Antes de 1929, los estudiantes tamaulipecos que querían ser odontólogos, y de 1950, los interesados en titularse de abogados y médicos se veían obligados a emigrar a otras entidades del país para cursar los estudios superiores. Aún no existía la universidad de Tamaulipas.
Lamentablemente, como no todos tenían posibilidades económicas de viajar a las universidades que contaban con las carreras a las que aspiraban, la mayoría de ellos veían frustrados sus anhelos de convertirse en profesionistas.
Esas fueron, entre otras, las razones por las que surgió la necesidad de crear en la entidad centros educativos de nivel universitario, exigencia que obligó a la creación de las actuales escuelas y facultades de enseñanza superior del Estado.
La primera de ellas, la de Odontología de Tampico, se estableció en 1929 y el plantel era administrado por una asociación civil. Dos décadas más tarde nacieron las facultades de Derecho y Medicina, cimientos sobre los que se erigió lo que hoy es la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
La máxima casa de estudios se fundó el 30 de octubre de 1950 como resultado de los esfuerzos de un grupo de profesionistas y educadores de Tampico, a los que tuve la oportunidad de conocer y algunos incluso fueron mis maestros, el médico Alfredo E. Gochicoa, el profesor Artemio Villafaña, el licenciado Natividad Garza Leal, el licenciado Francisco T. Villarreal, el profesor Tirso Saldívar, el médico Miguel Asomoza Arronte y el profesor Julián Terán.
Don paquito Villarreal, por ejemplo, a quien recuerdo con admiración, fue mi maestro de la materia de derecho civil, así como licenciado Natividad Garza Leal, que estaba al frente de la rectoría y tenía su despacho en el edificio colón, ubicado al lado de Telmex de la calle del mismo nombre, y al apreciado don Julián Terán, cuando impartía clases en la preparatoria Uruchurtu y vivía en el edificio Nasrállah en la esquina de las calles Carranza e Isauro Alfaro.
A este último lo conocí el día en que fui a su departamento a recabar información para elaborar un reportaje sobre la historia de las religiones y puso a mi disposición la enorme biblioteca que el docente tenía en su domicilio, acervo de lectura e investigación que me dijo que heredaría al académico Antonio Martínez Leal con el que también entablé amistad, en los años en los que laborábamos en el periódico El Sol de Tampico.
Originalmente la universidad era itinerante, las clases se impartían en edificios habilitados y con muchas limitaciones, incluso cuando se inauguró el centro universitario, porque las nuevas instalaciones carecían de energía eléctrica y los alumnos teníamos que recorrer largas distancias porque los autobuses del transporte no llegaban al sitio de estudio.
Para recodar el 75 aniversario del Alma Mater, el rector Dámaso Anaya, en coordinación con los directores de las distintas facultades y unidades académicas, en el de la Facultad de Derecho de Tampico, de la doctora Elda Ruth de los Reyes Villarreal, preparan diversas actividades para conmemorar el acontecimiento próximo mes de marzo.
Una ocasión propicia para que las autoridades de la institución emprendan acciones que ayuden a recuperar el lugar de vanguardia académica que la universidad tenía en sus primeros años y vuelva a brillar, como antaño. Ese sería el mejor homenaje a los fundadores.
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