5 diciembre, 2025

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Una tarde en las cercanías de Vietnam 

CRÓNICAS DE LA CALLE/ RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Soy el pasto que te ve desde el estadio, en la lumbrera soy el azul del cielo que escapa de la noche y brilla, si observas detenidamente y luego cierras los ojos, notarás tu existencia única eterna y efímera. Eres como el alfa y el omega, el café con leche, la inventora del loche y la tanda local, ganadora de la lote en cuadro chico, crees que nadie te mira y seduces a los peces grises del barrio. Nadie te ha visto, para que se te quite.

Soy lo que nadie ve y sin embargo la posibilidad existe, el turno y el tiempo fue apartado por un rico millonario. Conmigo hay objetos jamás vistos, en la ciudad los recuerdos mantienen el estatus de los hombre de a pie. El tren todavía va por la vía. Y nadie no ve. La transparencia es un intento de ausencia. Muchas historias no debieron existir por atroces, pero la vida es así y el cuerpo resiste.

La mañana es esta casa en tus ojos. Amarte es una vez latir en tus calles, es la revolución ante una espera del microbús, un poblado chico dentro de otro, una historia junta pero no revuelta. Ya sabes. La vida de tantas veces vivirla se repite en automático hasta que roto el espejo nadie recuerda su nombre. Jamás nadie recuerda haber abrochado las agujetas.

Pudimos nacer por una de las grandes leyes de las estrellas, en una galleta envuelta en aluminio de una galaxia lejana. La vida después de una buena charla con una taza de café es inmediatez. Pudimos haber nacido en medio de la calle. Pudimos nacer dos veces, comer dos veces, dormir did veces y así todo el tiempo dos veces.

Pudimos ser esfera, cubo de juguete, pelota encontrada después de muchos años, papel maché, vacía sonrisa de un aparador, ruido de muchos que se acercan, pude ser lo oculto detrás del biombo, la luz apagada y encendida un minuto después, el libro del amigo todavía no leído, el olvido, pude ser lo que no conozco, del puebloal cual no he ido.

Esta vez vine para conocer el mundo y recordar aquel, en donde fui yunta de bueyes. Quien sabe la verdad, de eso solo tengo sospechas y evidencias insostenibles. Hoy mismo me siento aire que transporta un poco de humo para que la gente tosa y no se crean mucho.

Imagino manejar los hilos de la realidad a mi gusto. ¿Qué caso tendría? Entonces buscaría ser los frenos para descubrir que todo es inútil, el tiempo no se detiene. Buscaría rosas en el mar, dos pesos juntos en la bolsa con muchos años siendo amigos. Buscaría mi otra mano para que se saluden y sea lo primero que hagan cuando se levanten. Buscaría el dol con el temor de que no exista y así comenzaré mi carrera como buscador implacable, y el espeluznante inhallable.

Seré balón de fútbol que un niño como yo golpea con cuidado para no hacer daño. Seré la pared que el balón golpea y que anima a los concursantes a tirar muy recio, seré irá el balón por los ojos de todos bailando en el aire.

Dibujo las casas de afuera, las antiguas construcciones que se detienen con una raya, me late el sol, este es el camino que lleva a otro cuerpo, a las demás voces, al resto que guarda silencio, el desocupado momento de los labios, dl dibujo perfecto en lo imaginario.

Vuelvo en la “U” de un semáforo, atravesado en tus cruceros. Un día salto un salto, otro día enciendo un cerillo para apagar un cigarro. El encierro concluye al sacar la mano de un tambo de 200 litros, y una persona la velocidad a la cual dé una sesión terapéutica. No nos vemos. Yo no existo. Tampoco este antes tuvo regular importancia.

HASTA PRONTO

Por. Rigoberto Hernández Guevara

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