Mirad, mirad al cielo.
Vienen solas y negras dos nubes contrarias
preñadas de agua y de fuego.
Preguntad al comadrón: ¿qué parirán?
¿qué parirán?
¿Habrá diluvio o habrá incendio?
_Español del éxodo y del llanto, Leon Felipe, 1939_
Una parte fundamental de la estrategia de la derecha para socavar al gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum es llevarlo del plano político a la barandilla de policía, insistir en que es un gobierno represor y desmenuzar los detalles de la emboscada que ellos mismos le tendieron a través de los esbirros contratados para atacar violentamente a la policía y al Palacio Nacional en una especie de asalto al Capitolio del 20 de enero de 2020, pero a la mexicana y en El Zócalo.
Pero eso solo sirve para distraer la atención de lo más importante, lo que está en juego es de mucha mayor profundidad, en México hay un cambio de régimen encabezado por la Cuarta Transformación, primero por el fundador del movimiento y ahora por la Presidenta Sheinbaum, la primera mujer presidenta de la república que alcanzó la legitimidad de su cargo con la mayor cantidad de votos emitida para una elección en el México republicano.
Durante los pasados siete años las instituciones fundadas por el neoliberalismo desde los sexenios de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas De Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto han sido sustituidas por nuevas secretarías y dependencias que asumen las funciones de los organismos autónomos como parte de la responsabilidad del Poder Ejecutivo. Crear organismos a tontas y a locas ha dejado de ser moneda de cambio para negociaciones encabezadas por incapaces políticos, que encontraron en la cesión del poder una forma de compartir la gobernabilidad.
Lo que está a discusión es, por qué la derecha partidista y la que no tiene partido se encuentran en un estado de desesperación que se expresa en su disposición a la ruptura y a la violencia. Son los últimos estertores de un régimen que perdió su oportunidad histórica, no sólo en México sino en todo el mundo occidental de la posguerra fría, son todos aquellos que asumieron el poder como parte del capitalismo único desde la década de los 90 y han fracasado porque los pueblos empobrecidos por ellos los enviaron al basurero de la historia.
La reacción visceral de las mayorías indignadas ha tenido expresiones de todo tipo desde los populismos de derecha como el de Víctor Orban, el de Jair Bolsonaro y el de Donald Trump, hasta los gobiernos populares de izquierda moderada en Argentina con los Kirshner, Brasil con Lula Da Silva y Dilma Rouseff, Bolivia con Evo Morales, Perú con Pedro Castillo, Colombia con Gustavo Petro y México con López Obrador y Claudia Sheinbaum, y en todos los casos el común denominador ha sido el hartazgo de las mayorías, ocasionado por los privilegios de unos cuantos que acapararon el producto nacional de cada uno de sus países para dejar a su suerte a los grandes mayorías empobrecidas.
No hay vuelta atrás, ni para los países del bloque socialista que protagonizaron la guerra fría frente a Norteamérica y sus aliados, ni para los estados neoliberales y todos aquellos que se enriquecieron en el mundo sobre explotando a los que menos tienen y privilegiando la riqueza de unos cuantos por encima del bienestar de miles de millones. Su grosera y abusiva acumulación de la riqueza ha sido una ofensa cuyo costo es la pérdida de los privilegios de los que disfrutaron durante décadas pero a los que ni ellos ni nadie tiene derecho.
Quizá para muchos, el proyecto de la cuarta transformación sea un trabajo en proceso, pero lo que está claro para las mayorías es la diferencia nunca vista en los pequeños pueblos, las comunidades y las colonias populares, es la acción del gobierno en la puerta de su casa, el agua, el drenaje y la luz, el arreglo de las calles del lugar en donde habitan, en las aulas nuevas y el arreglo de las escuelas a las que asisten sus hijos, en la reapertura de los centros de salud en donde se atienden las familias, en el camino por el que transitan los microbuses de transporte público y los camiones de servicio que antes no llegaban, y en la condonación de los créditos de vivienda del Issste y del Infonavit .
Como lo ha dicho la Presidenta Sheinbaum recientemente, lo que está en la mesa de la discusión política, lo que disgusta a la derecha furibunda, es la transformación humanista del gobierno para cumplir los postulados y los compromisos que están en la Constitución, la democracia definida como un régimen jurídico y político caracterizado por el constante mejoramiento de las condiciones económicas, sociales y culturales del pueblo de México. Entre la violencia política y la construcción pacifica de lo nuevo, entre el diluvio o el incendio, la inmensa mayoría de los mexicanos prefiere el agua que refresca, que limpia, y que da vida, al fuego que consume, que causa dolor y que destruye.




