CIUDAD VICTORIA, TAM.- El calorcito del mediodía sorprende al mes de febrero. La calle de esta colonia en la periferia está cubierta de una gravilla muy peligrosa para las motos y esto Raúl lo sabe muy bien. El sudor hace que su casco sea aún más incómodo, así como la armadura de plástico en sus brazos y piernas y el chaleco que le identifica como gestor de cobranza.
Día a día recorre los sectores que le han sido asignados para gestionar que aquellos que han caído en mora se reporten y paguen. Muchos creerán quizás que sólo llega a tocar la puerta de casas modestas en colonias populares, pero lo cierto es que Raúl también presiona el timbre de casas de familias acomodadas, pues en este país sacar cosas a crédito es toda una tradición.
Localizar cada domicilio a veces suele ser fácil, lo difícil es hacer que el deudor responda. Muchos se hacen los desentendidos o suben el volumen de la música o les avientan los perros al motorizado en una clara forma de agresión. Pero Raúl sabe que estos son gajes del oficio y no permite que las situaciones lo desanimen, antes bien reafirman su compromiso por realizar la cobranza.
El estresante y hasta mortal tráfico hace esta chamba aún más desgastante de lo que debería ser, además de algunos malos tratos, ‘jetas’ y hasta insultos por parte de los morosos que van acrecentando la dificultad para llevarla a cabo.
Ciertamente se ha creado un aura de negatividad que alimenta el mito, de que los cobradores pueden llegar a ser más que persuasivos, incluso agresivos. Honestamente si el individuo en cuestión hubiese pagado a tiempo, nadie estaría tocando la puerta de su casa para requerirle el dinero que ha quedado a deber.
“Yo no te debo a ti le debo al banco” “A mí no me vas a venir amenazar” “Puedes venir cuantas veces quieras no te voy a pagar” “Yo voy y me arreglo con el gerente” son algunas de las frases que los clientes pueden llegar a proferir con tal de salirse de la suya y no pagar.
Sin embargo, la mayoría de los clientes que Raúl visita si tienen intención de regularizarse. Él también se sabe de memoria los pretextos que ponen, como la crisis económica, la pérdida de empleo y algunos dramas familiares.
Raúl sabe que muchas personas no tienen otra manera de formar un patrimonio más que endrogándose, sin embargo, también le han expuesto como su vida, a partir de la pandemia se volvió un caos que los dejó en una situación muy precaria, pero el tiene una tarea que realizar y es simplemente cobrar, pues aunque ha sido testigo de cosas que le podrían romper el corazón, debe cumplir una meta la cual se refleja en su rendimiento semanal, la cuál es monitoreada por sus supervisores. Como cualquier otra persona Raúl carga con compromisos, preocupaciones y batallas personales que ocupan sus pensamientos al día.
A la larga esto demanda mucha energía y concentración sobre todo a la hora de transportarse en su motocicleta. Por eso aunque es difícil, él deja todos esos temas aparte para concentrarse totalmente en su trabajo. – ¿Si tú pudieras mandarle un mensaje a todas aquellas personas morosas qué le dirías? – le pregunta el Caminante – Simplemente que se hagan responsables de sus deudas, tanto para mantener un buen registro de crédito como para no ser molestados – responde el cobrador.
Los días clave para llevar a cabo la cobranza son alrededor de quincena y en viernes, sábado y domingo, pero si algún cliente está dispuesto a ponerse al corriente entre semana Raúl no lo piensa dos veces y visita a la persona en cuestión.
Hay días que toca hasta 40 puertas, hay otros que llama sólo a la mitad, pero siempre hay a quién visitar. Algunos cobradores llegan a tener mas de un centenar de cuentas qué gestionar. El Caminante y el gestor de cobranza se encuentran muy amenamente platicando, cuando de pronto pasa enfrente de ellos una de las personas a las cuales ha estado buscando durante la semana. Es un joven de veintitantos años que se ha atrasado en el pago semanal de la motocicleta que sacó a crédito. – ¿A poco era hoy el pago?… nombre es que se me juntó con el de ‘Compartamos’ y se me hace que te voy a quedar mal… prefiero pagarle a ellos para que me vuelvan a prestar y así te liquidó la deuda – comenta el chavo.
Raúl le ofrece hacerle un descuento de $200 si se pone al corriente ese momento, pero el deudor simplemente no accede. Al gestor de cobranza no le queda más que darle un día de gracia extra y se despide del moroso. Las horas avanzan y el calor no cesa. El Caminante se despide de Raúl quién aún tiene varios domicilios qué visitar, ojalá que pueda cumplir su meta sin contratiempos. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA