Conforme la flotilla Sumud que intenta romper el bloqueo israelita se acerca a la costa de Gaza se acrecienta la tensión internacional y el riesgo de ataques sangrientos. En cerca de 50 embarcaciones de mediano y bajo calado viajan más de 600 voluntarios de 44 países, entre ellos México, que tienen la intención de entregar ayuda humanitaria, en particular alimentos, medicinas, agua y una clínica móvil.
Desembarcar esta ayuda en la costa de Gaza significaría romper el férreo cerco israelita que somete a más de dos millones de palestinos a la tortura del hambre y la sed y que lleva a la muerte a los más débiles, niños y bebés.
La flotilla ha sufrido un par de ataques con drones y se ve sometida diversas formas de acoso, como el bloqueo de sus señales de radio. En sentido contrario en todos los puertos del mediterráneo desde los que zarparon las naves, y los que tocan en su recorrido han recibido muestras de apoyo entusiasta de la población.
Es el resultado de un cambio lento pero perceptible en todo el mundo en rechazo a la masacre de la población palestina y a la destrucción hasta los más profundos cimientos de sus viviendas e infraestructura.
Abundan las manifestaciones multitudinarias en Francia e Inglaterra entre otros países a favor de la liberación de Palestina. En ellas destacan los grupos de judíos anti-sionistas opuestos al genocidio que lleva a cabo el gobierno de Israel. Son ellos, los que al deslindarse del crimen, establecen una barrera al incremento del antijudaísmo en Europa y en el mundo.
Tal cambio de la opinión pública ha impulsado a Australia, Canadá, Francia, Portugal y Reino Unido a reconocer al Estado Palestino. Es de momento algo meramente simbólico que no va acompañado de verdaderas medidas de poder como sería dejar de venderle armas y repuestos bélicos, impedir que en sus puertos atraquen cargamentos de armas destinados a Israel, romper relaciones diplomáticas.
Empiezan si, en Europa a discutir posibles sanciones personales contra dos o tres lideres políticos israelitas e incluso romper tratados comerciales que en los hechos elevarían los aranceles de los productos importados de Israel. Pero más bien parece que la marea del descontento popular obliga a los gobiernos a manifestarse retóricamente sin acciones de verdadera fuerza.
No obstante, ahora cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde reside el verdadero poder, reconocen a Palestina. Lo que no implica atacar a Israel sino insistir en que el fundamento de la paz se encuentra en la coexistencia de dos pueblos con iguales derechos.
Otras señales de cambio se han hecho evidentes en la 80 Asamblea General de las Naciones Unidas que se encuentra en curso. Aparte de discursos donde se emplea ya sin reticencias el término genocidio para referirse a la masacre en marcha, hay voces crecientes que piden un cambio en el gobierno interno de la organización para hacerlo más democrático y multilateral.
Por ejemplo, la presidenta de un pequeño país, Eslovenia, cuestionó que un solo país pueda vetar, en contra de la posición de los otros 14 miembros del consejo de seguridad, una resolución a favor de detener el conflicto, que Hamas libere a los rehenes israelíes y que Israel permita la entrada de ayuda humanitaria. El veto ejercido por Estados Unidos iría en contra de los más elementales derechos humanos y el espíritu fundamental de la organización.
Es muy posible que el tono crítico en contra de Israel y de refilón, en contra de los sucesivos vetos ejercidos por Estados Unidos para protegerlo hayan sido el motivo de fondo del caótico y agresivo discurso de Donald Trump en contra de la ONU y de hecho contra prácticamente todo el mundo, aliados y adversarios. A la presidencia de Trump le toca observar un cambio de fondo en el equilibrio de poder global que se traduce en un declive relativo del poder de los Estados Unidos.
México se ha sumado a declarar ante la Asamblea General que el avance democrático global requiere fortalecer el multilateralismo y eliminar el derecho de veto en las Naciones Unidas. Tal vez más llamativo aun es que la presidenta Sheinbaum ha expresado que lo que ocurre en Gaza es un genocidio y que México es el primer país en darle reconocimiento de embajadora a la representante de Palestina.
El uso del término genocidio era tabú hasta hace unos meses; ahora ya no se puede disfrazar el verdadero fin de la masacre cuando son las intenciones evidentes, incluso declaradas, por altos funcionarios del gobierno israelita y de su estructura religiosa.
En este contexto la flotilla Sumud abandera la lucha exterior en favor de la población de Gaza. Los intentos para detenerla son de varios tipos, ataques, amenazas y propuestas de que haga llegar la ayuda que llevan por otros medios. Uno es entregarla en Chipre al Patriarcado Latino de Jerusalén, parte de la iglesia católica, para que este se encargue de llevarla a Gaza. Otra es que se entregue en el puerto israelita de Ashkelon y que sea Israel el que la distribuye. Los que hacen tales propuestas desean evitar una confrontación que parece inevitable y no entienden el propósito de la flotilla.
La ayuda humanitaria que lleva la flotilla es en realidad simbólica; 300 toneladas no son tan importantes como los centenares o miles de toneladas que Israel tiene detenidas en la frontera entre Gaza y Egipto. La flotilla pretende romper el cerco marítimo y establecer el precedente de que puede entrar ayuda humanitaria por la costa de Gaza.
Israel ha declarado que los voluntarios de la flotilla son terroristas y que los detendrá a toda costa; ante intentos similares en el pasado no ha dudado en usar la violencia en aguas internacionales.
Por su parte el primer ministro de España Pedro Sanchez ha dicho que los ciudadanos españoles tienen el derecho de navegar en las aguas internacionales del mediterráneo y para defender ese derecho ha enviado un buque militar. El gobierno de Italia rechazó los ataques con drones a la flotilla y la amenaza a sus ciudadanos, incluyendo parlamentarios italianos y ha enviado dos buques militares. Ambos, España e Italia, manifiestan que estas escoltas son preparativos para posibles tareas de rescate y no amenazas a Israel.
Todos quieren evitar una confrontación que puede ser sangrienta. De un lado Israel actúa con una agresividad sin límites éticos o legales, del otro los voluntarios siguen dispuestos a poner su vida en juego en el intento. Pase lo que pase el resultado sacudirá al mundo.




