5 diciembre, 2025

5 diciembre, 2025

A un siglo de la Revolución ejidos pierden terreno ante la urbanización

A 115 años de la Revolución, el ejido se apaga en Tamaulipas: menos productores, más abandono y núcleos agrarios absorbidos por la mancha urbana revelan la desaparición silenciosa de la vida ejidal.

A 115 años del estallido de la Revolución Mexicana, una de las conquistas sociales más emblemáticas de ese movimiento que fue el reparto agrario y la vida ejidal, enfrenta en Tamaulipas un proceso silencioso: la desaparición. 

Los ejidos, que fueron base del desarrollo rural y símbolo de justicia social, hoy pierden fuerza entre el abandono, la urbanización y la falta de relevo generacional.

De acuerdo con datos actualizados del Registro Agrario Nacional (RAN) y del Atlas de la Propiedad Social 2024, en Tamaulipas permanecen alrededor de mil 395 ejidos registrados, distribuidos a lo largo de sus 43 municipios. 

Sin embargo, decenas de ellos han ido desapareciendo o quedando inactivos con el paso de los años. 

Y es que tan solo reportes del sector agrario indican que unos 70 núcleos ejidales han sido absorbidos por la mancha urbana en la última década, principalmente en Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo, donde la expansión de la ciudad borró límites del campo.

El Censo Agropecuario 2022 del INEGI confirma la tendencia al declive: de 82 mil 559 unidades de producción agropecuaria registradas en el estado, solo 65 mil 328 permanecen activas, mientras que más de 17 mil han entrado en descanso o abandono. 

En ellas laboran alrededor de 215 mil personas, pero la mayoría son hombres mayores; cuatro de cada diez productores tamaulipecos tienen más de 65 años, lo que refleja un fuerte envejecimiento en el campo y una escasa participación de las nuevas generaciones.

La falta de jóvenes en la actividad agrícola es hoy uno de los mayores riesgos para la continuidad de la vida ejidal. 

Muchos hijos de ejidatarios han migrado a las ciudades o a Estados Unidos, dejando parcelas sin cultivar o tierras arrendadas a terceros. 

Los expertos advierten que, sin una política clara de relevo generacional y sin apoyos reales a la producción, buena parte del patrimonio agrario podría quedar inactivo en la próxima década.

Aunque el RAN mantiene el registro formal de los ejidos, el dinamismo productivo se ha desplazado hacia empresas privadas o productores con mayores recursos. 

En contraste, los núcleos agrarios más pequeños enfrentan problemas para acceder a créditos, modernizar su maquinaria o incluso resolver conflictos de sucesión.

En municipios fronterizos y en zonas metropolitanas, el fenómeno adquiere ya tonos urbanos: parcelas convertidas en fraccionamientos, caminos rurales convertidos en avenidas y ejidatarios que pasaron de sembrar maíz a rentar sus tierras para bodegas o gasolineras.

A más de un siglo del movimiento revolucionario que dio origen al reparto agrario, el campo tamaulipeco atraviesa una transformación silenciosa, donde el ejido pierde su razón productiva y social. 

Los datos oficiales son claros: menos productores, más edad y miles de hectáreas que hoy ya no producen, por lo que  mientras el país conmemora un aniversario más de la Revolución, en Tamaulipas y en otras Entidades el espíritu ejidal parece desvanecerse entre el polvo de los caminos y el concreto de las ciudades.

Antonio H. Mandujano

 

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