CIUDAD VICTORIA, TAM.- Escritor, músico, periodista y humorista, Fernando Rivera Calderón se ha movido durante décadas entre los márgenes de la poesía y la realidad.
En el marco del programa “Tamaulipas lee” del ITCA, estuvo en el estado para presentar su antología “La música del fuego” y aprovechó para reflexionar sobre la importancia de la poesía como espacio de libertad absoluta, donde el lenguaje se despoja de la obligación de contar historias y se atreve a rozar el absurdo de la existencia.
Para él, leer poesía es un acto de liberación interior, y escribirla implica un ejercicio de humildad y de precisión. En tiempos en que se repite el lugar común de que “ya nadie lee”, Rivera Calderón defiende una idea contraria: nunca se ha leído tanto como ahora, aunque lo hagamos en formatos distintos. Más que falta de lectores, advierte, lo que existe es una poesía que se volvió elitista y alejada del público. Por eso, cada presentación suya, asegura, es un acto de “guerrilla poética”: una invitación a reconectar con la palabra viva, esa que no busca convencer, sino conmover.
Tú tienes un pie en el periodismo que exige un contacto muy duro con la realidad, ¿por qué es importante leer poesía?
Leer poesía me parece fundamental para desarrollar una parte de nuestro ser sensible, que tiene que ver con con un uso de la palabra mucho más libre que cuando lees un cuento, una novela, es decir, a mi la poesía me gusta porque me parece que es el terreno donde el lenguaje se libera de todo, incluso de tener que contarte una historia. El poema es es libre radicalmente y yo de esa libertad me agarro para para poder escribir, creo que ayuda a desarrollar justo esa esa parte que no tiene que ver con contar una historia de la A la Z o de la A la U sino entender que la vida se parece un poco a la poesía en en el sentido de que no lleva un orden, no es cronológica, no es alfabética, no necesariamente es ni coherente, ni racional, ni nada, a veces la poesía raya con el absurdo de la existencia, y eso es lo que a mí me maravilla
La edición también es fundamental en el periodismo. ¿Cómo combinas esas dos facetas: el periodismo y la poesía?
El periodismo a mí me dio un rigor que nos sirve a todos los que escribamos sea en el periodismo o en los terrenos líricos de la literatura, yo comencé muy chavo en el periódico El Nacional, a los 17 años fui corrector de estilo y luego me tocó ser editor, incluso de grandes plumas que a la hora de editar sus textos, pues tenían pésima ortografía o fallas de redacción abismales y eran grandes nombres y me tocaba a mí ese trabajo silencioso de corregir; creo que esa formación periodística dura me ha ayudado a la poesía, porque la poesía es muy libre, pero si no tienes esa solidez, pues haces un haces un ridículo tremendo, pero también el periodismo con toda la frialdad que puede a veces tener o todo el sentido objetivo de la cosa que estás estudiando o investigando, también permite no perder un pie en la realidad, porque la poesía también vuela y te puedes ir demasiado lejos. Creo que si pierdes ese ese hilo con la realidad la poesía pierde también, porque no es una cosa fuera de este mundo; y a mí me gusta que que si bien puedo hablar de cosas muy etéreas, creo que los poemas que más conectan con la gente con los lectores, son los que tocan heridas o situaciones que tienen que ver con lo doméstico, con el mundo en el que estamos.
También está muy presente el humor en tu obra. ¿Cómo haces para no caer en el chiste fácil?
Para mí el humor es algo que no viene precisamente de ser el chistosito del salón, o el que contaba chistes, al contrario, yo solía ser un chico o un adolescente muy introvertido, que me sentaba hasta atrás, que me costaba trabajo expresar mis ideas, pero desde niño tuve una percepción sobre lo raro, sobre lo que no embonaba, desde el hecho de que tu mamá te dijera, no digas mentiras y sonaba el teléfono y decía ‘diles que no estoy’, estas contradicciones siempre las detecté desde muy chavito y no necesariamente son chistosas, agarro chiste ya de adulto que empecé a hacer como una conexión a través del lenguaje, pero para mí el humor es como el gran pegamento; sin humor yo podría hablar de política y quizás no se le quedaría a nadie lo que estoy diciendo; el humor permite que incluso al poderoso que critico le duela más que si hiciera una crítica periodística formal, porque es un terreno en el que ellos no saben bien cómo, y tampoco el que ejerce el humor, es como cantar en el metro, yo me he caído muchas veces y estirándola liga también, pues he caído en la estupidez, en la tontera, en el sinsentido y pues creo que el aprendizaje de eso es que no puedes evitar a veces caer en ello, y tampoco puedes evitar estirar la liga, entonces el que quiera hacer poesía sabe que todo el tiempo está expuesto desde el ridículo o a la cursilería.
