En Tamaulipas los rumores ya no se escuchan en radio pasillo, en cafés o en lavaderos de vecindad, ahora se editan, se graban, se pautan y se suben a las redes sociales, la guerra sucia se volvió industria y el descrédito es una herramienta electoral más eficiente que los bots aplaudidores.
Son tiempos en que se renta la moral por contrato, y la ética terminó convertida en un eslogan, sigue vigente una vieja frase: “No te apures por lo que saben de ti, preocúpate por lo que te inventan”, y es que hoy lo inventado en las maquilas de posts negros circula más rápido que la verdad.
La precampaña del 2027 ya empezó, con listas filtradas, historias sobre visas canceladas, fortunas sospechosas y chismes de amores, todo con la precisión de un guión que mezcla política y alimenta el morbo, el rumor se planifica en calendarios de contenidos que recurren a todos los artificios para intentar linchar al adversario.
Los gurús digitales no usan fusiles sino hashtags, crean historias con presupuesto público o privado, cruzan los límites de la legalidad bajo el manto de la libertad de expresión, y los personajes que las financian saben que el daño digital no deja huellas visibles, pero les ayuda a saldar cuentas pendientes con sus enemigos.
La política se volvió un espectáculo de falsos abrazos y zarpazos nocturnos, los que se elogian en público encargan en privado campañas para destrozarse mutuamente.
Las redes sociales son el nuevo campo de batalla, Facebook, X, Instagram y TikTok funcionan como tribunales sin juez ni derecho de réplica, donde se juzga la reputación por tendencia y la sentencia la dicta el algoritmo.
Allport decía que el rumor crece con la importancia y la ambigüedad, y en esta temporada los silencios oficiales son gasolina para la especulación, y el miedo a perder el estatus y sus beneficios se traduce en guerra digital.
Y sin embargo, esa guerra tiene límites que ya rozan lo penal, las campañas de difamación digital pueden configurarse como violencia o delitos electorales, los mensajes falsos, el acoso sistemático o la suplantación de identidad tienen castigo aunque los operadores se escondan tras perfiles sin rostro.
La Ley Olimpia tipifica la violencia digital y castiga con prisión a quien difunda material o información que afecte la vida privada, los códigos electorales sancionan la manipulación informativa para incidir en el voto, y el daño moral puede reclamarse en tribunales civiles, aunque la reparación llegue siempre tarde.
Los investigadores de la violencia digital rastrean cuentas, vínculos y patrones de ataque, pero los agresores suelen moverse entre sombras legales, empresas fantasma de comunicación, contratos disfrazados de publicidad y ejércitos de bots que operan sin bandera.
El problema es que la justicia avanza a paso de juez y el rumor viaja a velocidad de clic, los afectados apenas comienzan a entender que el descrédito ya no se limpia con una aclaración sino con una demanda.
El rumor político dejó de ser anécdota para convertirse en crimen, y aunque la ley alcanza cada vez más lejos, sigue llegando tarde, porque en esta guerra de pantallas el daño moral no prescribe, solo se viraliza.
Son tiempos donde la palabra ha perdido valor de verdad y ganó cotización de mercado, la mentira es negocio, la reputación ya es un activo volátil y el silencio un riesgo calculado, aquí nadie pelea por la razón, todos por alinear el algoritmo con una narrativa virulenta y sin límites.
Traba legal y polarización
El juicio de amparo fue creado para otorgar al ciudadano un escudo frente al poder, pero en México se convirtió en refugio de políticos con miedo a la justicia, y en las últimas décadas ha sido una herramienta para evadir la ley y ganar tiempo.
En Tamaulipas el caso más visible es el de Francisco García Cabeza de Vaca, quien utilizó una red de amparos para frenar órdenes de aprehensión y mantener su estrategia de defensa desde el extranjero, escudado en un sistema procesal que privilegia al poderoso.
Otros políticos siguieron la misma ruta, exfuncionarios acusados de desvíos o corrupción que lograron suspensiones a modo, fiscales que congelaron procesos o jueces que interpretaron la ley con conveniencia.
El amparo se convirtió en símbolo de desigualdad jurídica, de un sistema donde la justicia depende del despacho que contrates y no de la razón que tengas, en los hechos, la verdad se litiga con maletines de dinero y la justicia se posterga.
Algunos proponen limitarlo, otros blindarlo, pero el riesgo está en reformarlo sin cuidar su esencia, quitarle poder al amparo puede castigar a los corruptos, pero también dejar indefensos a los inocentes y abrir la puerta a la arbitrariedad.
Y quienes han impulsado su reforma no deben olvidar que los tiempos cambian.
Historias del poder
De día atiende a sus pacientes con enfermedades autoinmunes, y en sus ratos libres se mete en su oficina y se toma fotos con quienes tienen la suerte de ser incluidos en su laxa agenda pública.
Pero los días de chamba buena parte del tiempo la ocupa su mayor vocación, el senderismo.
Los hospitales que administra están igual que siempre: sin medicamentos, sin enfermeras, con los equipos en las peores condiciones.
Y afuera de los hospitales está la gente que ve morir a sus seres queridos, a sus hijos, a sus padres y a ellos mismos.
Uno de ellos suplica:
-Denle algo a mi hijo que se retuerce de dolor.
La respuesta crispa el ambiente:
-Vaya a comprar el paracetamol, nuestra farmacia está vacía.
El doctor no lo sabe, anda en el Cañón del Novillo, retratando grillos y acariciando pajaritos.
Es un reumatólogo creyente del bienestar, su bienestar personal.




