ofensa de la sociedad mexicana ante el ensayo de Óscar Lewis y su obra Los Hijos de Sánchez que refleja el modo de vida de los pobres que habitan en una vecindad de la Ciudad de México. Es la reacción casi orgánica de los mexicanos ante el retrato de los Vecinos Distantes y sus disparidades abismales de Alan Reading.
Emilia Pérez fue llevada a la conferencia matutina de la Presidenta de México para tratar de obtener una reacción favorable al consenso de las redes sociales en dos temas predilectos de la derecha, la homofobia y la dolorosa búsqueda de los desaparecidos, cuyo número creció exponencialmente desde el inicio de la guerra calderonista y cuyo saldo actual pretenden cargar a la cuenta de los gobiernos de izquierda.
Emilia Pérez es la historia de “Manitas” del Monte jefe de un cártel de narcotraficantes capaz de las peores crueldades, violentas y arbitrarias y en el que el estereotipado aspecto físico del personaje parece hacer juego con esa personalidad, con coronas de metal en toda la dentadura y tatuajes hasta en los párpados.
Manitas del Monte contrata a la abogada Rita Mora para tener acceso a una cirugía que lo transforme en la mujer que siempre ha querido ser y que tuvo que ocultar bajo un manto de crueldad y violencia para sobrevivir en el medio en el que se desarrolló desde su infancia. La abogada cumple el cometido a cambio de una fortuna y el malvado personaje cumple su propósito, se convierte en Emilia Pérez, finge la muerte de “Manitas” y desaparece. Su esposa y sus hijos fueron llevados a Suiza para evitar la posibilidad de todo contacto con su vida anterior en México. Emilia Pérez se convierte en una prospera y adinerada mujer de negocios.
Cuatro años después Rita, la abogada, es abordada en una cena en Londres por una elegante mujer y se da cuenta que es Emilia Pérez que le pide que le ayude a regresar a sus hijos a México, a vivir con ella como la prima lejana de “Manitas” que se comprometió con el delincuente a hacerse cargo de la esposa de su primo y de sus sobrinos.
Circunstancialmente Emilia Pérez recibe información de una madre buscadora que reparte volantes sobre la desaparición de su hijo. Conmovida y en busca de redención contribuye a que esa madre se reúna con los restos de su hijo perdido y emprende una cruzada para patrocinar la búsqueda de desaparecidos partiendo de la base de que, como él, habrá más delincuentes arrepentidos que querrían colaborar.
Ante el desenlace trágico de la película algunas de las asociaciones patrocinadas por ella, hacen una procesión con una imagen de Emilia Pérez que evoca el culto popular del Santo Malverde y de la Santa Muerte. Emilia Pérez es una película musical en el que un coro semejante al de las tragedias griegas se encarga de reafirmar algunas ideas del cineasta francés.
La búsqueda de la paz pasa muchas veces por los caminos de la búsqueda de redención de los victimarios y el perdón de las víctimas. El cese al fuego y después la paz definitiva han sido el resultado de largos procesos de expiación, desde los juicios de Nuremberg después de la Segunda Guerra Mundial, hasta los procesos de reconciliación en las guerras de Corea, de Vietnam, la pacificación de El Salvador, Nicaragua y Colombia y recientemente en el cese al fuego en el conflicto de Gaza y Cizjordania.
Todas las terapias psiquiátricas y psicológicas conducen a los pacientes por los recovecos de la mente para encontrar el origen de los problemas que los desestabilizan y los agobian y en casi en todos los casos requieren una identificación del victimario y el perdón de la víctima que le permitirá encontrar la paz que necesita.
Emilia Pérez es el espejo negro de Tezcatlipoca ante el que los
mexicanos no podemos ocultar nada y en el que estamos frente a nosotros mismos y nuestra necesidad de volver a ser una sociedad unida, sin buenos ni malos, solo de projimos, de seres humanos que deseamos fervientemente vivir en paz y como hermanos. Tiene razón la Presidenta Sheinbaum, en que en México sí hay libertad de expresión y también en que debemos construir la paz conjurando la violencia desde sus orígenes.
POR JESÚS COLLADO MARTÍNEZ




