2 junio, 2025

2 junio, 2025

Del sueño a la realidad

De niño soñaba con Correcaminos, hoy es parte del cuerpo médico campeón. Juan Carlos Guzmán vivió el título desde adentro, con el corazón de un aficionado y la vocación de un médico

CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Fue un amor a primera vista, un amor que llegó con la gloria, pero que perduró hasta en los momentos oscuros. Apenas tenía 8 años cuando a Juan Carlos Guzmán Morales le llegó el flechazo, y no de una niña, sino del que sería su amor desde chico: Correcaminos de la Universidad Autónoma de Tamaulipas y que no imaginaría que casi 40 años después, iba a formar parte de ese club e iba a ser campeón.
Juan Carlos creció prácticamente dentro de una cafetería. Sus padres tenían un negocio en el centro de Ciudad Victoria, y él pasaba todo el día ahí, rodeado de tazas humeantes, conversaciones cotidianas y el ir y venir de los clientes. Dormía en su casa de la colonia Lázaro Cárdenas, pero estudiaba, trabajaba y ayudaba a sus padres como parte de una rutina diaria y todo el día era de andar en la zona centro. Esa disciplina, combinada con el cariño silencioso por su entorno, fue forjando a fuego lento el carácter de un niño que más adelante lo apostaría todo por sus sueños.
Fue aquel 23 de junio de 1987, cuando Ciudad Victoria se paralizó, aquel gol de penal convertido por ‘Panchillo’ Cervantes le daba el ascenso deportivo a Correcaminos tras vencer a Querétaro en el Estadio Azteca.
Tras conquistar el ascenso, viajaron a casa, a la capital tamaulipeca. La ciudad abrazada por la Sierra Madre, ya estaban miles de aficionados, el equipo iba a desfilar por la avenida principal y ya los esperaban las y los aficionados que sabían que gracias a esos héroes, Correcaminos era de primera división.
Entre todos esos niños, estaba Juan Carlos. Quien a su madre, le había pedido tras escuchar en la radio el partido y todo lo que se vivía posterior a ello, “llévanos mamá, quiero ir a ver el autobús de los campeones”, aún recuerda esa petición.
Su madre sin saberlo, iba a darle el empujón para que su hijo se enamorara, ese amor que lo llevó inconscientemente a unos años más tarde, estudiar Medicina y a forjar en su corazón el cariño enorme por el equipo de la UAT y que posteriormente sería el doctor de una de las divisiones con las que quedó campeón de campeones.

“FUE UN DÍA INOLVIDABLE”
Juan Carlos confiesa que sabía muy poco del equipo, pues contrario a lo que muchos, ni su padre, ni su madre, ni nadie más era aficionado del equipo, pero cuenta que ese día del ascenso, todos se hicieron naranjas.
“Todo se escuchaba en radio, en televisión, y cuando supe que llegarían porque anunciaron en la radio, le dije a mi mamá ‘llévanos mamá, quiero ir a ver el autobús de los campeones’. Y me llevó, nunca me dijo que no”, contó.
Todas las calles estaban abarrotadas, banderas ondeaban con el escudo de Correcaminos, unos gritaban, brincaban, o simplemente veían y aplaudían, “fue un día inolvidable, una experiencia única. Ver a la ciudad unida para recibir a los jugadores. Recuerdo siempre que los jugadores al llegar, abrieron las ventanas y sacaban medio cuerpo para saludar, ahí vi a los que iban a ser mi ídolos y empezó todo”.
Así empezó el amor por Correcaminos. Así su padre empezó también a ir a los partidos, y creció el vínculo entre equipo y familia, pero que fue más notorio en Juan Carlos y su hermano.
Nunca faltaba a los juegos. Iba a la zona de sol y soportaba el intenso calor, “a veces era un infierno, pero valía la pena. Me tocó presenciar partidos inolvidables contra América, Pumas, Chivas, equipos grandes y a veces les ganábamos. Nos tocaba hacer fila desde las 9 de la mañana para entrar, para los boletos y agarrar buen lugar”, explicó.

