CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Hoy, 6 de octubre, Ciudad Victoria celebra un aniversario más de su fundación. En 1750, cuando el capitán José de Escandón y Helguera, con la visión colonizadora que lo llevó a poblar el Nuevo Santander, ordenó establecer en este valle la Villa de Santa María de Aguayo, seguramente no imaginó que aquel asentamiento al pie de la Sierra Madre llegaría a ser el corazón político y social de Tamaulipas.
El lugar fue elegido por su clima templado, sus suelos fértiles y su posición estratégica entre el altiplano y el litoral. En torno a una pequeña capilla, los primeros colonos levantaron casas de adobe, sembraron maíz y abrieron caminos que unían las misiones de Palmillas, Jaumave y Güémez. Era un poblado modesto, pero animado por el propósito de echar raíces en medio de la montaña.
Durante el siglo XIX, la Villa de Aguayo se consolidó como punto de paso de comerciantes, viajeros y autoridades. La Independencia y el nuevo orden republicano trajeron consigo un cambio decisivo: en 1825, cuando Tamaulipas fue reconocido como estado libre y soberano, el Congreso local decidió que la villa sería su capital, rebautizándola con un nombre simbólico y patriótico: Ciudad Victoria, en honor de Guadalupe Victoria, primer presidente de México.
A partir de entonces, la ciudad se convirtió en el escenario de las decisiones políticas más relevantes, pero también en el refugio de artistas, maestros y soñadores. Desde aquí partieron los impulsos modernizadores del siglo XX: la educación pública, el ferrocarril, los primeros periódicos, las universidades, los parques y los barrios que aún conservan su aire provinciano.
Victoria creció al ritmo de sus montañas. Entre la modernidad y la tradición, ha sabido mantener su identidad de ciudad intermedia: ni demasiado grande para perder la calma, ni demasiado pequeña para renunciar a la historia. Es una ciudad que combina lo antiguo y lo nuevo, lo cívico y lo natural, la memoria y el porvenir.
Hoy, 275 años después, Ciudad Victoria sigue siendo una metáfora de resistencia: la de un pueblo que ha visto pasar gobiernos, bonanzas, crisis y esperanzas, pero que permanece fiel a su geografía y a su gente. Bajo la sombra azul de la Sierra Madre, esta ciudad recuerda cada año su origen —y lo celebra— con la certeza de que su historia apenas comienza a escribirse.
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