De una cosa que se dice hay otras mil que se pueden decir pero elegimos estas. Las otras palabras, las que no dijimos y aquellas que ignoramos, viven cada cual por su lado creando versiones del mundo, dejando clara evidencia del conflicto y de la condición humana.
Una palabra rebelde construyó un puente y del otro lado hizo un país. Las palabras son como las personas y dependen del carácter unas de otras. Las palabras que brotan para decir algo dependen en gran manera del sentimiento del vato.
Palabras que son de quienes se las apropia, la tierra es de quien la trabaja aunque nada tenga que ver una cosa con la otra. Las palabras no se compran en las tiendas y sin embargo a veces nos cuesta mucho decirlas.
El mundo, son escasas palabras, crees la historia incompleta por falta de recursos. Existen en el pasado y el presente cosas indescriptibles, sucesos que nadie observó, sucesos que todos vieron pero nadie vio. Dicen que lo que se ve no se juzga, no obstante una fotografía no muestra el infierno que cada participante pueda traer por dentro.
Con las palabras se crea una página inolvidable y multicitada por contundente. En el camino la palabra derrota las propias contradicciones que por su cuenta son capaces de crear ciudades enteras, cuestión de que usted se lleve la finta y las crea.
Una palabra no sustituye a otra tal como una persona no lo hace con otra. Además, la palabra una vez dicha no tiene vuelta. Lo primero que se dice es la verdad, lo demás es el complemento para justificar tamaña mentirota.
A las palabras como a las personas se las lleva el viento. La humanidad ha hecho hasta lo imposible por prolongar la vida. También hizo hasta lo imposible por prolongar la palabra.
En cambio, sumergidas en las profundidades del océano, están las palabras prohibidas. Las palabras que por alguna razón nunca se dijeron y ahora lucen desfasadas. En ese montón muchas veces está la realidad echa pedazos, cuando tomamos una de esas palabras y la traemos al presente nadie la reconoce.
Hay palabras hackeadas, palabras prohibidas, palabras que no dicen nada, palabras escritas, grabadas, olvidadas, palabras sin sentido, palabras correctas e incorrectas, choros mareadores, discursos vanos, falsas promesas, rollos del mar muerto, geroglíficos en las paredes de los cuadernos de quinto.
Hay palabras tan lógicas que si no se dicen la gente piensa que ya se dijeron y las da por un hecho. Eso crea un agujero en el tiempo. La realidad de lo que puedo haber sido y no fue rebasó el embuste. De esa suerte si un vato fue feo, nunca sabremos qué tan feo, si sus mejores fotos fueron con retoque en blanco y negro.
Las palabras no tienen género aún cuando se pretende someterlas. De modo que una palabra dicha hoy, cambia, si asi lo desean sus mercedes, su sentido metafórico y vuelca un tráiler con 40 toneladas de tortillas, buenas para la rápida rapiña, que aquí no hay, dice una señora.
Dice el anuncio de una librería en la frontera : «si no puedes cruzar el puente, las palabras lo harán por ti». Pero otra palabra le habla al oído, con claridad le conmina a cruzar por el río. Los migrantes tienen un mismo lenguaje y una pareja mirada, quien escuche a uno escuchó a todos. Hay que entender lo lejos que están de su tierra, sean quienes sean.
Al decir una palabra, la original se queda con nosotros y el resto de copias dime paloma negra dónde andarán. Las palabras más virulentas se vuelven mentiras. Un drama, con el tiempo es una comedia bien actuada en boca de enemigos. Cien personas llegan a ser mil con todas sus palabras, hasta que una fotografía echa todo por tierra.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA




