El cuatro de noviembre se celebraron en Estados Unidos las elecciones que se conocen como “fuera de año” debido a que se dan en años impares y no en años de elección de medio término o de elección presidencial. Estas últimas ocurrirán en 2026 y 2028 respectivamente.
Estas elecciones serían usualmente de importancia relativamente menor; pero no en este caso debido a que marcaron un giro substancial de las preferencias políticas de la población. Para empezar hay que señalar que hubo un interés inusitado de la población para ir a votar, así fuera en condiciones relativamente incomodas, como esperar en fila durante horas.
Los más importantes puestos políticos en pugna fueron los de gobernadores de Virginia y Nueva Jersey, la alcaldía Nueva York, la de vicegobernador y Fiscal General de Virginia; así como la proposición 50 en California. Todos ellos fueron ganados por los candidatos demócratas que arrasaron sobre los republicanos o, por lo menos, tuvieron incrementos significativos de votos a su favor si se les compara con pasadas elecciones.
Hagamos un poco de historia. Donald J. Trump ha ganado las elecciones presidenciales en los Estados Unidos presentándose como abanderado de los trabajadores. Ese fue el sentido de su eslogan de regresar a la grandeza norteamericana de hace unas cinco décadas cuando había numerosos empleos bien pagados en la industria manufacturera y, en consecuencia, los salarios reales eran más altos.
Tal promesa de buenos puestos de trabajo fue particularmente importante si consideramos que gran parte de la población norteamericana se ha empobrecido a un grado tal que la población blanca, no universitaria, ha deteriorado su esperanza de vida. Vive menos años que antes debido al incremento brutal de lo que se llaman muertes por desesperación. Es decir las asociadas al alcoholismo y las enfermedades del hígado; la drogadicción, en particular las cerca de 80 mil muertes anuales por sobredosis de fentanilo; así como un incremento de suicidios.
En 2024 hubo más de 771 mil personas sin vivienda, de las que el 64 por ciento estaba en algún tipo de refugio o albergue y 36 por ciento se consideraba sin techo, viviendo bajo puentes o en las banquetas en tiendas de campaña o bajo cartones y desechos.
Trump ofreció empleos bien pagados, bajar los precios de los comestibles, bajar la criminalidad y, muy importante, no más guerras. Entretanto los demócratas estaban centrados en los derechos de homosexuales y transgénero, el cambio de sexo, defender el genocidio israelita y las guerras.
Dos cosas han cambiado desde el segundo triunfo de Trump. Lo primero es que no cumplió sus promesas. La imposición masiva de aranceles desató una guerra comercial contra el planeta entero que no da resultados en el crecimiento económico y crea más y mejores empleos. Los precios de los comestibles han subido. La lucha contra la criminalidad se convirtió en ataques racistas a inmigrantes y ciudadanos norteamericanos honestos y trabajadores, al grado de afectar negativamente la producción agrícola, de la construcción, la jardinería y múltiples otras actividades.
Lo primero que hizo Trump fue decir que invadiría Panamá, que anexaría a Canadá como un estado más, que compraría Groenlandia. Meros ejemplos de un comportamiento amenazador contra sus mejores aliados. Perdió su batalla de aranceles contra China que le ganó la partida al dejar de comprarle granos y dejar de venderle tierras raras.
En el corto tiempo que lleva su presidencia el y su familia se han enriquecido con miles de millones de dólares, en gran medida “donativos”, como el del super avión de unos 400 millones de dólares que le regaló Catar. En defensa de la reducción de impuestos a los mil millonarios, los republicanos han suspendido los subsidios a los seguros médicos dejando sin acceso a la salud a millones y se ha paralizado la distribución de alimentos a la población más vulnerable.
En contrapartida los candidatos demócratas están en proceso de cambiar su discurso político. El líder estrella de este cambio es el candidato triunfador a alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, que centró su mensaje en la asequibilidad de los medios de vida. Ofreció control de las rentas en la ciudad; transporte gratuito en vías estratégicas; tiendas de comestibles baratos; guarderías infantiles gratuitas y elevar en 2 por ciento los impuestos a los más ricos de la ciudad.
Zohran Mamdani, nació en Uganda, es un inmigrante que se naturalizó ciudadano estadounidense hace apenas unos diez años, es musulmán y se presenta como demócrata socialista, lo que hasta hace poco era un tabú en la política del país. No abandona la defensa de la diversidad sexual pero está claramente enfocado en mejorar el nivel de vida de los habitantes de Nueva York. Es un nuevo discurso para los demócratas y ha demostrado ser el mensaje triunfador; marca el camino que seguramente otros candidatos habrán de seguir.
Incluso Trump les dice a los republicanos que aborden el tema del bienestar y el nivel de vida de la población; sin embargo no puede demostrar con hechos que esos temas le han interesado hasta la fecha. La construcción de un salón de baile de 300 millones de dólares, a costa de destruir parte de la Casa Blanca, una fiesta evocando los felices años veinte y sus amenazas de invadir Venezuela y Nigeria, en momentos en que preocupa el deterioro de la alimentación y la salud de decenas de millones lo muestran como alguien indiferente al bienestar de sus conciudadanos.
Zohran ha roto todas las reglas de lo que era el candidato ideal. Trump lo acusa de comunista; otros dicen que es antisemita. El declara que Israel debe ser democrático con derechos iguales para todos, judíos y palestinos y se pronuncia en contra del genocidio. Importa subrayar que el 30 por ciento de los judíos de Nueva York votaron por Zohran. Triunfó no solo contra los republicanos sino, igual o hasta más importante, les ganó a los demócratas de derecha, a los más belicosos financiados por los mil millonarios, los grandes consorcios y los cabilderos israelitas.
La avalancha a favor de los demócratas del 4 de noviembre anuncia un posible triunfo en las elecciones de medio término del 2026. Si conquistan el congreso Trump pasaría a ser un presidente herido y con un poder muy limitado.
Por decisión de la Suprema Corte Trump está perfectamente blindado contra cualquier futura investigación judicial; pero no lo están sus colaboradores. Estos ya tienen que reflexionar sobre si sus decisiones son enteramente legales.
Trump perdió y esto abre un parteaguas de alto riesgo. Obligado por las circunstancias puede bajarle el tono a su autoritarismo. O puede, por lo contrario elevar el nivel de confrontación interna contra estados, ciudades y políticos demócratas, contra jueces que toman decisiones que no le gustan; distraer con agresiones internacionales; aumentar la represión contra inmigrantes. Su personalidad no admite derrotas pero ahora buena parte de la población que lo repudia está envalentonada y dispuesta a profundizar en un giro político que apenas ha iniciado y una confrontación de la que no sabemos las consecuencias.




