El gobernador Américo Villarreal es el candidato eterno para todo tipo de cataclismo, de acuerdo con sus adversarios. Desde su ascenso en la política nacional y en la tamaulipeca, el pronóstico siempre ha sido el mismo: que le va a ir mal y que le falta actuar.
Cuando el expresidente Andrés Manuel López Obrador alzó su mano en una de sus giras como candidato en Victoria, aseguró que es un ciudadano ejemplar. Nadie creyó que desde ese entonces recibiera el respaldo para ser el futuro senador por Tamaulipas y, después, gobernador del estado.
Para el exgobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca, en todo el esplendor del poder, le habría parecido inadmisible y risible que el doctor —e hijo de un exgobernador— pudiera competir con toda la inercia que llevaba desde la alternancia política del PRI al PAN en 2016.
Para los morenistas de aquel momento (algunos aún vigentes en el presente) sucedió lo mismo. Y Américo Villarreal fue el candidato a senador… y ganó.
Y no solo ganó: también dejó en evidencia la operación realizada durante el día de la elección en la región cañera, entonces dominada por los hermanos Verástegui, para inflar las urnas. Tras las impugnaciones que resultaron válidas, logró el inicio del fin para la marca Cabeza de Vaca.
Durante su periodo como senador de la República, le tocó enfrentar al cabecismo y las pugnas políticas que desde el Senado se daban con Ricardo Monreal, ya impulsado por Adán Augusto López, el amigo personal del expresidente.
Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum perdió la batalla en ese momento, con el evidente fracaso electoral provocado principalmente por Monreal —que le arrebató la mitad de la Ciudad de México—, el doctor Américo Villarreal ganó las simpatías de AMLO, y se le abrieron las puertas de Palacio Nacional con miras al futurismo político.
En Tamaulipas, los morenistas del momento ocupaban su tiempo en gestionar, con pesos y centavos, cualquier frente político a favor, en una simulación contra el cabecismo como modelo de negocio perfecto y redondo.
Esos mismos morenistas lo quitaban de la contienda y minimizaban su capacidad política. Al final, personajes como Mario López “La Borrega” y Adrián Oseguera presumían su fuerza y se anotaron desde entonces para el futurismo político.
Desde ese entonces, tanto ellos como el exgobernador pronosticaban el peor de los panoramas para el entonces senador y continuaban reduciendo su fuerza política.
Hasta la elección intermedia de 2021.
Para un sector del morenismo, cercano a los hermanos reynosenses y al Truco Verástegui, el morenista ideal para cualquier contienda política era el cuñado de Francisco Javier: el ahora senador José Ramón Gómez Leal, por su papel como titular de la delegación de Bienestar.
Y la exalcaldesa de Reynosa, Maki Ortiz, tras posicionar a su hijo, se aseguraba ser la elegida para contender por la gubernatura, gracias al respaldo —pagado— de Mario Delgado y otros morenistas que entonces no se despegaban de ella.
Pero Andrés Manuel López Obrador ya había impulsado dentro del morenismo al doctor Américo Villarreal, y bastó su simpatía para convertirlo en el preferido de las encuestas. En contra de todo pronóstico, el doctor continuó su camino sin conflictos, sin necesidad de robar reflectores para su causa. Al final, las cosas se dieron a su favor.
Cabeza de Vaca, acorralado por los procesos legales que enfrentó desde la Ciudad de México y sus constantes fricciones con Palacio Nacional, inició la persecución de prácticamente todos los morenistas del estado, y otra vez regresaron los señalamientos:
Que Américo no actuaba, y que era su obligación enfrentar la locura con más locura. Al final, cualquier afán demócrata siempre será considerado como “tibieza”.
Y una vez más, la soberbia de los cabecistas quedó sepultada en las urnas, aun con la victoria pírrica que representó para Francisco Javier evitar poner un pie en prisión.
Américo Villarreal ganó después de que Cabeza de Vaca le secuestrara la candidatura al Truco, quien poco a poco no tuvo otra alternativa más que callar y ver cómo todo se desmoronaba.
Los cabecistas enardecidos aprovecharon la pereza mental del entonces líder del Congreso, Armando Zertuche, y el exceso de malicia de La Borrega y Oseguera para entrampar la sucesión y dejar todo a su favor.
Nuevamente, los señalamientos y cataclismos apuntaron al doctor como gobernador electo.
Tres años después, el espíritu demócrata ganó, y en su tercer año de gobierno cuenta con todo el poder en sus manos como nunca nadie lo tuvo en la historia de Tamaulipas. Y son los profetas de su caída quienes terminaron en desgracia.
Todo lo relacionado con el cabecismo, por ejemplo, quedó borrado del mapa sin ninguna señal de esperanza.
El senador Adán Augusto y su pupilo José Ramón Gómez Leal, sepultados en la congeladora y señalados por diversos delitos.
Maki Ortiz, con un porvenir financiero poco alentador por el error de financiar la rapacidad de un partido como el Verde.
Mario López, sin residencia por el retiro de su visa. Adrián Oseguera, condenado al olvido.
Y lo que falta para algunos alcaldes y morenistas que intentan hacer disidencia o cuestionar al gobernador, que lejos de entrar en desgracia tiene el poder en sus manos y el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum.
En tiempos turbulentos, tal vez la calma y el sentido común sean el mejor remedio. Al menos para el gobernador, pareciera ser la fórmula perfecta.
Por. Pedro Alfonso García Rodríguez
@pedroalfonso88




