6 diciembre, 2025

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La rebelión de la reata en la huasteca tamaulipeca

A mediados de 1869, el intrépido General Diódoro Corella informó al Presidente Juárez de la inseguridad imperante en el sur del estado.

CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Afines de 1868 las cosas se recrudecieron en Tamaulipas, pues los rebeldes no pararían hasta derrocar al entonces gobernador Juan José de la Garza, quien por esas fechas sufrió la muerte de dos de sus hermanos: Jesús y Zeferino, uno de ellos ahorcado después de padecer tres meses de secuestro por parte de las fuerzas de Manuel M. Cuesta y Braulio Vargas.

Meses después, el legendario diario capitalino, El Monitor Republicano, publicaba a finales de marzo de 1869, la nota “Han sucumbido por combatir a Garza”, donde se daba a conocer que, entre otros, habían fallecido el hermano de don Pedro J. Méndez, don Gabriel Méndez, ahorcado en El Arcabuz; don José María Uribe, alcalde de la vecina Santa Bárbara; don Eusebio Hinojosa, alcalde de Casas y muchos ciudadanos y militares más los cuales fueron fusilados o quedaron colgados en los caminos por ser correos, exploradores o sospechosos. En la anterior cifra, no se contaban los que murieron en las acciones de armas de El Muerto, El Forlón, La Panocha, Presas, Ciudad Victoria y San Fernando, sumando la cantidad de 340 tamaulipecos.

Al finalizar el primer trimestre del año, Benito Juárez se sentía preocupado por la situación en Tamaulipas, por lo que pidió al general Sostenes Rocha que se sumara a las fuerzas de Escobedo para operar en la pacificación de la entidad y lograr la paz, según Octavio Herrera, el gobierno nacional no descartó que se utilizaran los medios políticos, aun en contra de la negativa del gobernador.

LA PRENSA CAPITALINA SIGUIÓ DE CERCA LOS ACONTECIMIENTOS
El 22 de abril de 1869, el corresponsal del Monitor Republicano en Tula, se quejaba amargamente de las depredaciones que a la sombra del gobierno de Juan José de la Garza cometían algunas autoridades municipales. El mismo reportero dijo que había sido víctima de arbitrarios y crueles actos por parte de la autoridad de Tula. Añadiendo que lo que el pueblo tamaulipeco repugnaba era tener un gobernador en quien la fama pública y la historia encontraban una mancha de semi-traición en tiempos del Imperio y que se haya impuesto para el cargo de orden suprema, valiéndose de perversas combinaciones electorales.

A mediados de 1869, el intrépido general Diódoro Corella informó al presidente Juárez de la inseguridad imperante en el Sur de Tamaulipas, y de la dificultad de combatir con éxito a los bandoleros que había en la región. Los alzados seguían luchando para derrocar al gobernador Juan José de la Garza y tenían muchos adeptos en la zona rural.

La prensa de la capital informaba, que el 7 de mayo de 1869, el coronel Braulio Vargas y Manuel M. Cuesta estuvieron en Ciudad del Maíz al mando de 500 tamaulipecos, exigiendo un préstamo de quince mil pesos. La mitad de la fuerza rebelde marchó a Rioverde y el resto regresó a Tamaulipas por el rumbo de los Morelos.
Las operaciones entre Jaumave, Llera y Ocampo.

A principios de junio de 1869, el 5o Batallón de Línea marchó a situarse en la villa de Jaumave, con el fin de evitar las visitas que hacían a esta población los defensores de Cuesta y Braulio Vargas. Por esos mismos días, el general Martínez fue nombrado comandante militar del 4o Distrito, mientras que las fuerzas del coronel Becerra, que operaban desde meses atrás en la región de Antiguo Morelos, se habían situado en Altamira, con el objeto de asegurar la comunicación de Tampico ante los constantes ataques de la gavilla de Arturo Sacristi.

El 20 de julio, estando en Santa Bárbara, el coronel Diodoro Corella al mando de la 3a División de la Línea del Sur de Tamaulipas, tuvo conocimiento que el cabecilla Nieves Hernández se encontraba con su fuerza en un lugar llamado Joya de Salas, Jaumave, por lo que emprendieron su marcha a la una de la madrugada al punto mencionado, llegando a las diez de la mañana a San Lorenzo, continuando por el único camino, que es el que conducía al Infiernillo, en cuyo lugar nos e podía transitar a causa de haber saltos de rocas colocadas del tal modo, que casi se tuvo que pasar en hombros los caballos. A tres horas del Cañón, a la izquierda, a la falda del monte en una loma, llegaron a un rancho llamado Tarjeas, apartado del camino real y oculto en el bosque. Serian como las siete de la noche, del día 21, cuando del monte de la izquierda rompieron fuego sobre tres exploradores avanzados, cargando inmediatamente el coronel con la guerrilla de caballería que llevaba descubierta y otra de 15 infantes, entre el “yerbajal” sobre el enemigo, entablándose el fuego por ambas partes. En el parte de guerra, Corella mencionó que los rebeldes huyeron, aunque defendiéndose largo tiempo, dejando ocho caballos ensillados, monturas, mosquetes y carne.