LA MEDICINA POR EL FUTBOL
Con el paso de los años, Juan Carlos se convirtió en un fiel aficionado. Su padre y madre que tenían un negocio en la zona centro de Ciudad Victoria siempre compraban el periódico, las notas periodísticas sobre Correcaminos, nunca faltaban.
“Yo leía mucho el periódico desde chico y toda esa etapa de cuando estaban en primera división, todos los días veía que se publicaba de Correcaminos. Curiosamente siempre me llamaba la atención leer lo que hacían antes que era un reporte médico, entrevistaban al doctor Martín Salinas, yo siempre estaba al pendiente de esas notas, y jugando tal vez yo decía ‘quiero ser el médico del Corre’ y como que me llamaba la atención ese tipo de cosas, no sé si inconscientemente fue lo que me orilló a estudiar medicina porque no tengo ningún familiar que se dedique a eso”, detalló.
Correcaminos fue su primer amor. No uno pasajero, no uno de camiseta prestada. Uno de alma entera. Lo siguió en los días de gloria y en los años más oscuros, cuando casi nadie se paraba en el estadio y solo él y su hermano resistían en la grada.
“Me ha tocado vivir de todo, esos años de primera división. Me tocó vivir el descenso, las finales perdidas, todas como aficionado. Lloré de alegría, de felicidad por el club. A veces el estadio estaba vacío, éramos pocos, casi, casi que mi hermano y yo éramos los únicos en una zona muy grande del estadio”, contó.
Y sí, soñó como miles de niños en Tamaulipas, con vestirse de futbolista; pero eligió otro camino. Eligió ser doctor, pero nunca se alejó del fútbol.
“Desde antes de entrar a medicina, yo decía que quería ser el médico de Correcaminos”, recalcó, pero también recuerda que “el futbol siempre me gustó, pero nunca jugué en un equipo de futbol, así que si soñaba con ser jugador pero nunca lo intenté. De hecho jugué más básquetbol, mi mamá pensaba que si jugaba básquet iba a crecer, terminé jugando en la selección de la primaria. Después llegó la pubertad, los demás crecieron… y yo no. Pero fue una etapa muy bonita. La única vez que jugué en un equipo formado fue con la UVB, de hecho fue contra Agronomía en un Interfacultades donde fuimos invitados”.

UNOS AÑOS FUERA DE CASA; REGRESO AL SUEÑO
Gracias a su estudio, Juan Carlos tuvo que salir de la capital. A terminar sus estudios con las residencias y después por trabajo. Su camino profesional fue largo. Tras salir de Medicina en la Universidad Valle de Bravo, trabajó en Nuevo Laredo, en el área rural con Prospera en Hidalgo y otros municipios… Hasta que presentó el examen nacional y logró la especialidad en Medicina Familiar. En 2018, al fin, regresó a Victoria.
A pesar de estar lejos, nunca dejó de ser aficionado. Cuando podía, volvía a casa, y si había partido, el estadio era una escala obligada. Una de esas visitas, sin embargo, marcó uno de los días más duros que recuerda y lo que fue un año para el olvido.
“Para mí esa fue una doble tragedia”, dice recordando con una mezcla de risa y nostalgia aquel día del 2012, cuando Correcaminos disputó la final de ascenso ante León. “Yo trabajaba en Hidalgo, Tamaulipas. Me regresé temprano solo para ir al estadio. Me estacioné en el 21 Mina y me fui directo al Marte. Cuando salí… ya no estaba. Me robaron mi Spirit 93 color arena, interiores rojos, por si alguien lo ve”, dice entre risas que esconden la frustración. Pero el golpe no acabó ahí: “Encima perdimos esa final, nos golearon. Ese torneo fue algo triste, de verdad”.
Aun con ese trago amargo, nunca dejó de volver. Nunca dejó de creer. Porque para él, el fútbol no era solo resultado, era identidad.