Por eso vuelvo a que la edición al final es muy importante porque tú puedes escribir un poema y creer que has hecho la obra maestra de la humanidad y lo lees dos semanas después y no salvas ni una sola línea, y a veces si salvas una línea, ya ganas.
¿Y te dejas guiar, muestras tus textos en el proceso de escritura? No, lo aprendí muy joven por experiencia con grandes poetas. De entrada cuando llegas con un escritor y le dices ‘lee esto’ para ver qué te parece, varios me dijeron en la adolescencia, ‘es que la opinión que yo te dé no te va a ayudar en realidad, qué pasa si te digo que está muy buena, pues me gustó a mí, pero eso no garantiza nada, qué pasa si te digo que es pésimo tu texto, a lo mejor tú ya no vuelves a escribir y cortó un intento por lograr algo’; de chavo tuve la oportunidad de conocer y poder platicar con Jaime Sabines y le mandé unos poemas a Carlos Montemayor, también un gran poeta, músico, novelista, y se los mandé por correo en ese tiempo, y él me respondió con una carta y me hizo una crítica muy padre, porque
pues yo era una adolescente y yo le pregunté ‘qué opinas de mis poemas’, pero su opinión no fue sobre los poemas, me dio consejos, me dijo ‘falta afinar el ritmo, falta afinar la musicalidad, falta editar, comprimir la idea, pero celebro tus ideas, celebro tus inquietudes de abarcar muchos temas’.
Vienes a hacer una presentación de tu obra poética, en un contexto en el que se insiste, como lugar común, que la gente cada vez lee menos. ¿Estás de acuerdo con esa premisa?
No estoy de acuerdo, yo cuando hablo con la gente habitualmente no me pelan porque están leyendo, ahora el que lean un celular no quiere decir que no lean, yo creo que se lee más que nunca en la historia de la humanidad, y que la gente más joven que no agarraba un libro ni para aventárselo a su maestro, está leyendo mucho. Claro, estamos leyendo una narrativa completamente fragmentada, sin contexto donde justo la carencia de contexto, la aprovechan los productores de contenido como les dicen ahora, para generar reacciones; yo creo que el problema no es que haya menos lectores, yo creo que se lee más, yo creo que el problema es que la lectura, la poesía ha tenido muy malos embajadores, es decir que hay un grupo de poetas que a mí me parece que han formado una especie de secta, donde el poeta está alejado de los simples mortales, donde vive en un parnaso, allá donde fue discípulo de Octavio Paz o de estas grandes vacas sagradas y utilizan un lenguaje completamente inaccesible para para los simples mortales; y venir a presentar mi libro aquí y a cualquier parte de la República se me hace como un acto de guerrilla poética, yo no siento que tenga que convencer a la gente de que lea mi poesía o que lea a Sabines o a Octavio Paz, yo creo que simplemente la gente tiene que estar expuesta al hecho poético para enamorarse de él y para percibir lo mucho que te puede transformar internamente, aunque ni te haga rico, ni te dé prestigio intelectual, ni te convierta en nada más que lo que eres; y la poesía me parece que es una de las experiencias más bellas a las que podemos estar expuestos y de las cosas más bellas que podemos generar -además de la música- los seres humanos en medio de este mundo en guerra con tantas traiciones, hipocresías, deslealtades, la poesía es directa, es honesta y es radical.
MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES
FOTOS: JORGE CASTILLO
EXPRESO-LA RAZÓN




