5 diciembre, 2025

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Los añicos del PAN

Hora de cierre/Pedro Alfonso García Rodríguez

En la memoria de Óscar Almaraz Smer. QEPD.

Si a Morena y a los morenistas les costó casi tres años depurar al estado de todos los candados impuestos por los hermanos Cabeza de Vaca en Tamaulipas, al PAN estatal su recuperación tras la polarización y el golpismo prácticamente no ha sucedido, y pareciera que en el corto plazo tampoco sucederá.

Aunque previo a la alternancia política de 2016 tuvieron triunfos significativos, fue hasta la llegada de Francisco Javier García Cabeza de Vaca cuando pudo consolidarse la fuerza que por años muchos de sus militantes habían luchado por alcanzar.

Durante la década de los 90, la lucha democrática del PAN fue la más legítima de todas. Siempre contó con figuras que cuestionaron al priismo y que no claudicaron en su empeño por impulsar instituciones electorales que aún hoy garantizan elecciones libres y legítimas, aun con todos los excesos que el exgobernador cometió en las instituciones tamaulipecas.

Pero al PAN, ni su tradición democrática ni la apabullante llegada del cabecismo —patrocinado por el calderonismo y por élites priistas— le otorgaron la fuerza suficiente como partido para hacer frente a cualquier otro instituto político o figura de la entonces oposición.

Cabeza de Vaca fue genio y figura. Si bien su llegada provocó un efecto de propagación del panismo al resto del estado y la disminución del alcance institucional del priismo, la convicción de repartir poder y recursos entre familia y cómplices redujo cualquier posibilidad de afianzar el liderazgo de un partido recién llegado al poder y, en ese entonces, ya amenazado por el crecimiento desmedido de Morena.

Y casi tres años después de la catástrofe panista, del ascenso morenista y de todo el conflicto póstumo —resuelto apenas hace unos meses—, el PAN sigue sin rumbo fijo ni liderazgos definidos.

Sólo quedaron ecos de estructuras de poder que ya no existen; sí cuentan con recursos, pero con poco margen de maniobra al no recibir las bondades presupuestales.

En la actualidad se distinguen únicamente tres grupos del pasado reciente, además de otros sin un rumbo claro respecto a su futuro y/o preferencias.

A la cabeza del grupo dominante se encuentran todavía el exgobernador, su hermano y el diputado Gerardo Peña, así como el control de un personaje como Luis René “Cachorro” Cantú, ensombrecido por otras figuras del panismo y con poco margen de acción en su natal Reynosa, controlada por las fuerzas de la familia Ortiz Peña.

La realidad política reynosense los deja sin un territorio definido y, como sucedió durante toda la administración estatal anterior, su fuerza se reduce a la que conserva el grupo político nacional que los llevó al poder en 2016.

En el centro y sur del estado, tanto César Verástegui como el alcalde Jesús Nader Nasrallah representan los liderazgos más fuertes en cuanto a presencia territorial y resultados electorales históricos. En términos realistas, son los dos grupos más relevantes, con la fuerza suficiente para una operación política seria. Ninguno de los dos ha manifestado abiertamente su intención de controlar el partido, quizá para evitar conflictos con los Cabeza de Vaca, expertos en dinámicas tóxicas.

En la frontera sobreviven el grupo de la exalcaldesa de Matamoros, Leticia Salazar, y en Nuevo Laredo figuras como Félix “Moyo” García, Chava Rosas, Imelda San Miguel y Yahleel Abdalá; ninguno, hasta el momento, dispuesto a cuestionar el dominio de los hermanos Cantú Rosas bajo los colores de Morena.

En Victoria, César Verástegui ejerce influencia en personajes como Arturo Soto. Recientemente apareció en una foto con el fallecido exalcalde Óscar Almaraz, cuya imagen, pese a su lamentable muerte, aún cuenta con respaldo de un sector de la población victorense y del empresariado local. Al PAN le convendría un movimiento oportuno que aglutine todas esas simpatías a su favor.

Más aún con el regreso, directo o indirecto, de los exgobernadores victorenses a una escena política que fue secuestrada por los hermanos Cabeza de Vaca. Ya sin el verdugo, pasean libres con sus grupos y sus colores.

La misma radiografía del panismo nacional es la del estatal, y pareciera que la vía más realista para el partido es la continuidad de los Cabeza de Vaca como dueños de un instituto político que sobrevive de patrocinios.
Y, sobre todo, de políticos que rompen todas las reglas de la política, como sucede en muchas partes del mundo, y en el país vecino del que por cierto, son ciudadanos.

@pedroalfonso88

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