LLAMADO DEL DESTINO
El destino, que suele recompensar a los tercos de corazón, se encargó del resto. El doctor Abner Borrego, sabiendo de su pasión por el club, lo invitó al equipo de Tercera División en el 2022.
“Me acuerdo que le dije: ‘Voy aunque no me paguen’. Estaba emocionadísimo. La primera vez que llegué, me sudaban las manos, cuando me dieron indumentaria del club… fue algo único de verdad”.
Y entonces, la vida le hizo un regalo de esos que no se empacan, pero se quedan para siempre. Conoció y trabajó con figuras que antes solo veía desde la tribuna: Medina, Max Castro, Leo Castro, Dimas, Guerra… incluso el presidente Garibaldi. Ya no eran ídolos lejanos, ahora eran compañeros.
“He conocido y trabajado con personas que antes vi jugar desde la tribuna. Es un honor poder compartir ahora con ellos, pero hay uno en especial que después puedo decir que fue mi amigo, Sansininea, que en paz descanse, hicimos una amistad y son cosas de las que agradezco porque él fue mi ídolo de infancia”, expresó.
Ha vivido grandes anécdotas como una reciente en una carretera, “hemos tenido incidentes cuando regresamos. Hubo un accidente y nos quedamos a la altura de El Salto, casi en medio de la nada. Duramos horas. Nos bajamos para caminar y recorrimos unos 5 kilómetros y llegamos a una fonda, y llegó el dueño y él nos recordó que ahí comía el club de primera división. Se tomó una foto con nosotros y nos dijo ‘van a ser campeones’, y tenemos pendiente la vuelta”, explicó.
Pero nada se compara al momento cumbre. Al día que su corazón vivió una final desde donde siempre soñó estar: el banquillo. El día del campeonato de Correcaminos de la Liga Premier.
“Cuando llegamos a Celaya y avanzamos, el grupo se sentía muy seguro, muy unido. El profe Dimas y Guerra han trabajado mucho y los chavos han trabajado muy bien. Cada minuto es adrenalina. Llegué sin canas y mira ahora como estoy”, dijo.
Sobre la final contra Leones Negros, “En diciembre ellos nos habían eliminado y en la final y fue una revancha. Fue lo mejor nos que nos pasó que nos enfrentáramos a ellos. El primer título fue muy especial, tocar la medalla, el trofeo”, subrayó.
“A mi hermano fue el primero que le hablé, fue algo especial, una felicidad que no tiene comparación, él muy feliz porque se sentía especial y parte de, porque sufrimos de todo apoyando a este equipo. Hay cosas que quisieras tener en ese momento, gente que te vio luchar”.
“Me llevé mi medalla al hospital y la presumí, hay muchos que tiran carrilla entre amigos. Pero ahora que con la medalla en el pecho, todo rebota”, dice orgulloso.

“FUE UNA EL GOL DEL CAMPEONATO”
Como si su cabeza fuera una reproductora de video, cada que puede recuerda el momento de la final de Campeón del Campeones en el que Correcaminos enfrentó a Uruapan, y es que cuando parecía todo perdido apareció el gol del milagro y el que él bautizó como el gol del título.
“Todos apoyamos, todos gritamos, el empate de Eguia, fue el gol del campeonato, con ese gol los tuvimos en la bolsa. Yo lo vi a la altura y vi como hizo la comba y nombre fue una locura. Fue una energía llena, fui muy feliz, todo valió la pena, el estrés o sentimientos se liberan”, puntualizó.
“Ser campeón es único, ser doblemente campeón, es más. Que la gente hablaba de ello, que las redes sociales, de verdad muchas cosas pasaron por mi mente, desde aquel niño que fue a mirar a los jugadores, hasta lo que he vivido”.

‘NO ES TRABAJO, ES MI HOBBY’
Para Juan Carlos, su verdadero trabajo es el Instituto Mexicano del Seguro Social, por la tardes, pero en las mañanas va a su ‘hobby’.
“Siempre digo que en la mañana voy a mi hobby, y más tarde entro a trabajar al IMSS. Estoy en el corazón del club. Lo disfruto muchísimo. Todo por el fútbol”.

