Los alcaldes del sur de Tamaulipas han cumplido con el mandato legal de rendir su primer informe de gobierno. No se trata solo de un acto protocolario, sino de un momento para medir, aunque sea en parte, el pulso de la administración y contrastarlo con la vida cotidiana de la gente.
Armando Martínez en Altamira, Erasmo González en Ciudad Madero y Mónica Villarreal en Tampico acudieron al llamado de la ley y de la política: presentar logros, enumerar proyectos, mostrar cercanía. Cada uno con su estilo, cada uno desde la realidad de su municipio.
Altamira con su rostro industrial, Madero con el turismo como motor y Tampico con la tradición comercial y de servicios. Tres ciudades distintas, con identidades propias, pero con problemas comunes que todos los ciudadanos conocen bien: servicios públicos, seguridad, transporte, desarrollo económico, desarrollo urbano y ecología.
En Altamira, Armando Martínez resaltó obras de infraestructura, el impulso a salud, educación, deporte y ecología, además de gestiones para atraer inversiones que generen empleo. También puso sobre la mesa la transparencia, al instruir que todas las dependencias rindieran informes públicos.
En Ciudad Madero, Erasmo González subrayó la inversión histórica en obra pública, la promoción del turismo como palanca de desarrollo y los programas educativos, sociales y ecológicos que han buscado apoyar a la población. Destacó la coordinación con los gobiernos estatal y federal.
En Tampico, Mónica Villarreal habló de avances en cultura, deporte, obra pública y proyectos ecológicos, además de becas para estudiantes. Mencionó también mejoras en servicios como la recolección de basura, el rescate del centro histórico y proyectos turísticos para fortalecer la ciudad.
Estos logros merecen ser reconocidos. Nadie puede negar que se está trabajando, que hay proyectos caminando y programas en curso. Pero sería un error pensar que con eso basta.
Las calles dañadas, el drenaje colapsado, el transporte deficiente, la inseguridad o la contaminación siguen presentes en la vida diaria de la gente. Y esa realidad no se esconde con cifras ni se disfraza en discursos.
El ciudadano escucha lo que se informa, pero mide lo que se vive: la basura que no pasa, la lámpara que no enciende, la calle que se inunda. Ahí está la verdadera evaluación de cada gobierno.
Durante años, la diferencia de colores partidistas fue la excusa perfecta para justificar los rezagos. Hoy ya no existe esa justificación: los tres municipios, el Estado y la Federación son gobernados por Morena.
Esa coincidencia política debería convertirse en ventaja. Ya no hay pretextos para la falta de coordinación. Si hoy los tres alcaldes caminan por la misma ruta que el gobierno estatal y el federal, los ciudadanos esperan ver resultados mucho más sólidos.
La zona conurbada no se entiende en pedazos. Sus problemas —inundaciones, vialidades, transporte, seguridad y medio ambiente— rebasan límites municipales. Por eso es indispensable pensar y actuar en conjunto, más allá de la foto del día del informe.
El ciudadano tiene derecho a esperar más: calles seguras, servicios eficientes, crecimiento ordenado y entornos saludables. No se trata de pedir lo imposible, sino de exigir que lo prometido se cumpla y que lo informado no se quede en el papel.
Reconocer lo hecho es importante, pero subrayar lo pendiente es necesario. Los avances deben ser el punto de partida, no la meta final. Y el trabajo apenas comienza.
Porque más allá de los aplausos, lo que realmente cuenta es la vida diaria de la gente. Esa es la evaluación que ningún informe puede esconder y que ningún ciudadano deja de tener presente.
Hoy, los ciudadanos no solo esperan resultados: exigen que los compromisos se conviertan en hechos concretos. Que las promesas de los discursos se reflejen en calles transitables, escuelas mejor equipadas, servicios eficientes, seguridad palpable y entornos más limpios. La verdadera prueba del primer año apenas empieza.
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