Cinco siglos nos separan de Maquiavelo, pero la naturaleza del poder —y de quienes lo ejercen— parece no haber cambiado.
La permanencia del poder
Aunque las formas cambian, la esencia del poder permanece. Los partidos, los sistemas electorales, las redes sociales y la globalización han transformado la política, pero no la ambición humana. Como lo vio y describió Nicolás Maquiavelo en el siglo XVI en su obra El Príncipe, el poder no se basa en ideales, sino en realidades. Y en México, bajo el dominio de Morena, esa vieja lógica parece renacer con nueva piel.
El contexto de Maquiavelo
Maquiavelo escribió El Príncipe en 1513, en un contexto de guerras, traiciones y cambios constantes en el poder en las ciudades-estado italianas. Florencia, su ciudad natal, era un hervidero político: repúblicas caían, principados se levantaban, y los papas participaban como actores militares y diplomáticos. La política era inestable, feroz, y profundamente humana.
El autor no pretendía moralizar, sino describir el arte de gobernar con crudeza. Para Maquiavelo, la virtud del gobernante no radicaba en su bondad, sino en su eficacia para mantener el poder y garantizar la estabilidad del Estado.
Ideas clave de El Príncipe aplicables a hoy
– “El fin justifica los medios”: el gobernante debe estar dispuesto a usar el engaño, la fuerza o la crueldad si eso asegura su permanencia en el poder.
- La manipulación de la imagen pública: El príncipe debe parecer virtuoso, aunque no lo sea.
- El control de la narrativa: Maquiavelo aconseja crear enemigos internos o externos para unificar al pueblo bajo un enemigo común.
- El uso del miedo con moderación: Más vale ser temido que amado, siempre que no se llegue al odio.
Caso histórico: César Borgia
Maquiavelo admira a César Borgia, hijo del Papa Alejandro VI, como ejemplo de astucia política. Supo ganarse el favor del pueblo, eliminar rivales con engaños y proyectar una imagen de fortaleza. Su fracaso no fue por errores políticos, sino por factores externos (la muerte de su padre y la pérdida de apoyo papal).
5. El México actual: Morena y el nuevo “Príncipe”
En México, Morena ha consolidado el poder con una eficacia que evoca las enseñanzas de El Príncipe. Su líder fundador entendió, como Maquiavelo, que la legitimidad no se obtiene necesariamente por la coherencia moral, sino por el control del relato, la identificación con el pueblo y la eficacia en el uso de los recursos del Estado.
• Simulación de virtud: Morena promueve un discurso de austeridad, honestidad y rescate moral, mientras incorpora a figuras como Manuel Bartlett o exgobernadores priistas —que antes criticaba— en alianzas pragmáticas. Como bien lo había explicado Maquiavelo: el príncipe debe estar dispuesto a no ser bueno cuando la bondad pone en riesgo su dominio.
• Alianzas pragmáticas al margen de principios: Ya sea con Bartlett, los Yunes o incluso entornos donde el crimen organizado tiene influencia, importa menos la ética que conservar el poder. Aquí resuena la lógica maquiavélica: “el poder se preserva con hechos, no con escrúpulos”.
• Control de la narrativa y polarización: Como advierte Sartori en Democrazia: Cosa è (1993), cuando el concepto de ‘pueblo’ se presenta como indivisible, homogéneo y exclusivo, se erosiona el pluralismo. Esa construcción dicotómica “pueblo bueno vs élites corruptas” legitima la concentración del poder social y político.
• Gobernar sin mediaciones: Woldenberg ha señalado en ¿Hiperpresidencialismo? que se impulsa un modelo en el cual la voluntad del líder se asume idéntica a la voluntad del pueblo, reduciendo partidos, instituciones y contrapesos a simples obstáculos.
• Democracia de resultado sobre reglas: La advertencia de Bobbio en The Future of Democracy (1984) es clara: la democracia pierde su sentido cuando la eficacia y el consenso inmediato desplazan las reglas y la institucionalidad. Así, la prioridad pasa a ser el poder más que la legitimidad democrática.
POR FRANCISCO DE ASÍS




