5 diciembre, 2025

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La vida de las palabras callejeras

CRÓNICAS DE LA CALLE/ RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

¿Qué pasaría si le quitásemos palabras a la existencia? Seguramente comenzariamos a decir tonterías. Por eso es importante abultar el léxito y hacer más profundo el entendimiento humano.

La palabra designa y al desaparecer desaparece lo designado que pasa a firmar parte de un conglomerado que nadie vuelva a ver jamás aun estando enfrente de sus narices. Un objeto no es reconocido si antes no fue descrito con palabras.

A veces en una calle falta nombrar una paloma cruzando el cielo de la calle. Arriba hay una tarde cuya contemplación reinventa las palabras. Entonces una y otra vez hace falta una palabra que contenga las respuestas. Abajo una multitud clama por más afecto.

El cierta parte viven las palabras aventureras, se esconden entre más las ocupas. De su escondite secreto salen de una por una saludando a la bandera. En un mundo de palabras no tendríamos voz ni voto me cae. Hay mundos de palabras en grandes conglomerados donde las palabras siendo muchas son muy pocas en un mundo relativista.

¿En qué sitio quedarían las palabras que el viento se llevó, en dónde andan con sus bromas y fantásticas ocurrencias? Sólo quedó el hueco del silencio, el espacio exacto, la posibilidad de lo imposible.

Entre chips, bites, aplicaciones, viaja una palabra al encuentro con el destino. Sabe que puede hacerse viral o pasar desapercibida como millones y millones de palabras ignoradas por el mundo en este momento junto con las mías. Al viajar pasan por un lado, son copiadas y dichas, calladas en los aeropuertos y grandes desfiladeros desde donde alguien se lanzó en parapente.

La palabra desvía el avión, luego consigna su suerte de poeta. La palabra directa o indirecta lleva una flecha envenenada. Desde una torre de babel sobreviviente, el pueblo pide a gritos, pero nadie entiende.

Una palabra basta como el agua para hacer de nosotros lo que somos, una palabra concluye con lo que nunca hemos sido. De una vez confieso haber escrito poco con muchas palabras esperando llegara, de alguna parte llegara, la inexistencia.

Borramos la palabra pero de hecho ahí sigue, tocando nuestra puerta, abriendo las grietas gruesas, lo pecho roncos que perecen de nostalgia.

Nadie sin embargo sabe cuál es la palabra correcta frente a un ministerio público, cuál palabra es más discreta que las otras dichas después de la fiesta en la cual salieron peleados. Una palabra amarga o endulza la forma de decir algo. No sé qué. Lo que sea pues.

Ignoro el momento clásico en que escuché la primera palabra, olvidé cuál fue la que dije, hay un montón de olvidos en el hecho de los acontecimientos. Por ignorancia o por omisión la palabra miente. Olvidé por tanto la primera palabra que callé y por qué no la dije.

En ocasiones una palabra es dicha al mundo de las múltiples opciones. La calidad de la palabra depende de quien la diga, el peso específico recae sobre quien no escucha. Una palabra que posiblemente tarde otros diez años de encierro en decirse va y se equivoca.

Arrimadas al cuerpo de las frases, en un momento álgido, las palabras tristes se han reunido en un lugar anónimo. De una por una saltan al barco en su mar de lágrimas. En los gestos hay palabras que callaron en el momento clave, con lo que hubiesen descubierto al culpable . Ahí quedo también el sí de una frase amorosa dicha en voz baja para que nadie en este mundo la escuchara.

Todavía queda pendiente saber decir: un viento suave, una noche oscura, colocar una palabra al pie del arcoiris, decir una leperada en el filo de la navaja, y falta la mirada fija y tierna y el paraíso del cuerpo, falta el día sin una sola de mis palabras, todavía falta.

HASTA PRONTO

Por Rigoberto Hernández Guevara

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