Cada año, la discusión sobre el aumento al salario mínimo genera altas expectativas. Para 2026, ya se empieza a hablar sobre un posible incremento del 11 por ciento, aunque algunos sindicatos proponen un 20 por ciento, lo que elevaría el ingreso diario de 278.80 a 334.56 pesos. A primera vista, esta parece ser una excelente notica, pero ¿realmente un aumento al salario mínimo significa que se vive mejor? ¿o existe algunos matices que es importante considerar?
Desde hace algunos años, los aumentos sostenidos al salario mínimo en México han sido una bandera visible para el gobierno. De hecho, entre 2018 y 2024, el poder adquisitivo del salario mínimo se ha recuperado en más de 110 por ciento, lo cual no es menor, ya que, gracias a esto, millones de trabajadores que ganaban lo mínimo ahora puede acceder a un poco más de bienes básicos. Sin embargo, como en toda política económica ha ventajas, limitaciones y riesgos.
Uno de los efectos más visibles del aumento al salario mínimo ha sido la disminución de la pobreza laboral. De acuerdo con un análisis del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), los aumentos han ayudado a que más personas puedan adquirir la canasta básica alimentaria con su ingreso laboral.
Además, los aumentos han beneficiado directamente a los trabajadores más pobres, sin generar efectos negativos sustanciales sobre el empleo ni sobre la inflación…hasta ahora. Desde la perspectiva familiar, ganar más significa acceder a mejores bienes y servicios, con la posibilidad de ahorrar o pagar deudas. También, permite realizar un fondo de emergencia para gastos imprevistos de salud o educación.
No obstante, también hay riesgos si no se manejan con cuidado dichos aumentos, esto significa que a partir de cierto punto los incrementos excesivos al salario mínimo podrían afectar a las pequeñas y medianas empresas (pymes), que emplean a gran parte de la población y constituyen una gran participación de las actividades económicas.
Para el caso de las pymes, el aumento al salario mínimo representa un aumento en el costo laboral que no está respaldo por productividad, por lo que las empresas podrían enfrentarse a decisiones como reducción de personal, informalizar el empleo o subir los precios, lo que —irónicamente— reduce el poder de comprar que se pretende. Este fenómeno se conoce como efecto faro y genera riesgos inflacionarios, ya que el aumento en el salario mínimo provoca presión al alza de otros salarios.
Ahora bien, en lo cotidiana, el impacto al salario mínimo se nota en el sueldo base y en el entorno económico. Veamos cómo, la subir los costos laborales, muchos negocios trasladan ese aumento a los precios. Así que, mientras ganas más, también pagas más por los mismos productos.
Desde las finanzas familiares, lo más importante para aprovechar los aumentos al salario mínimo es ver estos incrementos como una oportunidad para mejorar nuestra salud financiera, no para aumentar los gastos de forma innecesaria. Recordemos que, no todo se resuelve con un aumento de sueldo. La verdadera meta debe ser que si existen más ingresos en el hogar se traduzca en bienestar, puesto que si no se administra con inteligencia no habrá mejoras.
¿Y tú, qué harías si te subieran el sueldo 20 por ciento?