No se logró capturar a ninguno por lo malo del terreno, espeso monte y obscuridad de la noche, añadiendo que el enemigo debió tener varios heridos. Según los informes de los vecinos del Pinto, jurisdicción de Llera, y el fuego que hacían serian de 80 a 100 hombres que dijeron pertenecer a las fuerzas de Sixto Acevedo y Nieves Hernández, entre ellos se encontraba el cabecilla Braulio Maldonado. Ese mismo día 21, a esos de las diez de la noche, comenzó un huracán con agua tan fuerte, que duró hasta la mañana del 22, hora en la que los federales continuaron hasta El Pinto.

El coronel Corella finalizaba su parte diciendo, que el camino que conducía a Joya de Salas era una vereda por sierra muy alta, en extremo dura, y con voladeros seguidos, por lo que al estar ya muy fatigados y con la convicción que los rebeldes ya no estaban ahí, retrocedieron de las Tarjeas, jurisdicción de Santa Bárbara, cuyo rancho mandó incendiar, tanto por su posición que se prestaba a ser guarida de bandoleros, como por que supo que sus vecinos estaban todos del lado de los rebeldes. Corella ordenó a los vecinos del Infiernillo y El Pinto que se retiraran a San Lorenzo, por ser esos puntos puras madrigueras de los alzados.

El 29 de julio, estando en Santa Bárbara, las fuerzas de Corella marcharon de vuelta a Joya de Salas por órdenes del gobernador, pero ahora lo hicieron por El Platanito, al noroeste de la villa. En ese punto fue avisado que Nieves Hernández se encontraba en Las Animas, lo que fue confirmado por sus exploradores, y como ese camino era el mejor para llegar a la Joya, continuaron por él. En Las Animas encontraron a Nieves Hernández, el cual huyo dejando el campo sin levantar.

Corella siguió por el cañón de la Joya de Molina para la de Salas. En ese punto se le incorporó el coronel Fuero con la fuerza de Villanueva, que venía de la mencionada Joya. Siguiendo las instrucciones del gobernador, Corella ordenó que el teniente coronel Villanueva siguiera de Jaumave a Llera, mientras que él lo hacía de la Joya a Llera, cruzando la sierra para salir muy probablemente a donde ahora está El Encino.

CORELLA RECORRIÓ TODA LA ACTUAL BIOSFERA DEL CIELO
El 1 de agosto de 1869, Corella perseguía a Nieves y Encarnación Hernández por el cañón de la Huascana, y habiéndose dispersado en Las Animas, persiguió su huella, la cual perdió poco antes de llegar a La Puente en los Pedregales. El día 3 salió por el cañón que va a la Joya de Molina y forzando la marcha llegó a la de Salas, donde sorprendió a una partida de Encarnación, mandada por el comandante Manuel Ferral, que estaba en el cañón al oriente de la misma Joya, tomando nueve prisioneros. Después agarró a 23 soldados de Nieves, los cuales habían obtenido permiso de éste para sembrar sus labores, tomándolos presos.

Quedaron en poder de Corella diez y nueve caballos, nueve mulas, diez y seis monturas, dos machetes y nueve armas de fuego. Al pasar por el ahijadero de Monte Alverne corrieron diez presos de los que estaban con licencia para sembrar, aprendiendo sólo a uno, el cual fue inmediatamente pasado por las armas en ese mismo lugar. Ahí mismo fusilaron a 9 de la partida de Ferrel, quedando presos el resto.

En ese lugar se le presentó Casiano Báez, agente fiscal de Llera, con diez hombres, pidiendo aceptar sus servicios, los cuales acepto el coronel. Báez le informó que estaban en poder de esa villa los pronunciados Acevedo y Avalos. Corella informó al gobernador, que, aunque esa población estaba a seis leguas de distancia, esa noche, al salir la luna marchara sobre ellos para caerles al amanecer.

Y efectivamente, para el día 3 de agosto se encontraban en Llera, donde aprendieron al sargento segundo Zacarías Morales, de la partida que mandaba Francisco Avalos, el cual, al ser identificado, fue pasado por las armas. El agente Báez informó que el juez Andrés Sánchez, puesto en el cargo por los sublevados, le había exigido para ellos la suma de ciento ocho pesos, los cuales fueron restituidos a la agencia fiscal.

POR MARVIN O. HUERTA MÁRQUEZ
EXPRESO-LA RAZÓN

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