Dicen los sabios refranes que más vale prevenir que lamentar, y cuánta verdad encierran esas palabras. No hay frase más cierta cuando se trata de proteger la vida y el bienestar de las personas.
En días recientes, la zona sur de Tamaulipas vivió momentos de alerta. Las noticias sobre el incremento del caudal del río Pánuco se propagaron con rapidez y pusieron en guardia a autoridades y ciudadanos.
La Secretaría de Recursos Hidráulicos y Protección Civil del Estado advirtieron que se trataba de la creciente más grande de los últimos setenta años. No era una alarma menor.
El río Pánuco llegó a elevarse cerca de cincuenta centímetros por encima de su etapa crítica. Ante ello, las corporaciones de auxilio se movilizaron de inmediato para proteger a las familias y vigilar los puntos de riesgo.
Por fortuna, el saldo fue blanco. Ninguna tragedia que lamentar, ningún desastre que contar. Solo el alivio de haber estado preparados.
Y ahí radica el valor de la prevención. La función esencial de la Protección Civil es cuidar a la población ante los riesgos naturales y humanos, aun cuando esos peligros no siempre se materialicen.
Escuché en un noticiero de radio a algunos locutores opinar —con cierto tono de burla— que las autoridades habían “sobrealertado” a la población, que “no le atinaron” a las mediciones.
Pero si ese llamado de atención sirvió para que la gente del sur esté hoy sana y salva, entonces el objetivo se cumplió. La prevención no se mide por el desastre que ocurre, sino por el que se evita.
En materia de protección, es preferible exagerar que lamentar. Las alertas tempranas salvan vidas, aunque después algunos crean que fueron innecesarias.
Las medidas preventivas no deben relajarse, ni los avisos de la autoridad tomarse a la ligera. Detrás de cada protocolo hay planeación, experiencia y la voluntad de evitar desgracias.
Basta mirar hacia el norte de Veracruz, donde varias familias lo perdieron todo. Ellos lamentan que sus autoridades no emitieron ninguna advertencia ni les informaron del peligro que se avecinaba.
En Tamaulipas, el escenario ha sido diferente. Hubo vigilancia, hubo acción y hubo coordinación. Esa respuesta oportuna merece reconocimiento.
La naturaleza no siempre avisa, pero la prevención existe para eso: para adelantarse al riesgo, para proteger antes que lamentar después. La autoridad cumple al alertar; las familias, al atender.
Porque, como bien dice otro refrán que nunca pierde vigencia: “Sobre aviso, no hay engaño.”
Por. Martha Irene Herrera
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