5 diciembre, 2025

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Salvados por una escuela

Ejido de Soto la Marina supera atraso y marginación. Desde su fundación, ocurrida hace más de 7 décadas, sus habitantes confían en el poder redentor que tiene la educación

Soto la Marina, Tam.- No hay pueblo que confíe tanto en el poder redentor que tienen la escuela, el alfabeto y el libro de texto gratuito, como confía en ellos La Peñita, comunidad ejidal -de las primeras en este municipio- que se fundaron con oleadas de campesinos sin tierra, provenientes de todas partes, que llegaron dispuestos a reemplazar a una privilegiada casta de hacendados.

La Peñita es un ejido que se fundó en terrenos contiguos a la Hacienda de Guadalupe y la Hacienda de San Juan y, ahora recientemente, de una agricultura tradicionalista basada en siembra de maíz, sorgo y frijol, pasó a convertirse en un importante centro productor de sandía y chile  verde, con propósitos de exportación, hecho que explica las razones que le conceden prosperidad.
Sin embargo, la transformación que se opera en este lugar, no proviene de remesas en dólares que reciben los ancianos de sus hijos que trabajan en Estados Unidos. Tampoco, viene la prosperidad de la agricultura o la ganaderia propiamente, aunque estos factores sin duda, inciden. El nivel bienestar que hoy se disfruta en La Peñita, es resultado de la apuesta que los fundadores de esta comunidad hicieron por la educación.

NADA CAYÓ DEL CIELO

La educación, no cayó del cielo al todavía inhóspito Soto la Marina de los años 40as.
Al libro de texto, el alfabeto y al maestro, les abrió paso la historia que impulsaba desde los ejidos La Peñita y Tampiquito, una de las mas grandes transformaciones sociales, consistente en entregar la tierra que la revolución prometió a los campesinos, porque si bien, el primer reparto agrario se llevó a cabo años en Matamoros, la superficie disponible resultó insuficiente para cubrir la abrumadora demanda y la gente demandante de tierra que no tuvo cupo en la frontera, fue derivada a Soto la Marina, para fundar estos dos importantes ejidos, Tampiquito y La Peñita.
A diferencia de otras comunidades que congregaron gente a través de los templos y la primera acción encomendada a ellos, consistió en clavar una cruz para marcar el centro del lugar donde quedaría ubicado el pueblo. En La Peñita, en cambio, fue el anhelo de grandeza, lo que provocó al colectivo a llamar a un personaje que proyectaba una dimensión extraordinaria, el maestro.
Consecuentemente, la primer demanda que planteó el grupo de agraristas que recién habia llegado, consistió en «escuela pa’ los niños.»

«YO SÉ LEER Y SÉ ESCRIBIR»

Según refiere la ejidataria Doña Felipa Hernández, a quien todos afectuosamente llaman «Cuca», fue  don Manuel Solis, que ejercia el liderazgo entre el grupo de hombres y mujeres sin tierra proveniente del «18 de Marzo», nombre que se le daba a Valle Hermoso en ese tiempo, quien le contó a todos que, cuando Benito Juarez llegó al campamento para enlistarse para luchar por su país y le preguntaron que sabia hacer para entregarlo a México?, muy orgulloso contestó «yo se leer y se escribir». Con este episodio, el dirigente agrarista despertó el deseo de crear una escuela donde los hijos de todos, aprendieran a leer y escribir. Para lograr este objetivo formalizaron su primer demanda consistente en maestro y escuela.

En respuesta, el gobierno del estado atendió la petición y derivado de ello, a un jacal que todos participaron en construir, a base de tierra y lodo, llegó procedente de San Carlos la maestra Irene Estrada Ruiz.

En realidad la maestra era una jovencita que recién había aprendido a leer y escribir, pero la falta de título no representó  obstáculo para que ella cumpliera con crees su misión, a tal grado que llego a ejercer un apostolado auténtico. Sobreviven en La Peñita, los primeros alumnos que fueron de ella, Ticho Partida, Juan Picón y Domingo Pérez.

A LA SOMBRA DE UN ÁRBOL

La educación transitó empinadas pendientes en La Peñita, en el vecino ejido de Tampiquito y en general en el extenso municipio de Soto la Marina. Fueron tiempos en que las haciendas fueron condenadas a desaparecer, para dar surgimiento al ejido y el maestro de este municipio jugó roles estelares.

Maestros hubo dispuestos  a enseñar bajo la sombra de un árbol. Eran alfabetizadores en todo Soto la Marina, que al igual que Irene Estrada Ruiz, poco sabían, pero eso poco que enseñaban, ser convertía en tesoro completo para el pobre, en tiempos que todo lo ignoraba.

Por supuesto, en la alfabetización de este municipio, estuvieron presentes algunos maestros colmados de conocimiento, que en nombre de la educacion echaron por tierra su malentendido orgullo, cuando vieron que lo mucho que sabían, era nada frente al ansia de aprender que exhibía el desdichado que todo lo ignoraba.

Por eso hoy, a mas de 7 décadas de ocurrida la fundación de este ejido, los habitantes de La Peñita miran con orgullo, la manera en que se desarrolla  la comunidad que hoy cuenta con carretera de acceso, clínica IMSS Coplamar y escuela primaria, mientras la agricultura se lleva a cabo en forma mecanizada, en la mayoría de sus etapas.

La escuela primaria de La Peñita recibe el nombre del profesor tamaulipeco Lauro Aguirre que se edificó de manera formal, en tiempos que gobernaba Tamaulipas el doctor Norberto Treviño Zapata y sus muros retienen el recuerdo y cariño, que los habitantes de la Peñita prodigaron a maestros rurales como Macrina, Gualberto Pequeño Barocio, Nazario Lira.

Gracias a la visión de futuro de los primeros habitantes, La Peñita es por encima de todas las cosas, una comunidad de la cual surgen técnicos en todos los oficios, constructores, carpinteros, electricistas.

Pero sobre todo, en el catalogo de egresados se destaca a doctores, maestros. ingenieros agrónomos y técnicos agrícolas, ingenieros eléctricos, enfermeras y otros profesionistas que vienen a ser el producto terminado de un experimento controversial llamado ejido.

Por: Vicente Gonzalez M.
EXPRESO-LA RAZON

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