Cuando pase la contingencia que atraviesa el estado por el embate de Barry, y el incremento en los niveles de los ríos, se podrá hacer una evaluación de la reacción de las autoridades, pero hasta el momento, hay poco para reprochar.
En particular, llama la atención el interés que ha puesto el gobierno del estado por atender la amenaza de un desbordamiento del río Tamesí en el sur de Tamaulipas.
El mensaje, basado en los pronósticos de especialistas, ha sido claro: viene una crecida histórica del afluente que podría afectar a cientos de familias que habitan cerca de sus márgenes.
No se trata de incurrir en alarmismos, pero en estos casos más vale caer en exageraciones y no en omisiones que ante la gravedad de los hechos pudieran incluso resultar criminales.
Así lo ha dejado claro una y otra vez el gobernador Américo Villarreal en las reuniones que ha encabezado desde el centro de mando.
De la misma magnitud ha sido la respuesta del gobierno federal. Lo demuestra la presencia desde hace dos días en Tampico de la coordinadora nacional de Protección Civil, Laura Velázquez Alzúa. Y claro, la visita de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien además de revisar los avances de los programas de salud, supervisará el trabajo que se lleva a cabo para proteger a la población que se encuentra en riesgo.
También para después de la emergencia quedará una nueva reflexión, urgente, de la relación de los tampiqueños con sus cuerpos de agua.
Durante décadas, ha vivido en la memoria colectiva el recuerdo de la devastación causada por huracanes como el Hilda y el Inés.
Pero a la par de la romantización de aquellas tragedias, también ha ido quedando en el olvido la percepción de habitar una región bajo amenaza constante de los fenómenos climáticos.
Acaso porque la “leyenda” urbana de los extraterrestres ha llegado demasiado lejos, pareciera que se ha bajado la guardia en la zona conurbada.
En ese contexto, una tormenta tropical menor como Barry ha sido suficiente para recordar el estado de vulnerabilidad en el que habitan miles de personas vecinas de los ríos Tamesí, Pánuco, o del sistema lagunario.
Ojalá al final sean menores las afectaciones por el inminente desbordamiento que se espera en los próximos días. Como sea, la naturaleza ha dejado claro, una vez más, que no hay muro ni superstición que contenga sus ciclos, y que la única defensa real es la preparación responsable y continua.
Por. Miguel Domínguez Flores




