6 diciembre, 2025

6 diciembre, 2025

Aranceles; más vale tarde…

Faljoritmo/Jorge Faljo

En la semana han ocurrido giros relevantes en la política económica seguida por el gobierno de México: denotan, pese a sus limitados alcances una fisura en la ortodoxia imperante durante décadas, un reconocimiento, algo tardío, de la difícil situación y peores perspectivas en que se encuentra el país y, finalmente una más definida elección geopolítica.

El primer cambio es la imposición de aranceles a productos importados de países con los que México no tiene tratados de libre comercio y que son variables y en algunos casos alcanzan hasta el 50 por ciento del valor importado. Se aplicarán aranceles a multitud de rubros minuciosamente desglosados y que, a un nivel más genérico atañen a las importaciones (no todas) de autos y autopartes, industria textil y de prendas de vestir, plásticos, electrodomésticos, juguetes, calzado, muebles, papel, entre otros.

La argumentación que acompaña la medida es substancial:
“Durante años, la economía nacional se integró a cadenas globales de valor bajo esquemas que favorecieron la importación de insumos lo que provocó la pérdida de ramas productivas esenciales y una creciente vulnerabilidad frente a choques externos. La apertura comercial, si bien amplió los mercados, no siempre se tradujo en una mayor capacidad tecnológica ni en un incremento del contenido nacional en nuestras exportaciones.”

Un texto que hace recordar el diagnóstico del Plan Nacional de Desarrollo, 1995 – 2000 sobre el periodo de Salinas, una etapa con fuertes entradas de capital y proceso de substitución de capitales productivos, es decir empresas calificadas de premodernas que fueron sacrificadas en aras de una modernización que no incremento substancialmente la producción y si sacrificó el empleo y el bienestar de la población. Y terminó en desastre.

La historia se repite porque se siguió la misma ortodoxia neoliberal. Los considerandos de la Ley de Impuestos generales de importación y de exportación publicado en el Diario Oficial de la Federación del 19 de diciembre de 2024 dice que de 1995 al 2000 la tasa media de crecimiento de la producción textil y de la confección creció al 6.5 por ciento anual, a partir del 2000 el crecimiento fue mínimo y de 2019 a 2023 la industria textil decreció al 4 por ciento anual y la de la confección al 5.1 por ciento anual.

El decreto señala que el acelerado crecimiento de 1995 al 2000 se debió al TLCAN, lo que es incorrecto. Después de esos años el TLCAN se mantuvo pero la producción se vino a pique. El alto crecimiento 1995 – 2000 se debió a la competitividad de la moneda nacional abaratada por la devaluación; el bajo crecimiento y el deterior posterior se asocian a los esfuerzos por tener un peso fuerte.

Sin embargo los aranceles impuestos en el decreto de diciembre de 2024 fueron notoriamente insuficientes, sobre todo en un contexto de abaratamiento de las importaciones. Habría que ver si los nuevos aranceles logran tener impacto.

Al respecto hay opiniones discordantes. Según Jorge Guajardo, ex embajador de México en China el arancel de 50 por ciento les hará cosquillas a las importaciones de autos chinos; dijo que para proteger la industria nacional el arancel debe ir del 100 hasta, de ser necesario el 150 por ciento.
El hecho es que los aranceles deben considerarse a prueba; no porque suenen altos funcionarán. Habrá que ver si realmente frenan las importaciones que afectan a nuestros productores y consiguen los objetivos que expone el secretario de economía, Marcelo Ebrard: proteger el empleo e incentiven la inversión en 19 sectores industriales estratégicos.

¿Porque ahora poner aranceles? Un motivo es que, por fin, se reacciona ante la destrucción industrial en marcha. De 2023 a 2024, el último año con estadísticas completas la confección textil cayó un 8.5 por ciento; la de prendas de vestir se redujo en 15.2 por ciento, la de calzado y productos de cuero en 15.2 por ciento también; la de madera en 15 por ciento y la de papel en 7.5 por ciento. Esto es lo que los considerandos de los nuevos aranceles llaman “la pérdida de ramas productivas esenciales y una creciente vulnerabilidad frente a choques externos”. En los últimos datos anuales se observan importantes deterioros de la minería, la electricidad, la construcción y un crecimiento mínimo de 0.03 por ciento de la manufactura en el que se contraponen algunos aumentos en exportaciones con el deterioro de la producción para el consumo mayoritario.

Los aranceles afectan sobre todo las importaciones procedentes de China. Es lógico; en 2024 le vendimos a china 9 mil 937 millones de dólares y le compramos 129 mil 795 millones de dólares. Lo que da lugar a un déficit de 119 mil 858 millones de dólares. Básicamente le vendimos productos básicos y materias primas de bajo valor agregado y le compramos desde bisutería hasta insumos intermedios, electrónicos, maquinaría y bienes de consumo de alto valor agregado. Un intercambio muy desigual en cantidad y calidad.

En el sexenio anterior el déficit con China creció de 75.8 a casi 120 mil millones de dólares impulsado por una estrategia de elevación del consumo y bienestar de la población sustentado en el incremento de importaciones abaratadas por el peso fuerte. Se podía pagar ese déficit gracias al superávit con los Estados Unidos y las remesas, dos rubros que están siendo golpeados por la administración Trump.

Si los aranceles logran su cometido será inevitable que la población tenga que pagar más por su consumo; lo que requerirá una estrategia de comunicación franca y una estrategia económica que acelere la reactivación del empleo y las capacidades productivas deterioradas en los últimos años.
Lo que exige tener un gobierno con recursos económicos y no timorato. Lo que lleva a otra posible causa de los aranceles. Se aumenta el impuesto a los refrescos y la captación se destinará a salud; se elimina la deducción fiscal de los bancos al IPAB y habrá ingresos por aranceles. Todo ello llevará a un modesto incremento de 0.3 por ciento en la captación fiscal en 2026. Eso y nada se parecen mucho. El gobierno rasguña el fondo del barril buscando ingresos pero no se tocarán las fortunas gigantescas, las herencias de cientos y miles de millones de dólares, no habrá un impuesto realmente progresivo a los altos ingresos. Seguiremos siendo un paraíso fiscal para los super mil millonarios.

Los aranceles y los esfuerzos por mayor captación fiscal son pasos hasta ahora tímidos, pero sin duda derivan de una visión algo más realista de la situación y perspectiva en que se encuentra el país.

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