CIUDAD VICTORIA, TAM.- En medio de una temporada marcada por altas temperaturas, vientos fuertes y múltiples siniestros tanto en zonas forestales como urbanas, el Congreso de Tamaulipas tomó una decisión que marca un punto de inflexión en la lucha contra los incendios provocados: endurecer las penas a quienes atenten, por acción u omisión, contra el medio ambiente.
El diputado local, Francisco Hernández Niño, que es presidente de la Comisión de Bienestar Social, anunció reformas al Código Penal del estado que elevan a delitos graves los incendios intencionales o por negligencia, en terrenos forestales, áreas verdes y vegetación natural.
Lo anterior basado en lo que ocasiona este tipo de actos.
“Detrás de cada incendio provocado hay comunidades desplazadas, aire contaminado, especies destruidas y suelos devastados”, advirtió el legislador al presentar la iniciativa.
La nueva legislación contempla no solo castigos para quienes encienden fuego con dolo, sino también para quienes, por descuido o irresponsabilidad, dejan residuos o materiales inflamables expuestos.
“Esto es legislar con los pies en la tierra, con responsabilidad y con sentido de urgencia”, subrayó Hernández Niño, tras recordar que muchos de los siniestros registrados en el estado han sido originados por conductas humanas evitables.
En lo que va del año, miles de hectáreas han sido arrasadas por incendios forestales en la región, afectando tanto a comunidades rurales como a reservas naturales.
La situación ha encendido las alarmas entre autoridades ambientales, cuerpos de emergencia y legisladores, quienes coinciden en que es momento de aplicar sanciones más severas.
Las reformas buscan castigos ejemplares y representan un mensaje claro:
“Tamaulipas no será refugio para quienes lucran con el desastre ecológico”, sentenció Hernández Niño, reiterando el compromiso del Congreso con la protección ambiental y la seguridad pública.
Con estas medidas, se espera frenar la tendencia creciente de incendios provocados y fomentar una mayor conciencia social sobre el daño irreversible que causan estas prácticas.
Por Antonio H. Mandujano
Expreso-La Razón