Durante años hemos hablado de inflación, encarecimiento de materias primas y cadenas de suministro tensas. Pero a partir de 2024 y en este 2025-2026, el fenómeno que comienza a marcar la relación entre marcas y consumidores es la skiminflation: una práctica silenciosa, pero cada vez más visible, en la que las empresas mantienen los precios estables, reduciendo discretamente la cantidad, la calidad o los beneficios de sus productos y servicios.
Lo que comenzó como una estrategia de sobrevivencia ante la inflación global se ha transformado en una tendencia estructural del mercado. Grandes marcas internacionales ya lo aplican: paquetes más pequeños, ingredientes sustituidos o servicios “premium” que antes eran estándar. Sin embargo, esta práctica está permeando también al entorno local y a las PYMES mexicanas, que enfrentan la disyuntiva de subir precios o “ajustar” su oferta para no perder clientes.
¿Por qué es tendencia ahora?
La skiminflation es consecuencia de un consumidor más exigente, pero también más distraído. En un entorno saturado de estímulos digitales y decisiones rápidas, muchos clientes no notan los cambios inmediatos, lo que lleva a las empresas a utilizar esta estrategia para conservar márgenes.
Al mismo tiempo, el costo de los insumos, la energía y la mano de obra seguirá presionando a las pequeñas empresas en 2025-2026. Según diversos observatorios económicos, la inflación en sectores como alimentos, construcción y servicios personales continuará por arriba del promedio general, lo que obligará a las PYMES a redefinir su ecuación de valor.
El riesgo: perder confianza, no precios
El peligro está en confundir eficiencia con reducción. El consumidor de hoy puede aceptar pagar más, pero no tolera sentirse engañado. Redes sociales y plataformas de reseñas amplifican cualquier percepción de “te dan menos por lo mismo”. Por eso, la skiminflation mal gestionada no solo erosiona ventas: erosiona reputación.
Hacia una respuesta inteligente
En lugar de “recortar”, las PYMES deben buscar reconfigurar su propuesta de valor. Esto implica tres movimientos estratégicos como Optimización de procesos: mejorar la eficiencia interna sin sacrificar la experiencia del cliente, Comunicación honesta: explicar ajustes y destacar lo que se mantiene o mejora y el Valor agregado emocional: diferenciarse con atención, confianza y cercanía, atributos que las grandes corporaciones no pueden igualar.
La skiminflation no es una moda pasajera: es un síntoma de una nueva economía del valor percibido. Para las PYMES, representa tanto un riesgo como una oportunidad. En los próximos años veremos a las empresas más sólidas no como las que “ahorran” más, sino como las que logran mantener la percepción de valor aún en contextos inflacionarios, demostrando que el verdadero diferencial no está en el precio, sino en la experiencia.
Por: Jorge Antonio Reyes Cruz