“SUEÑA CON TRASCENDER”
Aunque asegura que está feliz en donde está, no descarta que algún día esté en el primer equipo, aunque ya probó las mieles de primera división hace tiempo en un partido donde fue de auxiliar del médico por una suspensión del titular, “nombre fue una experiencia muy bonita, fue en este mismo año contra Morelia, fui a ayudar, y créeme que fue uno de los mejores días de mi vida”.
“Mi sueño es trascender en el primer equipo, yo estoy feliz estando donde estoy. He llegado a estar en TDP, fui incluso con la Sub-17, disfruta mucho uno estar con jugadores que van ascendiendo. Yo quisiera estar en el primera. Soñaba con estar en el ‘Corre’, llegué de rebote y la he aprovechado, pero si Dios quiere algún día estaré ahí”, expresó.

DEDICACIÓN ESPECIAL: “HUBIERA QUERIDO QUE ME VIERAN”
Juan Carlos guarda los recuerdos de sus logros laborales en cuestión de la medicina general y del deporte, tal y como si fueran medallas, como trofeos del alma. Pero estas dos medallas obtenidas recientemente con Correcaminos Premier, le duele no haber podido entregar en persona a sus padres.
“Sin duda se lo dedico a mis papás y hermanos, especialmente a ellos, también al resto de mi familia. Es raro. Hay cosas que hubiera querido que vieran mis padres. Mis papás fallecieron en el 2020, antes de estar en el club, y también soñaba con dar clases donde yo estudié medicina. Se me dio la oportunidad y yo tenía contemplado seguir, pero me llegó la posibilidad de entrar al equipo por mi amigo Abner… y adiós sueño de ser maestro”, cuenta entre risas que no disimulan el nudo en la garganta. “Ese tipo de cosas que logré… que he logrado, y que pudiera lograr más adelante, son las cosas que querría que mis papás supieran y que vieran”, agrega con lágrimas contenidas y un suspiro que dice más que mil palabras.
También no olvida lo que hicieron sus hermanos. Su familia ha sido sostén y motor. “Mis hermanos siempre han estado ahí. Mi hermana me ayudó a pagar la carrera, mi hermano también… hasta me pagó unos extraordinarios”, recuerda con gratitud.
Hoy, cuando pueda, visitará a sus padres. Llevará las medallas pero también llevará las historias, el orgullo. “Sin duda hay que agradecerles… les voy a llevar la medalla, y seguramente, como quiera, me vieron”.
‘¿Qué les diría si pudiera?’, se le preguntó al doctor Juan Carlos… “Les daría las gracias… porque ellos siempre estuvieron al pendiente, simplemente siempre estuvieron. Fortalecieron el cariño por el equipo, por mi carrera. Gracias a ellos soy lo que soy”.
Y aunque ha cumplido su sueño de vestir las playeras de Correcaminos, no se detiene. Sueña con seguir creciendo y con llegar algún día al primer equipo. Pero si no ocurre, no pasa nada. Porque ya vive su mayor triunfo: pertenecer a lo que ama.
“Soy feliz en Correcaminos. Vivo un sueño. Daré todo por hacer bien mi trabajo y seguir aquí. Y cuando ya no me toque estar… seguiré siendo naranja. Seguiré en la tribuna, apoyando a todos porque siempre seré Correcaminos”, finalizó.
La historia de Juan Carlos Guzmán es la de un niño que pidió ver pasar un autobús de campeones, sin saber que décadas después, él mismo estaría subido en uno con unos jóvenes campeones. Es la de un joven que, sin un balón en los pies, soñó con curar a los que sí lo llevaban. La de un aficionado que resistió los estadios vacíos, las derrotas dolorosas y hasta el robo de su coche por ver a su equipo.
Ha vivido la gloria en carne propia y aunque sus padres ya no están para aplaudir desde la grada, él camina seguro sabiendo que le dejaron la brújula correcta: el valor del esfuerzo, el amor a la camiseta, la fidelidad en las derrotas y sobre todo la humanidad ante todo.
Juan Carlos es el testimonio vivo de que los sueños de infancia, cuando se cuidan y se luchan, terminan encontrando la forma de cumplirse.
Porque mientras muchos lo ven caminar por la cancha como médico, él sabe que va marchando con el niño de ocho años que se enamoró de un club… y con los padres desde otra tribuna, lo siguen viendo ser campeón.

POR DANIEL VÁZQUEZ
EXPRESO-LA RAZÓN

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